https://www.paginasiete.bo/opinion/2022/3/4/cortas-claves-para-entender-el-putinismo-la-guerra-de-putin-324890.html
La primera clave es que Putinismo es lo mismo que Zarismo y
que Stalinismo. Mira Milosevich-Juaristi [“El putinismo, sistema político de
Rusia”, ARI 16/2018, Real Instituto Elcano, 9/2/2018] lo define como «un
Estado híbrido y modernitario [neologismo de Josef Joffe
para regímenes de modernización autoritaria] de régimen autocrático, que refleja el papel personal de Vladimir Putin
[…] desde su llegada al poder en el año
2000» y Andrey Schelchkov [“Las claves del putinismo”, Nueva Sociedad, marzo 2018] lo describe como un «autoritarismo [que] como sistema de gobierno es ineficiente,
exageradamente burocrático y nada funcional», válido también para los
Romanov y Stalin.
La segunda clave del Putinismo —como para el Zarismo y el Stalinismo— es que es tremendamente
expansivo, intrínseco al concepto de Nación Rusa y la defensa del llamado
"mundo ortodoxo" del cristianismo universal en su interpretación
rusa.
Una
tercera —sin orden de prelación— es que la Federación Rusa ha sido
extremadamente beligerante y agresiva para lograr esa expansión, aumentado con
el Putinismo como fue en el Zarismo y el Stalinismo. En poco más de 30
años la Federación
Rusa ha participado: en 1990 la región moldava de Transnistria declaró
su independencia (República Pridnestroviana) y entró en guerra (1990-1992) con
la recién independizada República de Moldavia con apoyo no oficial ruso a la
primera “república no reconocida” postURSS, donde Rusia mantiene aún presencia
militar; en 1991-1994, Rusia intervino como “mediador” en la guerra de Nagorno
Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia que produjo la República (“no
reconocida”) del Alto Karabaj (hoy República de Artsaj), vinculada con Armenia;
luego, directamente, la Federación Rusa fue parte principal en las Guerras de
Chechenia, la primera fracasada (1994-1996) y la segunda iniciada en 1999 (Putin
de primer ministro) y que terminó “oficialmente” en 2009 (Putin ya presidente)
sin victoria clara aunque dejó a su afín en el poder; la 'guerra relámpago' ruso-georgiana (2008) que produjo la
“independencia” de Georgia de las “repúblicas no reconocidas” de Osetia del Sur y Abjasia; en 2014, Crimea y Sebastopol declararon la República
de Crimea independiente de Ucrania y anexada inmediatamente a la Federación
Rusa; el
apoyo ese mismo año a los movimientos separatistas prorrusos en las provincias
(“repúblicas no reconocidas”) de Donetsk y Lugansk, en la región del Donbass (frontera
este de Ucrania con Rusia); desde 2015, Rusia apoya militarmente al presidente
Bashar al-Assad en Siria, mientras mantiene dos bases militares: Hmeimim y el
puerto de Tartus (en Siria, han servido más de 63.000 soldados rusos).
No
menos importante —cuarta clave— es que la economía rusa hace tiempo ha estado
en caída libre atemperada —como fue Bolivia— con el boom de los precios del petróleo y el gas: para 2022, la proyección
del FMI sobre el PIB para la Federación de Rusia era de cerca de USD 1,8 billones
(trillions en inglés) en precios
corrientes (EEUU: 24,8), ocupando el lugar 12 y el PIB per cápita era de USD 11.660
en precios corrientes (lugar 71; EEUU: 74.730). Pero las sanciones de la semana
pasada barrerán esas predicciones: si en 2014, las sanciones redujeron un 0,5%
el crecimiento del PIB, ahora se augura que, en corto tiempo, lo afectará un 2%
(el pronosticado era del 2,8%, convirtiéndolo en nada). Un anuncio para el
ciudadano ruso de a pie de la gran inflación que —con profunda contracción de
la economía— conllevara una amplia estanflación y, por ende, mucho más
desempleo y pobreza.
En resumen, el Putinismo es
la consecuencia del fracaso en la transición de Rusia a la democracia en los
años 90 más su legado histórico imperial. La Misión de Putin ha sido recrear el
“Mundo Ruso”, recuperando las fronteras imperiales bajo la ideología
supernacionalista de la sobornost:
la unificación de los pueblos “rusos” según los sueños eslavófilos del siglo
XIX, asentada en tres supuestos pilares de la identidad nacional rusa: Pravoslavie (religión ortodoxa), Samoderzhavie (autocracia) y Narodnost (nación), propuestos por Sergej
Semenovich Uvarov, ministro del zar Nicolás I.
Como escribió el P. Stefano Caprio (“El fin del putinismo”, asianews, Pontificio Istituto per le Missioni Estere, 26/02/2022): «La gloria del Putinismo termina en Kiev. Para la Rusia de Putin […] pase lo que pase, ha llegado a su límite». Es el final sangriento del renacimiento putiniano de la Rusia ortodoxa porque Putin logró un no-objetivo: unir Europa contra Rusia.
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