El 31 de
diciembre de 2019 todos nos enteramos que en China había surgido una nueva enfermedad
provocada por un coronavirus, aunque nuevas informaciones cada vez retrasan más
el inicio de los contagios. Poco después, el 13 de enero, se produce el primer caso de coronavirus
detectado fuera de China, el de un ciudadano chino que había viajado a
Tailandia procedente de Wuhan y el 2 de
febrero en Filipinas sucede la primera muerte por coronavirus fuera de
China. El resto es la historia del virus más informado —verdadera
infodemia de verdades y bulos— y
expandido desde que la Peste Antonina pusiera a temblar al mundo antiguo entre
165 y 180 d.J.C.
En este
siglo 21, el COVID-19 es la cuarta pandemia de origen zoonótico (virus
transmitidos entre animales y humanos), todos iniciados como un
severo brote regional y expandidos rápidamente al resto del
mundo. Los tres provocados por coronavirus fueron: entre 2002 y 2004 el
Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), una enfermedad respiratoria aguda originada
en China y causada por el coronavirus SARS (SARS-CoV) mucho más grave que otras
infecciones por coronavirus, con baja morbilidad (contagio x cien mil
habitantes) pero con una tasa de mortalidad (porcentaje de fallecidos respecto
a contagiados) alta de alrededor del 10%, en los 30 países que se diseminó; el
síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), también una enfermedad
respiratoria aguda grave causada por otro coronavirus, el MERS (MERS-CoV),
informada por primera vez en 2012 en Arabia Saudita y Jordania, con muy baja
morbilidad y relativamente alta mortalidad, expandido hasta 2019 a 27 países en
todo el mundo, y ahora el COVID-19, una enfermedad respiratoria aguda, a veces
muy grave, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV2, con muy alta morbilidad
pero, usualmente, baja tasa de mortalidad (alrededor del 5% promedio en 188
países). El cuarto (antes del MERS: 2009-2010) fue la gripe A (H1N1: Virus
H1N1/09 Pandémico), variante del Influenzavirus A, conocida
como gripe porcina y originada en los EEUU con alta morbilidad y muy baja
mortalidad. Todas se diseminan de persona a persona a través del contacto con
secreciones infectadas, principalmente por contacto directo con gotitas
respiratorias o a través del contacto con una superficie contaminada por éstas.
Volvamos a
nuestra Región. Bolivia fue de los últimos países latinoamericanos en tener los
primeros casos de coronavirus.
¿Con qué contábamos? Un sistema de salud muy deficiente,
productos de décadas de falta de inversión adecuada en infraestructura, equipos
técnicos y personal de salud, escandaloso en el último período 2006-2019 cuando
hubo los mayores ingresos y se denegó potenciar la salud. Vale la frase del
entonces presidente Evo Morales que prefería construir canchitas de fútbol a
hospitales.
Ante el ingreso de la epidemia —no fue oficialmente pandemia hasta el 11 de marzo, cuando
la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró así—, como todos los
países progresivamente afectados Bolivia tuvo que reordenar sus prioridades
hacia el control de la propagación de la enfermedad, ya sea por contagios
exógenos —provenientes de los dos focos principales de coronavirus entonces:
China y Europa— o endógenos, mediante los contactos locales. Tras el cierre de
todas las fronteras y la suspensión de vuelos —política generalizada mundial—,
empezó una serie de determinaciones, tanto a nivel del sistema de salud
pública, el comportamiento social (cuarentena rígida) y las medidas económicas
(bonos, reducción de tarifas, postergación de créditos, entre otros), que fueron
—con las particularidades, posibilidades y creatividad gubernamental que
Bolivia tuvo— similares a nivel internacional pero agravadas por dos aspectos
fundamentales e intrínsecos: el mandato transicional del Gobierno nacional y la
obligación de realizar elecciones para sustituir las fraudulentas de octubre de
2019; súmeles el déficit fiscal y la deuda externa heredados del cuatroceno
anterior, la cada vez más férrea oposición de los seguidores del anterior
régimen —desde la Asamblea Legislativa Plurinacional, con mayoría absoluta, y
desde los focos de poder en algunas regiones, sobre todo el Chapare y altiplano—
y la permanente crítica de sectores de la denominada “oposición democrática” —contaminadas
por el tema electoral.
No voy a entrar en qué hizo o no hizo factualmente el
Gobierno de Janine Áñez Chávez —no es mi objetivo de análisis— sino voy a
exponer el desarrollo y estado de la pandemia —cada vez más convertida en
endemia para nosotros y el resto del mundo.
Desde el inicio de la pandemia hasta la mañana del martes 30
de junio, a nivel mundial se habían detectado casi 10 millones 500 mil casos,
de los cuales habían fallecido casi 510 mil y recuperado 5,2 millones (51,3%
del total de afectados). En la nomenclatura de la OMS, la cantidad de casos se
mide por contagios por cada 100 mil habitantes y se le denomina morbilidad de la enfermedad, mientras
que los fallecidos de esa enfermedad es la tasa
de fallecidos (o de letalidad),
que es el porcentaje respecto a la
cantidad de cantidad de casos pero otra forma de medir los fallecimientos es la
mortalidad por 100 mil habitantes; a
su vez, la tasa de recuperación es
la cantidad de recuperados respecto de los contagiados. En ese caso, la
morbilidad a nivel mundial actualmente alcanza 135,3, la tasa de mortalidad
5,0, la tasa de fallecidos fue de 0,0066% (por cien mil habitantes) y la tasa
de recuperación es de 50,2%. Para Bolivia la morbilidad el lunes pasado era de
276,1 (32.125 casos) —entre el máximo regional en Chile de 1.423,5 y los
mínimos en Cuba de 20,6 y de 6,3 en Belice—, la tasa de mortalidad fue de 3,3
(1.071 fallecidos) —intermedia entre el máximo regional de 12,3 en México y el
0,5 de Costa Rica—, la mortalidad por 100 mil habitantes es de 0,009% —entre el
0,029 de Chile y Perú y el 0,0002 de Paraguay; la tasa de recuperación era el
lunes del 27,8% (8.928 recuperados; 44,3%; el departamento de Santa Cruz tuvo
8.059) —las recuperaciones en Latinoamérica están entre el 94,1% en Cuba y
10,0% en Honduras. Comparativamente, los EEUU, con un nivel muy privilegiado en
desarrollo de la salud pública, su morbilidad el lunes fue de 788,3, tasa de
mortalidad de 4,9, mortalidad por 100 mil habitantes de 0,038 y su índice de
recuperación era del 26,7.
Tenemos dos nuevos elementos de análisis importantes: por un
lado, las cantidades de casos detectados, recuperados, fallecidos y casos
activos (éstos resultado de restar los recuperados y los fallecidos), las
cuales aparecen en el gráfico anterior que demuestra la diferencia creciente
entre el total de detectados y el de activos gracias a un incremento sostenido
de pacientes recuperados —sobre todo en el departamento de Santa Cruz— y a una
baja tasa de mortalidad; por otro, el comportamiento de las curvas respectivas,
sobre todo la de contagios.
Y éste es un éxito importante. Siguiendo los pronósticos de
Edgar Villegas —el ingeniero que demostró primero el megafraude en los
resultados de las elecciones pasadas— de que se alcanzarían 10 mil casos a
fines de mayo —el 31 se alcanzaron 9.982— y cifra de seis dígitos a fines de
junio, siguiendo el comportamiento de duplicación de los casos de contagiados cada
10 días, encontramos que la cifra de afectados el lunes 29 fue de 32.125 casos
totales, lo que significa un “aplane” de la curva de contagios —reducción de
crecimiento— por 18 días, beneficiando los centros hospitalarios con una menor
saturación crítica —además del aumento de recuperados y, en consecuencia,
disminución de casos activos— pero, en contraparte, alargando el proceso de la
endemia.
Elecciones y
endemia
Como mencioné antes, el otro gran actor del período son las
elecciones, fijadas para el 6 de septiembre próximo por la Ley 691 "De
modificación de la Ley 1297 de Postergación de las Elecciones Generales
2020", promulgada semanas atrás por acuerdo del Tribunal Supremo Electoral
con varios frentes políticos.
Como base de mi análisis me referiré a las proyecciones actualizadas
periódicamente del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la
Universidad de Washington en Seattle, entidad reconocida por la OMS y
financiada principalmente por la Fundación Bill y Melinda Gates. A fines
de mayo, el pronóstico del IHME para Bolivia era que el pico de la pandemia estaría
el 27 de julio con 93 mil casos detectados promedio. Sin embargo, las medidas
para flexibilizar la cuarentena en muchos municipios del país dieron 3
escenarios el 29 de junio —corrigiendo el que dio el 20 pasado que utilicé en
otros análisis—: el primero, con las medidas de la cuarentena rígida, tendría
su pico el 7 de agosto con más de 29 mil casos promedio; el segundo,
haciéndolas más rígidas (uso obligatorio de barbijo para todos, distancia
social indefectible, desinfección continuada, entre otros) daría su máximo el 3
de agosto con más de 23 mil casos detectados promedio, y el tercero,
flexibilizando la cuarentena —proceso progresivo actual en el país— tendría su
pico el 6 de septiembre (fecha electoral) con más de 93 mil casos detectados,
iniciando su descenso (sinusoidal) hasta entrado noviembre cuando alcanzaría
valores cercanos a R0 (R es el índice de reproducción o contagio; por ende R0
es cuando tienden a cesar prácticamente los contagios y se da por concluido
este ciclo de la endemia).
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