Este 2018 es un año de muchas y decisivas votaciones.
Presidenciales y legislativas en Costa Rica, Colombia,
Cuba, Paraguay, Venezuela —aún sin definir si forzarán las legislativas y
cambiada la fecha por tercera vez—, México y Brasil, legislativas y municipales
en El Salvador, municipales y regionales en Perú y Ecuador y Guatemala con referendos,
eventos que podrían reorientar el panorama político regional. A hoy, Costa Rica
ya eligió sus asambleístas y va a segunda vuelta presidencial, Ecuador realizó
su consulta popular y referéndum, El Salvador sus legislativas y municipales y
Colombia definió sus candidatos presidenciales para mayo y eligió sus
parlamentarios.
La importancia de la mayoría de estas elecciones es que pueden
determinar un cambio de adscripción ideológica, cuando México se debate entre
la izquierda populista —un candidato duro que la conveniencia ha
moderado— contra otro de la derecha moderna —quien posiblemente gane—, Costa
Rica decidirá entre la derecha dura y la socialdemocracia tercera vía —la
que ganaría—, en Colombia vencen ahora —y pronostico en las presidenciales— los
que buscan reformar los Acuerdos de Paz junto con el descalabro del partido de
la exguerrilla y el cantado final del Legado Santos —tema que será de otro
análisis posterior—, Ecuador transita del socialismo 21 al centro-centroizquierda —tras
desastrosos resultados para el correísmo— y Brasil vive una confusión
preelectoral —Lula, candidato populista del socialismo 21, a punto de cumplir condena—;
Venezuela se debate entre la ilegalidad de elecciones fraudulentas y amañadas
en un Estado cada vez más fallido y un retorno —imprescindible pero aún
hipotético— a la democracia y la legalidad. Por su parte, las presidenciales y
legislativas de Cuba y Paraguay no traerán cambios de fondo.
La significación de los procesos de Ecuador y El Salvador estriba
en qué representan sus resultados para el proceso al ocaso del denominado
socialismo del siglo 21, momentum
sociopolítico que analicé exhaustivamente en mi reciente libro Auge y caída
del socialismo del siglo xxi —los
dígitos romanos por respeto académico de mi buen editor. Como en diferentes
publicaciones ya analicé Ecuador, me centraré en El Salvador.
El 4 de marzo fue la antesala de la salida del poder del Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el partido heredero de la guerrilla.
Desde 1992 que finalizó el desangre que sufría el país, el grueso de la vida política
ha estado entre dos antagonistas: la derechista Alianza Republicana Nacionalista
(ARENA) y, desde 1994, el FMLN participando como partido en la vida política y
gobernando desde 2009 hasta concluir su segunda gestión en 2019.
La importancia de estos comicios fue que reafirmaron y potenciaron
el desgaste de las políticas del socialismo 21 con las que el FMLN ha gobernado:
de 31 legisladores cayó a 23; de gobernar 86 municipios bajó a 64 y obtuvo 475 mil
votos vs. 823 mil ARENA, visibilizando el descontento de amplios
sectores sociales salvadoreños. (Como paradoja, el FMLN perdió las municipales en
los lugares donde realizó los últimos Festivales del Buen Vivir, un evento de la
Presidencia similar al Programa “Evo Cumple” en el que se regalan instrumentos musicales,
computadoras y otros equipos y publicitan al presidente Salvador Sánchez Cerén).
El fracaso del FMLN no significa que fue inútil el martirio
de la guerra civil porque El Salvador es hoy más humano y conciliador como
pedía el Beato —pronto Santo— Óscar Arnulfo Romero y Galdámez pero sí demuestra
que el socialismo 21 tiene más cerca su fecha de caducidad.
Información consultada
Vilar, J.R.:
Auge y caída del socialismo del siglo xxi. Plural
Editores, La Paz, 2017.
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