Abrí 2017 con mi columna “El Año del Gallo de Fuego” y una
relación de hitos conflictivos precedentes: los escándalos irresueltos del FONDIOC y del affaire Zapata, el referendo de febrero, el conflicto
de los cooperativistas mineros, la crisis del agua en La Paz, el desastre de
LaMia y los casos Porvenir y Terrorismo empantanados por su continuado
desmoronamiento argumental. A ellos sumaba la contracción económica —más evidente
ahora a pesar del optimismo oficialista, que recuerda “la mesa servida” de Rafael
Correa—, las elecciones judiciales —en 2011, los votos nulos y en blanco
superaron el 60%, y en las de 2017 rozaron el 67%, quinto fracaso electoral del
MAS y cuarto
consecutivo: judiciales
2011 y 2017, municipales 2010 y 2015 y consulta 2016—, más la ineludible meta oficialista
de repostular al presidente. Cerraba con mi visión de la oposición: fragmentada,
acuartelada en la reactividad, urgida de liderazgo común y de proyecto país.
Referiré el
contexto regional de ahora respecto de mediados de 2008: en casi toda
Sudamérica —excepto Colombia y Perú— gobernaban partidos miembros del Foro de
São Paulo: PSUV (Hugo Chávez) en Venezuela, Alianza PAIS (Correa) en Ecuador, Socialista
(Michelle Bachelet) en Chile, Frente Amplio (Tabaré Vasquez) en Uruguay, PT (Lula
da Silva) en Brasil, Frente Guasú (Fernando Lugo) en Paraguay y MAS (Evo
Morales) en Bolivia —incluyo Argentina porque, aunque el FpV (Cristina de
Kirchner) no integró el Foro, era abiertamente afín—; los commodities tenían precios topes (el petróleo WTI alcanzó 145,29 dólares el barril), era
el apogeo de los organismos creados por Chávez —ALBA-TCP y UNASUR y pronto CELAC—
y la OEA le era genuflexa, la inversión extranjera directa “inundaba” la Región
y el MERCOSUR “nadaba” en la economía ideológica. Por el contrario, 2018 se
inicia con gobiernos del socialismo xxi en
retroceso (quedan Nicolás Maduro en Venezuela y Morales en Bolivia; Lenín
Moreno en Ecuador y Vasquez de nuevo en Uruguay tomaron posiciones moderadas),
los commodities están en precios bajos —ya pasado el perigeo—,
UNASUR y CELAC van en franca desaparición, la OEA es contestataria y la
ALBA-TCP sobrevive a la defensiva —como el Foro—, la IED es escasa y el
MERCOSUR abandonó las ataduras ideológicas… y gobierna los EEUU Donald Trump,
para quien Latinoamérica no es importante.
Para Bolivia, los augurios 2018 son nada halagüeños: la
conflictividad —incentivada
por la forzada re(x4)postulación— se agudizará —mucho más allá del actual por el
nuevo Código Penal— porque la
economía no tiene visos de mejorar y sí de complicarse —pendiente de negociar el
gas para Brasil, sin concreción real de nuevas inversiones sustanciales en
hidrocarburos, una alta cartera de créditos en lo interno y una
deuda significativa y progresiva en lo externo—: es el momento para confirmar que
el tan celebrado ahorro interno —sustento de la filosofía económica del
docenio— es más que una utopía.
La oposición llega al
bienio preelectoral sin un candidato de consenso y atomizada frente a uno ya
establecido —“blindado” más allá de cualquier protesta— y con sus liderazgos
bajo la barrera del 25% de votos, adoleciendo en gran medida de un proyecto
país a largo plazo que trascienda lo coyuntural opositor. Las urgencias en
formar cuadros en los distintos niveles y en nuevos líderes —de consenso y sin
fugacidad— que renueven el panorama son metas difíciles para dos años pero
imprescindibles de empezar.
Información consultada
http://www.telam.com.ar/notas/201712/235482-pena-sturzenegger-dujovne-caputo-conferencia-prensa.html
https://www.infobae.com/economia/2017/11/28/la-economia-argentina-crecera-29-este-ano-segun-la-ocde/
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