Abusaré de mis lectores con dos referencias históricas que me
servirán para argumentar.
Simeón (o Simón) el Estilita fue un
santo asceta cristiano de los siglos iv
y v, famoso por penitenciar 37
años en una pequeña plataforma sobre una columna a 17 metros del suelo para
evitar las tentaciones humanas. Como muchos ermitaños y anacoretas de esa época,
buscaba purificar su alma negándose —absteniéndose— los placeres materiales.
El "General Invierno" fue, para el hasta entonces
invicto Napoleón Bonaparte, el enemigo que derrotó su Grande Armée cuando
invadió Rusia en 1812: Era el inclemente invierno ruso que “ataca” con muy
bajas temperaturas y dificultades al transporte. Más de un siglo después, la Alemania
Nazi atacó a la Unión Soviética en 1941 pero las fuerzas soviéticas,
con ayuda del General Invierno, las derrotaron definitivamente en 1943.
¿Por qué estas dos —supuestas— digresiones? La
imagen de San Simeón en su alta columna —magistralmente recreada en “Simón del desierto” de
Buñuel— me ayuda a explicar los conflictos que han
venido sucediendo en los últimos tiempos y, sobre todo, el creciente actual. Me
es manifiesto que el Poder del Estado —el Ejecutivo, con los demás Poderes
cooptados— piensa y actúa desde una visión vertical que,
desde arriba de “su columna”, manda y homogeniza la sociedad y la divide en los
“adeptos” —atribuyéndole ser “el pueblo”—
y “opositores” —“la derecha”— y tiende a olvidar que la
sociedad no es tan manipulable y que las descalificaciones —maniqueas
siempre y ramplonas las más de las veces—, más que mellar al
destinatario, actúan regresivamente. (Me pongo a pensar ahora en los apologetas de la justedad del 205 qué pensarán luego que el Gobierno se
apresuró en hacerlo derogar). Hoy,
la discusión política —porque, más allá del descrédito que puedan
tener sus actores partidarios, la
política (expresada desde Platón en “La
República”, “Político” y “Las Leyes”) es la vía para alcanzar el
bien común y el mecanismo para resolver pacífica y
razonablemente los conflictos mediante el dialogo consensuado—
es urgente necesidad, sobre todo porque la actual oposición a las imposiciones
verticalistas es de la sociedad civil despojada de partidismos —con
los partidos como actores lamentablemente desacreditados y en regresión.
Para el modelo
socioeconómico e ideológico gubernamental de Bolivia hoy, el “General Invierno”
es el “General Economía”. Fuera de quienes propaguen que el éxito económico del
docenio es consecuencia única del modelo, no creo que haya muchos que duden que
la coyuntura de altísimos precios internacionales de nuestros commodities —gas, soya, minerales— fueron causales principales
del boom de crecimiento económico y alto PIB entre 2008 y 2013 —6,1 y 6,8%, respectivos (BM)—, decreciente desde 2014 pero aún expectable en la Región.
La apuesta gubernamental por
la subida de los precios del petróleo —muy leves el año pasado y con
escasas recuperaciones coyunturales— y su influencia en el del gas
—moderada por la falta de descubrimientos, la negociación de nuevos
contratos de exportación a Brasil y por el take-or-pay adeudado del
actual— y, además, por la incidencia del consumo
interno —un driver de desarrollo y
estabilidad económica en la visión que desarrolló el exministro Arce Catacora—
van, precisamente, a intentar morigerar al “General Economía”. La medida de
éxitos en ambos empeños —y el bajar de la columna—
condicionará la estabilidad del modelo y, con mucho, lo que podría suceder al
llegar a 2019.
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