Populismo y corrupción —generadores de desigualdad, otra constante— son dos males que,
con carácter de endemia, sufrimos en Latinoamérica porque, más allá del tinte
ideológico o la corriente política, los hemos tenido de izquierda, de centro —quizás los menos— y de derecha.
La suma de ambos —unido a
soluciones “rápidas y fáciles”— son uno de los factores que, con frecuencia,
han imposibilitado el afianzamiento de nuestras democracias, a veces más
etiquetas de discursos que realidades.
De las soluciones “fáciles”, estos días tuve un ejemplo que
combina lo solidario, a primera vista, con resultados negativos. La fuente era un pedido en
Change.org que reclamaba que el dinero que el Estado mexicano daría a los
partidos en las elecciones se dedicara a cubrir las necesidades de las víctimas
del reciente terremoto; analicémosla.
El
solicitante pedía que “el INE Instituto Nacional Electoral done los casi 7.000
millones de pesos destinados a los partidos políticos en México a los
damnificados de la tragedia”, lo que equivaldría a USD 388 millones [M]. En
realidad, la cifra es mayor si consideramos todo lo que recibirán los partidos
políticos, tanto de fondos federales como estatales: 11.904 M de pesos, poco
más de USD 660 M. A primera vista pareciera muy positivo pero un análisis
rápido desfonda la idea.
Aunque
a priori se me pueda acusar de insensible, es precisamente la
solidaridad consciente la que me mueve a ello. Se calcula que el terremoto del
19 de septiembre de este año pueda costar hasta 1% del PIB mexicano —equivalente esto a más de USD 10,6
miles de millones [MM]; el de la misma fecha en 1985 costó más de USD 5,6 MM a
precios actuales. En
principio, el gobierno movilizó los USD 5 MM del Fondo Nacional de Desastres, a
lo que se podrían sumar los USD 56 MM que cuentan las aseguradoras para este
tipo de eventos —aunque
el nivel de asegurados es bajo.
Visto
desde la posibilidad muy cierta que el financiamiento ilegal —narcotráfico y empresarial
prebendalista, entre otros, que aun con el financiamiento legal afloran su
presencia— cubra el pretendido desfinanciamiento de las campañas —las de 2012
costaron (entre egresos y apoyos) más de USD 3 MM y crecieron 250%
sobre las de 2006; de crecer así, y espero que no, las de 2018 costarían casi USD
8 MM—, la propuesta de desfonde es arriesgada y sumamente peligrosa porque las
campañas no dejarán de realizarse y de alguna forma se financiarán. Sin
embargo, la propuesta olvida —u obvia— que el combate a la corrupción —que
“roba” a México entre 9 y 10% de su PIB, unos USD 100 MM por año— puede ser una
excelente vía de recuperación de recursos, sobre todo si comparamos con Brasil
y Lava Jato, donde en los más de dos primeros años se ha logrado recuperar USD
330 M de los casi 2 MM desfalcados en el escándalo —aunque se calcula que los
diez años petistas, Petrobras perdió más de USD 13 MM.
Obvia
respuesta. El escándalo
de los sobornos de la Organização Odebrecht hizo visible la corrupción casi generalizada;
de sus “beneficiados”, durante el período cuatro —los
más corrompidos: 70%— fueron gobernados por socialistas del siglo 21 y afines con USD 515,5 millones: Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela,
dos por gobiernos de izquierda moderada: República Dominicana y Perú y cuatro —los
menos sobornados (13%) pero no menos
corruptos— por centroderecha y derecha: Colombia,
Guatemala, México y Panamá.
Volveremos sobre
populismo.
Información consultada
http://cnnespanol.cnn.com/2016/10/04/cinco-de-los-10-paises-mas-corruptos-del-mundo-son-iberoamericanos-segun-informe/
http://www.univision.com/noticias/noticias-de-mexico/el-millonario-costo-de-las-elecciones-en-mexico
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