«Les Français
ont choisi l'espoir et l'esprit de conquête [contre] l'esprit de division [et]
la rupture avec la marche du monde.» [«Los
franceses han elegido la esperanza y el espíritu de conquista [contra] el
espíritu de división [y] la ruptura con el avance del mundo.» Emmanuel Macron en su
discurso de posesión.]
Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron, vigésimo quinto
presidente de la République française —y copríncipe de Andorra, una
curiosa figura desde el siglo XI, antes de que existiera la France— y décimo de
la V República que forjara Charles de Gaulle en 1958, no sólo asciende al poder
como el abanderado de la esperanza de los franceses sino, además, de todos los
que quieren evitar los neopopulismos nacionalistas y aislacionistas —de derecha
principalmente, pero también de izquierda como los de Sýriza en Grecia y
Podemos en España— que amenazan con destruir la globalización y la unidad
europea como el de los primeros ministros Beata Szydło de Prawo i
Sprawiedliwość (Ley y Justicia) y Viktor Orbán de FIDESZ - Magyar Polgári
Szövetség (Unión Cívica Húngara) en el país magyar, siguiendo la ola de los
triunfos del Brexit en el Reino Unido y Donald Trump en los EEUU.
Los retos para Macron son muchos: una economía deficitaria
desde 2004 y un bajo crecimiento del PIB —estimado en 1,5% para 2017 y 1,8% en
2018, aunque recuperándose luego de las caídas de 2009 (-2,9%) y 2012-2014 (0,2%,
0,6% y 0,6% aunque ya en 2015 creció 1,3%)—, 56% del PIB en gasto público y la
deuda se acerca a su 100% con déficit crónico —sin equilibrar desde el final de
Valéry Giscard d'Estaing y el comienzo de François Mitterrand, en 1980,
aunque la inflación es baja (alrededor de 1,2% interanual a abril, la mayor
desde 2012)—, el paro es de alrededor del 10% —el doble que Alemania (5,8%) y
el Reino Unido (4,6%)— y el terrorismo islamista ha pegado fuerte en Francia —2015:
en enero asesinatos en el semanario Charlie Hebdo y una tienda kosher parisina,
en agosto hubo un frustrado intento de ataque en el tren rápido Amsterdam-Paris
y en noviembre la masacre de El Bataclan y restaurantes cercanos, en Paris; 2016:
en junio fueron asesinados un matrimonio de policías y en julio un camión
arrolló a una multitud, ambos en Niza y ese mismo mes fue degollado mientras
oficiaba misa el anciano sacerdote Jacques Hamel en Normandía; 2017: en marzo
hubo un ataque incruento en el aeropuerto de Orly y a fines de abril es
asesinado un policía y heridos otros, ambos en Paris— además de la fuerte
inmigración árabe y de los musulmanes autóctonos —ciudadanos por varias generaciones, los llamados “franceses de segunda generación”— que
han creado verdaderos guetos salafistas en los barrios de mayoría musulmana —donde
viven la mayoría de los más de 5 millones de musulmanes que habitan Francia (30
en toda la Unión Europea), 8% de todos los franceses, muchos de ellos bajo el
nivel de la pobreza y donde es mucho más alto el desempleo— aprovechando la
laxitud de un estado “políticamente correcto”, “multiculturalista” e
“inclusivo”. Y por si esto no fuera suficiente, Marine —Marion Anne Perrine— Le
Pen y su Front national (Frente Nacional) posicionando en los franceses la
salida de la Unión Europea, el regreso al franco, el proteccionismo y el
populismo —todas compartidas en el otro extremo del arco ideológico, el
ultraizquierdo, por Jean-Luc Mélenchon y La France Insoumise (Francia
Insumisa), de quien sólo le separa la oposición a los migrantes; además,
súmesele las consecuencias del Brexit y las amenazas —atemperadas ahora, es
cierto— de Trump de hacer que Europa pague su defensa y la “protección” —que
hasta ha poco se entendía “de interés mutuo” y “prioridad para la seguridad de
los EEUU”— estadounidense.
Las elecciones fueron el momento en que cuatro visiones del
mundo —distintas pero con muchas similitudes, a veces paradójicas— confluyeron:
una izquierda crítica (Mélenchon y Hamon), un centro liberal (Macron), una
derecha liberal conservadora (Fillon) y una extrema derecha (Le Pen). Hasta acá
las diferencias a primera vista; en lo paradójico, Le Pen y Mélenchon tenían
coincidencias en el manejo de la economía —para ambos eran profundamente
estatistas, defensores del intervencionismo del estado en la economía,
antiglobalizadores y profundamente críticos de la Unión Europea— pero opuesto
culturalmente —Le Pen conservadora, con lo que coincidía con Fillon en sus
posiciones nacionalistas y conservadoras mientras Mélenchon y Macron eran
culturalmente liberal, tolerantes con los musulmanes y defensores de los
derechos para los homosexuales —; a su vez, Fillon y Macron eran liberales en
su visión de la economía. Al final, triunfó la posición liberal de Macron en la
economía y la cultura.
Requiem pour la Vème République
Si ése es el panorama actual, las oportunidades que tuvo
Macron —un social liberal, mix de socialdemócrata de centro y liberal de centroderecha
con conciencia social— para su triunfo son varias: la primera, que el gobierno
saliente del socialista François Hollande fue muy impopular —según Cevipof,
tras el anuncio de que no se reelegiría un “alivio” de percepción le subió
inmediatamente 13 puntos porcentuales desde su casi 16% de popularidad previo,
el menor de un presidente francés desde René Coty, antes que De Gualle lo
sustituyera— y su quinquenio 2012-2017 fue uno de los más inestables
económicamente —bordeó técnicamente la recesión con crecimiento casi 0% del PIB—,
ejemplificado por su bajo liderazgo y práctica subordinación a las políticas
económicas estabilizadoras —y prácticamente recesionistas— fijadas por la
“locomotora alemana” encabezada por la Bundeskanzlerin Angela Dorothea
Merkel y su ministro de finanzas Wolfgang Schäuble.
La segunda fue que el descrédito de la gestión Hollande sumó
al Parti socialiste en una de sus peores crisis, acentuada —casi en estado
terminal— tras la izquierdización para las elecciones recientes con la elección
en primarias de Benoît Hamon, exministro de Hollande, como candidato socialista
en detrimento de Manuel Valls Galfetti, reciente primer ministro y más popular
que el presidente Hollande —26% en octubre pasado—, considerado un “liberal”
por los sectores a la izquierda del Partido; los otros candidatos en las
primarias fueron los exministros Arnaud Montebourg —tercero—, Vincent Peillon y
Sylvia Pinel —aliada social liberal—, el diputado verde François de Rugy y
el eurodiputado Jean-Luc Bennahmias. Hamon obtuvo en las elecciones 2.291.565 de
votos —6,36% del total—, poco más de los 1.170.000 que obtuvo en la segunda
vuelta de las primarias socialistas, constituyendo esos poco más de un millón
de votantes adicionales todo lo que la campaña presidencial socialista de Hamon
pudo captar tras las primarias.
La tercera fue el error catastrófico que para Les
Républicains y los socialistas fue la decisión de convocar a primarias
abiertas, donde cualquier ciudadano —tras el pago simbólico de 1 €— podía votar
sin necesidad de pertenecer al partido tras el fútil argumento de que “conocían
la plataforma”, error que les costó a ambos partidos sus posibles candidatos
mejor situados en preferencias. Para los republicanos —con mayor votación:
alrededor de 4 millones, muchos de ellos socialistas y de otras corrientes de
izquierda y extrema derecha que buscaban frenar a Nicolas Sarkozy— significó la
derrota del favorito expresidente Sarkozy —Nicolas Sarközy de Nagy-Bocsa— y de
su ex ministro —y exprimer ministro de Jacques Chirac— Alain Juppé frente
François Fillon, exprimer ministro de Sarkozy; los otros cuatro candidatos —Nathalie Kosciusko-Morizet, el
ultraconservador Jean-Frédéric
Poisson y los exministros Jean-François
Copé y Bruno Le Maire— fueron intrascendentes en resultados. Fillon se
presentó como el candidato de la derecha constructiva, distanciándose a la vez
del período Sarkozy y de la ultraderecha de Le Pen; un aluvión de escándalos de
corrupción terminó por hundirlo al tercer lugar en las elecciones, levemente
por arriba del candidato de la extrema izquierda y senador exsocialista, Jean-Luc
Mélenchon, líder del Parti de Gauche y de la coalición La France Insoumise que
lo patrocinó tomando ejemplo y programas de la campaña de
Bernard "Bernie" Sanders en los EEUU y del partido español
Podemos.
La cuarta fue el temor que despertó en parte importante del
electorado francés y europeo en general el avance de sectores de derecha
extrema, nacionalistas, antiglobalización, antieuropeístas, populistas y antinmigrantes
sostenidos en sus discursos por la situación económica deficiente tras la
crisis de 2008, el fracaso de la política comunitaria respecto a la
inmigración, el auge del terrorismo islamista y la baja operatividad —y alto
burocratismo ineficiente— de las instituciones de la Unión Europea, sectores
envalentonados tras el Brexit —con consecuencias muy directas la desvinculación
para Francia— y la victoria de Trump.
La quinta y última: la desesperanza de la
ciudadanía francesa —compartida por casi todos los europeos y muchos
estadounidenses— en sus políticos y sus partidos. Sólo así se explica cómo un
partido nuevo —La République En Marche! (¡La República en
Marcha!), continuación de En Marche! Association pour le renouvellement de la
vie politique (¡En Marcha! Asociación
para la Renovación de la Vida Política)—, creado hace un año recién para
catapultar a Macron a las presidenciales, pudo llevar a su creador a la
presidencia de la República Francesa.
La Politique en rose
El ascenso electoral de Macron y sus posteriores victorias
en primera y segunda vuelta fueron feraces para las publicaciones del corazón: la llamada prensa rosa. No por gusto Francia fue su cuna con la parisina L'Illustration a fines del siglo 19
—también fue la primera publicación que incluyó fotografías: en blanco y negro
en 1891 y a color en 1907.
Un joven Macron —39 años ahora, el más joven gobernante de
Francia desde Napoleón Bonaparte—, el más joven ministro de Francia —36—, nunca
elegido, casi sin partido —militó en el Socialista entre 2006-2009—, graduado graduó
en ciencias políticas en el Instituto de Estudios Políticos de
París y en la Escuela Nacional de Administración —el “horno” donde se
cuecen las élites políticas y gubernamentales del país—, banquero exitoso de
inversión en Rothschild & Cie… Pero todo esto era “menos interesante” que
su histoire d'amour éternel (historia
de amor eterno): alumno brillante de liceo que se enamora, a los 16 años, de Brigitte Trogneux —en esa época Auzière, por su entonces esposo—, su profesora de francés y
guía de grupo de teatro, 24 años mayor, casada y con tres hijos —contemporáneos
y asaces compañeros de estudio de Emmanuel. Una historia de amor que, repudiada
por los padres del chico y distanciados —Emmanuel es enviado a estudiar a
Paris, poniendo tierra por medio—, se mantiene y alcanza el éxito en 2007
cuando, divorciada Brigitte y con el apoyo de sus hijos, se casan.
Así se inicia la que —luego de las historias escabrosas de
amores de Mitterand (simultáneamente y bajo el mismo techo del Elíseo con Anne Pingeot y su esposa Danielle) y
Hollande (y sus tres “primeras damas” superpuestas: Ségolène Royal, Valérie
Trierweiler y Julie Gayet)— será un remanso rosa para muchos: un joven presidente
con seis nietos y una esposa que saber guiarlo a la victoria, porque Mme.
Macron estuvo presente en las grandes decisiones de su esposo durante su
ministerio, en su campaña y ya ambos anunciaron que no será decorativa en la
Presidencia. Nadie duda que Brigitte no será otro vase brisé —como la imagen que describió Sully Prudhomme— a la
sombra del Poder.
¿Será el poder al lado del trono —como Hillary Clinton o,
mejor aún, Jackie Kennedy— o estará tras el trono —como Nancy Reagan? Lo que me
extrañaría mucho es que quedara sólo como una figura decorativa como Melania
Trump —Melanija Knavs—, con quien se la ha comparado por sus trajes celestes —color
preferido de la Kennedy y que es el color del poder en segundo plano— en las
tomas de posesión de sus maridos —el de Mrs. Trump de un reconocido diseñador
estadounidense, el de la primera dama francesa de una marca insignia del país —en
avance de austeridad, el vestido fue prestado por la marca.
Curiosamente, a Melania la separan de Trump los mismos años
que a Brigitte de Emmanuel: 24, pero los sentidos son contrarios. Yo voto por
la madurez de Mme. Macron.
Después de los fastos: Ce sera la VIème République?
La derrota de los dos partidos que marcaron los últimos
sesenta años de la política francesa dentro de la V República que forjó De
Gualle —el de derecha, cambiando de nombre (Union des Démocrates pour la
République, Union pour la Démocratie Française, Rassemblement pour la
République, Union pour un mouvement populaire, Les Républicains…) y que dio a
De Gualle, Alain Poher, Georges Pompidou, Giscard d'Estaing, Chirac y Sarkozy
como presidentes, y de izquierda, el omnipresente socialista (socialdemócrata),
que ubicó a Mitterrand («le Sphinx» [«La
Esfinge»], tres veces presidente, 14 años, casi quitándole a Louis-Philippe «Égalité» la condición de último rey
de Francia) y Hollande en la presidencia— marcó un cambio significativo que no
fue ocupado por los extremos: la ultraderecha del Frente Nacional de Le Pen o
la ultraizquierda de Francia Insumisa de Mélenchon.
Ese cambio significó para Macron tener ante él dos caminos:
relanzar la República y forjar la VIème République o enterrarse con la Quinta
y, de yapa, a la Unión Europea. Ésos son los caminos.
Por lo pronto, su centrismo y la novedad de su partido "ni de derecha ni de izquierda" le
ha permitido mirar a todos lados: Su primer ministro es un diputado conservador moderado —Edouard Philippe, del partido de Fillon—;
sus ministros —11 mujeres y 11 hombres—
provienen de varios partidos: el propio La République En Marche!, Les
Républicains, socialistas, radicales y centristas, además de ecologistas e independientes,
confirmando un sentido de unidad y alianza, de la que está muy necesitado para
conformar en las elecciones de junio una mayoría parlamentaria que le permita
gobernar y no cohabitar.
El reto está, las cartas también. Falta echar a andar.
Información consultada
http://www.lavanguardia.com/economia/20170514/422550050318/macron-radiografia-economica-francia.html
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