Hoy Argentina elige presidente o, al menos, reduce
los posibles a dos. Desde las PASO de agosto, las opciones son para el postkirchnerista
Daniel Osvaldo Scioli Méndez y el centroderechista Mauricio Macri Blanco, en las
encuestas con niveles semejantes a agosto (Scioli: 38 a 40%; Macri: 30 a 28%); de
seguir esta tendencia, sería difícil ganar en primera vuelta, aunque ambos apuestan
a captar el 20% no definido —más descreído que indeciso. Lejos está Sergio Massa
Cherti, quien no remonta su 20% de las PASO pero sería árbitro del muy probable
ballotage, y el resto no cuenta.
Y es que la paradoja de estas elecciones pasa porque
ninguno de ellos se “vende” hoy más allá de un imaginario centro político: Scioli
como centroizquierda cada vez más centro, Macri desde la centroderecha casi al centro
y Massa centrista con movimientos de cadera hacia ambos lados inmediatos. Más allá
de otras diferencias o confluencias, la economía es transversal a los tres programas:
Scioli dice que va a corregir los desbalances macroeconómicos y ser menos populista
que la dinastía K, Macri que mantendrá los bonos —producto de la bonanza de commodities que rebajaron la pobreza pero
frustraron el desarrollo del país y crearon una gran población parásita que vota
por los K— y Massa que aliviará los impuestos. La incredulidad de los votantes
entrevistados raya 50% para todos ellos.
Los 32
millones de electores argentinos tendrán que decidir sobre el cambio gradual de
Scioli para “seguir haciendo”, el “cambio es posible” de Macri o “el cambio justo”
de Massa —homófono del programa español.
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