Dos mil catorce fue un
año complicado: el declive de la bonanza de los commodities y algunas
elecciones —no todas— con nerviosismo para los aspirantes
fuertes, pero 2015 lo será más.
Recordando elecciones, en la Región —descarto
el Caribe anglo-franco-neerlandés— se eligió presidente en Costa Rica, El
Salvador, Colombia, Panamá, Brasil, Bolivia y Uruguay; de ellas, en cinco hubo
ballotage —Bolivia no necesitó y Panamá no lo estipula—, lo que es señal de que
en esos países no fueron victorias contundentes. En Colombia, Brasil y Bolivia
sus gobernantes fueron reelegidos pero en los dos primeros sufrieron para
lograrlo. Desde el color político y aunque las etiquetas son frágiles, para
clarificar mencionaré que Costa Rica pasó de centro a centro-centroizquierda,
en El Salvador se reforzó la izquierda, Colombia se mantuvo en la centroderecha,
Panamá se mueve entre derecha y centroderecha —liberales—, mientras que Brasil
mantiene su centroizquierda —aunque más al centro—, Bolivia su izquierda y
Uruguay su centroizquierda. Una visión simplista diría un giro hacia la
centroizquierda-izquierda, lo que reforzaría el capitalismo populista de Estado
del socialismo del siglo XXI —con los principales miembros de la ALBA: Bolivia,
Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela y sus simpatizantes: El Salvador, Brasil,
Uruguay, Argentina y sectores del oficialismo chileno— pero, como veremos a
continuación, esa visión maniquea es errada.
El largo estancamiento nipoeuropeo y la progresiva
ralentización china producen un continuado descenso de precios en commodities
que afecta a casi toda Latinoamérica; además, la recuperación económica de EEUU
le regresa los capitales —“golondrina”— que durante su crisis llegaron a
Latinoamérica y, sobre todo, a los BRICS+MINT —desacelerándolos y, a su vez,
necesitando menos commodities—, a lo que se suma el abrupto descenso de los
precios del petróleo —consecuencia de las desaceleraciones pero agudizado
interesadamente por las monarquías del Golfo, saudíes sobre todo, y el boom del
shale oil— y malas —Brasil— o pésimas —Venezuela y Argentina— conducciones
económicas.
De los países hidrocarburíferos y mineros,
México —por su apertura actual y su amplio comercio con EEUU en franca
recuperación— podrá ser el menos afectado en su economía entre los exportadores; igual sus socios en
apertura, Chile con su FEES, Colombia y Perú. En Brasil ganó Rousseff pero
gobernarán las propuestas económicas de Neves —que no tendrá que hacer el
trabajo feo como sí le tocará al próximo que sustituya al kirchnerismo.
Venezuela, luego del fracaso del diálogo y de la constatación de que una
oposición en distintas velocidades no es viable, va hacia su implosión.
En resumen, los ahorradores serán beneficiados
y pronto los espejismos económicos de cualquier tendencia se esfumarán,
arrastrando populismos, economías ideologizadas y proteccionismos. No son buenos
augurios pero confío que se aminore, en general, el trauma para los más pobres y
sin otra “década perdida”.
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