Una barrera de agua de 180 kilómetros —150 en el
lugar más estrecho del Estrecho de la Florida— será el penúltimo muro de la Guerra
Fría que caerá —el último aún pasa por Panmunjom— ahora que los Estados Unidos de
América y Cuba anuncian su normalización de relaciones, interrumpidas hace 53 años.
Una división que, con altos y bajos, no sólo ha
sido física e ideológica sino humana. Aunque desde hace años el gobierno de La Habana
flexibilizó las relaciones con la comunidad cubana en el exterior, la reintegración
no se ha dado, ni para los cubanoamericanos —cubano-estadounidenses, los emigrados
hacia EEUU— ni para la mayoría de los residentes en el resto del mundo. Y que también
fue fiel de balanza de las relaciones de Latinoamérica con EEUU.
Una larga conversación telefónica entre los presidentes
Obama de EEUU y el cubano Castro Ruz y el posterior anuncio simultáneo de ambos
en sus respectivas capitales del inicio del proceso para la reanudación de relaciones
entre ambos países y la liberación de presos de ambos países —en Cuba Alan Gross
y Rolando Sarraff Trujillo (antiguo agente de inteligencia cubano preso desde
1995 por espionaje a favor de EEUU) y los 3 últimos del Grupo de los Cinco en EEUU—
cambiarán la geopolítica regional eliminando los impedimentos para la
reinserción total de Cuba en todos los organismos regionales.
El acercamiento —que reanuda la actividad bancaria
entre ambos países, aumenta el límite de las remesas, excluye a Cuba de la
lista de promotores del terrorismo y amplía las ventas y exportaciones— es la
conclusión de un proceso largo —los siete editoriales que The New York Times le
dedicó recientemente eran su anuncio— que, en la práctica, significa la
cancelación del embargo estadounidense —cada vez más infectivo y fracasado en
su propósito de transformar el sistema vigente en Cuba. Para EEUU tiene tres
objetivos: por un lado, la seguridad de sus fronteras ante la posibilidad de un
éxodo masivo de cubanos si se desestabiliza la situación económica del país;
por otro, la eliminación de un elemento de conflicto en sus relaciones con
Latinoamérica —justificando críticas— y, tercero, la constatación de que los
métodos empleados hasta el presente para incidir en la política cubana fueron
ineficaces y se requerían nuevos. Para Castro Ruz, el fundamental es la imperiosa
necesidad de lograr la supervivencia de su gobierno tras la crisis venezolana —su
fundamental soporte— y la imposibilidad de sustituirlo por China —desinteresado—
y Brasil —con sus propios problemas agudizados.
Este proceso —promovido desde el Vaticano y con apoyo de Canadá— que se inicia hoy, inicio de Hanukkah y en
víspera de la Natividad, conllevará una mezcla de alegría y tristeza, esperanza
y decepción por las muchas indefiniciones que hasta ahora —y
tendrá por tiempo— tiene pero, sin
dudas, necesitará de toda la luz de la corona de Adviento y de la menorah para
que ilumine el proceso.
Información consultada
http://www.infobae.com/2014/12/17/1615782-eeuu-cuba-la-trama-secreta-detras-del-acuerdo
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