Enrique Peña Nieto llegó a Los Pinos en 2012 con una
impresionante oferta de cambios, que iban a reformar un México caudillista,
corrupto, verticalista, atrapado en el narcoterrorismo y a muchos campos
anquilosado aún.
Empezó muy bien, consensuando. El Pacto por México, inédita
mesa de consenso entre los 3 partidos principales del país: Revolucionario
Institucional de gobierno, Acción Nacional recién derrotado y De la Revolución
Democrática junto con todos sus aliados. El primer éxito fue para el PRD: se
libró de Andrés Manuel López Obrador y su MORENA. El segundo, los Acuerdos
llegados para viabilizar reformas estructurales y constitucionales: derechos y
libertades; crecimiento económico, empleo y competitividad; seguridad y
justicia: transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, y
Gobernabilidad Democrática. De ellos, salió la reforma educativa y la de
telecomunicaciones y la revolucionaria —aún habrá que ver su implementación y resultados—
apertura energética. De gobernabilidad: bien, gracias.
La masacre de los 43 estudiantes de Ayotzinapa —en el Estado
de Guerrero, que es uno de los 3 gobernados por el PRD— devela, con cruda
desnudez, como el contubernio de una parte no poco importante de la clase
política —hoy ejemplificada por el alcalde de Iguala José Luis Abarca Velázquez
(PRI)— con la narcoviolencia. Y el viaje internacional de Peña Nieto en el
momento más álgido —y antes su demora en recibir a los padres— lo deja muy mal
parado como gobernante.
Información consultada
http://elpais.com/especiales/2014/iguala/
No hay comentarios:
Publicar un comentario