«El populismo es un insulto a los que pensamos
que el pueblo es más simpático que las oligarquías.» [Paco Ignacio Taibo II, escritor, periodista
y activista político hispanomexicano]
El peccātum (pecado) identificaba la transgresión de lo considerado
“bueno”, lo que para los griegos era hamartánō (“el lancero que erraba su blanco”)
mientras para los hebreos era jattáʼth (“errar”, no alcanzar una meta). Yo me referiré
al “pecado” transgresor de las leyes del desarrollo económico: el populismo.
Tan antiguo como la República Romana, es en Latinoamérica
donde se afianza el populismo, de derecha como de izquierda porque no es
ideología sino forma de gobernar. Aunque existió desde la independencia, el
paradigma fue Juan Domingo Perón Sosa quien, bajo un programa de justicia
social, convirtió Argentina de uno de los diez países más ricos del mundo
(aunque con mucha desigualdad) en otro en crisis periódicas, como la actual.
El populismo nace de un líder carismático percibido como defensor
del pueblo contra los intereses oligárquicos y foráneos que, para ello, interviene la economía con regulaciones y estatismo e implementa
políticas redistributivas asistencialistas aprovechando períodos de bonanza
económica. Pero como este modelo (que sin dudas mejora coyunturalmente la
calidad de vida de la población de menos recursos y reduce significativamente
la pobreza) no se orienta a la creación de empleo sostenible de calidad, cuando
se reducen los ingresos extraordinarios genera inflación galopante, aumento de
la pobreza, iliquidez, carestía y demás consecuencias negativas.
En su Decálogo del Populismo, Enrique Krauze sistematiza sus
características comunes, entre ellas: “fabrica la verdad”, moviliza
permanentemente a los grupos sociales y achaca los males al “enemigo exterior” a
la vez que reparte directamente la riqueza con uso discrecional de los fondos
públicos, como ha sucedido en dos países hoy en crisis: la Argentina de Néstor Kirchner
Ostoić y CFK y la Venezuela de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros.
La vocación solidaria de HChF (más allá de sus métodos y por
los ingentes ingresos por el petróleo) favoreció a las clases populares que los
últimos gobiernos de la Cuarta República olvidaron. Sin embargo, el modelo
asistencialista unido a su exportación política generaron condiciones críticas
agudizadas por la muerte del líder, herencia que su sucesor (sin su carisma ni poder)
administra con soluciones irreales a la vez que busca consolidar su
legitimidad. En este proceso acelerado de autodestruirse el impacto social de
la Revolución Bolivariana, surge el fenómeno del 12F (encabezado por sectores
estudiantiles más allá de los liderazgos opositores); su desenlace cada vez se
aleja más de una conciliación nacional por la espiral de violencia y negación que
se ha generado, sobre todo desde el Poder, en un “empate catastrófico” que
llevaría a una “tormenta perfecta” (socioeconómica y política) imparable de
resultados imprevisibles.
Referencias
http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2011/11/09/la-debacle-de-la-economia-argentina-post-1940/
http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/el-papa-francisco-dice-el-chisme-pecado-articulo-475320
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