“Ojo por ojo y todo el mundo
acabará ciego.” [Mohandas
Karamchand Gandhi, Mahatma y Bāpu, 1869-1948]
Mis primeras columnas de años anteriores siempre las dediqué
al futuro. Lamentablemente, hoy comienzo desde un presente que debería ser
pasado: la violencia.
Gatillado por una matanza vecinal de gatos y perros en un
barrio de Warnes “motivada” por muertes por presunta rabia canina (después
negada por el SEDES) y documentado en la prensa nacional, en las redes sociales
se discutió abundantemente sobre ello. Al margen del hecho violento (la forma
de sacrificarlos, sin cumplir los protocolos existentes) y abusivo (se denunció
que también fueron sacrificadas mascotas sacadas de las casas), dos aspectos
importantes se discutieron: los altos niveles de rabia canina y, en global, la
violencia en el país y la común aplicación de la primitiva lex talionis.
Las matanzas de animales domésticos callejeros no es un
fenómeno reciente en Bolivia: periódicamente la prensa difunde historias
truculentas, ya sea en La Paz (2000 y sobre todo Achacachi, 2007), El Alto y
Oruro (2007), la misma ciudad Santa Cruz de la Sierra (2007) o San Pedro (en
Santa Cruz, 2013), ya sea para evitar la propagación de la rabia, por
sobrepoblación o por amedrentamiento político (como la brutal de Achacachi). El
Gobierno nacional y muchos municipios hacen periódicas campañas de vacunación
antirrábica en animales domésticos pero éstas alcanzan, básicamente, a mascotas
y no a animales callejeros, lo que conllevó 246 casos en perros para 2011 y 236
en 2012 (el Departamento de Santa Cruz con 79% de éstos) que se convirtieron en
3 y 1 humanos fallecidos respectivamente, según datos oficiales del Ministerio
de Salud y Deportes; estas cifras permiten entender que el principal problema
son los animales callejeros, que proliferan ya sea por reproducción de otros ya
existentes o, con mucho, por el abandono de mascotas o su descuidada tenencia.
En conclusión: por mucho que las autoridades tomen medidas preventivas (y debo
recordar que no existe un ámbito legal aún sobre los animales domésticos y que
las ordenanzas municipales respectivas, como existen en Santa Cruz y La Paz, terminan
inefectivas), es la conciencia de los propietarios y la educación ciudadana las
únicas vías posibles de solucionar este problema, no la violencia.
Los linchamientos de presuntos delincuentes, que se han
amparado en una mala interpretación de la justicia comunitaria (legalizada
dentro de las reformas “modernizadoras” del entonces ministro Blattmann Bauer,
bienintencionadas pero apresuradas y muchas contraproducentes) y que cada vez
más suceden en las ciudades, son otro ejemplo de violencia social y deficiencia
en educación ciudadana.
Ambas violencias (contra humanos y animales) no son
novedosas en Bolivia: lo nuevo es la amplia mediatización. La ausencia de
educación en valores ciudadanos es causa general y es obligación de todos:
autoridades, educadores, familias y toda la ciudadanía. Olvidarlo es promover
los excesos.
Referencias
Estado Plurinacional de Bolivia, Ministerio de Salud y
Deportes: “Situación de la rabia en Bolivia 2013.” Lima, 21 de agosto de 2013.
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