Días atrás, mi querido amigo Gary Rodríguez Álvarez tuvo la
gentileza de responder con su columna “Acerca del liderazgo cruceño” (El Deber,
09/10) a la mía “Base y superestructura”. Como no comparto alguna de sus
opiniones, abusaré de su paciencia comentándolas.
No comparto el concepto “de que el cruceño prefiere
dedicarse a los negocios antes que a la política” —con apoyo de una encuesta
publicada— porque negaría todo el proceso histórico cruceño, desde que en el
siglo xix Andrés Ibáñez Justiniano
alzara la bandera del federalismo —en su momento
poco seguido— y en el recién pasado las de Melchor Pinto Parada, Óscar Barbery
Justiniano, Carlos Valverde Barbery y José Ortiz Mercado. Alguien
podrá contestarme que lucharon por
reivindicaciones regionales —económicas (Pinto Parada defendiendo las regalías),
desde la gestión pública y la literatura (Barbery Justiniano), desde el
federalismo (Valverde Barbery, iconoclasta a veces rozando lo xenófobo) o desde
la izquierda nacionalista (Ortiz Mercado)— pero todas esas posiciones eran
formas de hacer política: eran políticos sin ser necesariamente partidarios y aunque
el desencanto con los partidos y la partidocracia —en Santa Cruz con la
potencial desilusión porque las banderas autonómicas “beneficiaron” a
tendencias opuestas— puede ser causa de esa presunta “apatía política” cruceña,
seguro estoy que es más superficial que real. Fiel defensor de las estadísticas
como soy, siempre las interpreto críticamente.
Coincido plenamente con mi respetado amigo —y con una
amplísima mayoría en Santa Cruz y en todo el país— de que la violencia no es
vía para dirimir ideas en un Estado de Derecho. Por ello, cuando mencionaba los
que considero líderes en formación, sean opositores —Jéssica Echeverría Bravo y Luis Felipe Dorado Middagh—
como oficialistas —Betty Tejada Soruco— me era muy
interesante que, precisamente, los encuentre en territorio parlamentario.
Mi visión fundada en que el Poder existe en una relación
indisoluble de base —poder económico— y superestructura —poder político— no
contradice el que el empresariado cruceño —después de errores estratégicos
políticos entre 2002 y 2009, maximizados a partir
de 2006— se haya decidido por el pragmatismo para potenciar el poder
económico como medio. Al final, a nadie
sorprenderá que el pragmatismo sea una forma de hacer política —como sustentó
Dabdoub Álvarez cuando dijo: «El empresario no tiene ideología, esta nueva
generación puede mirar a la izquierda, a la derecha y hacia adelante pero sabe
que convive.» (La Razón 31/01/2010).
Me queda pendiente un análisis sobre VISIÓN PAÍS pero antes
invito —a analistas y lectores— a sumarse a este intercambio de ideas, tan
beneficioso —por debatir ideas con respeto en la opinión ajena— en este ancilar
momento.
Nota: Por un error imperdonable (consecuencia de haber
viajado juntos en ocasiones entre La Paz y Santa Cruz en viernes y de no
revisar el site de la ALP), confundí como cruceña a Norma Piérola de Gutiérrez. Salvo
este error, reidentificándola como diputada por Cochabamba.
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