domingo, 25 de marzo de 2012

Habemus Papa en México

La tan demorada visita del líder de la Iglesia Católica Benedicto XVI a México empezó anteayer viernes y concluirá el lunes cuando parta a su segunda y última escala: Cuba.
Este viaje es significativo por varias razones importantes: Primero, porque es sólo la segunda vez que visita Latinoamérica, el continente con más fieles católicos (“el Continente de la Esperanza”); segundo, porque México (a diferencia de su antecesor Juan Pablo II) ha estado olvidada en su agenda; tercero, porque ejemplifica su muy deteriorado estado de salud (no viaja a Ciudad de México para evadir la altura: 2.260 metros sobre el nivel del mar en el Centro Histórico, y sólo visita 2 ciudades: León y Guanajuato, del mismo Estado, y con largos descansos intermedios); cuarto, por el gran debate nacional sobre su visita.
México, menos que Brasil, pierde fieles católicos que migran hacia denominaciones evangélicas y el ateísmo. Por eso, su visita es muy importante para la Iglesia local.
La polémica sobre la visita tiene varios componentes, a veces más emocionales que fundamentados: Uno, las denuncias de pederastia contra sacerdotes católicos (el más conocido: Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo ya fallecido, del que el entonces cardenal Ratzinger fue el gestor de su destitución), y la acusación de poca reacción eclesial en estos casos. La otra, de que la visita beneficia electoralmente al PAN, partido católico en el poder (México es constitucionalmente laico libre); de esta versión, los demás candidatos se han desentendido y los más importantes analistas la han excluido.
¿Lo más positivo del viaje?: Su crítica al narcotráfico, denunciando a los que, diciéndose creyentes y fieles, ejercen la violencia.


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