La columna
pasada prometí hablar para las oposiciones. Espero que mis opiniones —deber
ciudadano— sean escuchadas, a sabiendas que hay egos —electos y no electos— con
anacusia con la sociedad civil.
Es hora de
barrer la hojarasca y espabilarse de autocomplacencias para llegar a 2025.
2019 fue un
momento de ejercicio de la voluntad mayoritaria del país al decir NO. (Siempre
me pregunto si los amanuenses leguleyos del Poder —no por sonrojo o dignidad,
carencias de facto— pensarían en la
impunidad in aeternum… es verdad que
la Transición no pudo —o no quiso o no supo— hacer algo: error craso que paga).
Fraude y apresurada huida —¡no golpe!— del exJefazo y su cohorte, los escasos
once meses de la Transición —pandemia por medio— fluyeron desde la esperanza al
fracaso y terminaron abonando el MASRetorno, acumulando errores de estrategia
—¿o fue fontanería?—, egolatría y camarillas de Poder con corrupción que
hicieron fracasar las buenas voluntades que, sinceras muchas y convencidas de
su misión, también hubo.
Pero no me
detendré en lo que pasó sino en lo que pasa y pasará.
Bolivia
lleva desde 2002 sin un real ejercicio de oposición desde un sistema de
partidos establecido estructurada; ya antes, frente a la estrategia “coca
cero”, el sindicalismo había resucitado —ahora cocalero (con make up campesino)—, y desde 2006 en el
Poder fue armando un corporativismo que se encargó de gestionar omnímoda y
egoístamente.
El fracaso
de los partidos desde 1998, sobre todo, llevó una forma de lucha —la cívica—
que, más en Santa Cruz, había sido uno de los motores del despegue de la región
dentro de lo que H.C.F. Mansilla denominó cruceñismo
liberal —aunque la cada vez creciente inmigración interna a Santa Cruz,
sobre todo después del 2000, hace pensar que más es un bolivianismo liberal, pero ésa es otra discusión—: las luchas
cívicas, con la sociedad civil como eje. Las movilizaciones de 2004 (en defensa de la libertad, derechos individuales y autonomía), 2005 (por autonomía y trabajo) y
las dos de 2006 (ambas por aspectos del referéndum autonómico y su carácter
vinculante en la futura Constitución), fueron antecedente para los movimientos
de 2019 y —con bemoles— 2022.
Es precisamente
ese fracaso de partidos y organizaciones en 2019 y, peor, en 2020 el que llevó
en 2022 a repotenciar la lucha cívica desde la organización más histórica y
estable —el Comité Pro Santa Cruz— tomando bandera en la defensa del Censo,
legalmente fijado para ese año y oficialmente ratificado para después el
Gobierno rocambolescamente escamotearlo. Lamentablemente mal gestionada la
defensa (sin coordinar con el resto de las organizaciones cívicas del país; con
negociaciones fracasadas por berrinches de ambas partes; sin involucrar a las
representaciones políticas de las oposiciones —CREEMOS directamente— hasta el
final y entonces con gallineo —con cuatro o cinco propuestas de ley del censo
por la bancada creemística—; con un paro ciudadano que se alargaba hasta el
absurdo porque no había estrategia B a la que pasar y, de junto, la urgencia,
como señalaron los dirigentes empresariales cruceños, de cuidar que no se
debilite la economía local con paros, cercos y bloqueos porque esa es la
fortaleza de su voz nacional).
Si bien un
buen augurio del nuevo liderazgo cívico es priorizar la Reforma de la Justicia —en
progreso a pesar de “políticos opositores”—, establecer coordinación con
similares del resto del país y no abusar de paros que dañan al propio pueblo,
es importante no desperdiciar energías en esfuerzos errados: un revocatorio de
Arce, si funcionara, sólo beneficiaría a Morales; el pedido de amnistía sólo
justificaría el mantra “del golpe”, como bien señaló Camacho.
Hay que
crear organizaciones políticas institucionalizadas: ni caudillistas ni
coyunturales. Y hay que formar líderes reales nacionales. En tanto, las peleas
cainitas por mantener en funciones activas un Gobernador que no puede
ejercerlas efectiva y oportunamente desde la cárcel y no sustituirlo
internamente —que no es cambiarlo— por quien corresponde por propia ley
autonómica, sólo se entienden por inmadurez política y por angurria de entornos
por sobrevivir.
Es hora de
formar líderes —ni caciques ni predestinados de barricada— y políticos para sustentar
esos liderazgos. Los primeros se incuban en muchos años; los segundos no pueden
ser cosecha de último momento. En 2025, sin líderes ni unidad de las
oposiciones, la batalla (hasta ahora) será MASArce versus MASEvo; las oposiciones tienen que apostar a potenciar
amplias bancadas útiles y activas.
Aún me
queda para la próxima entrega.
Información consultada
http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232022000100069&lng=es&nrm=iso
https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/un-entorno-pernicioso_316996
https://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_generales_de_Bolivia_de_1997
https://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_generales_de_Bolivia_de_2002
https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_al_Socialismo_(Bolivia)
https://www.elmundo.es/elmundo/2005/01/29/internacional/1107017914.html
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