En la edición del periódico aparece con el título "La tercera ola fue la más letal en el país; la vacunación, clave en la cuarta ola"
Dieciocho meses –en pocos días– después del inicio de la
pandemia en Bolivia (diecisiete hoy de mi “Cronología del coronavirus en
Bolivia” en Eju!, diaria primero,
luego semanal, bisemanal y, por cansancio, ahora mensual), la gentileza de Página Siete me permite publicar acá mi
cuarto artículo de análisis sobre la pandemia.
¿Hemos cambiado en estos dos años? Hasta mentes lúcidas como
Yuval Noah Harari transitaron –con muchos de nosotros en el camino– desde un a
modo de neopostmodernismo casi inspirador hasta decirnos un “volvemos a lo
mismo”.
¿Qué ha pasado?
¿Qué hicimos bien, qué hicimos mal?
De inicio, en todo el mundo –incluida China, aunque pudo
tener más información por ser allí la génesis– cundió el desconcierto. La
mayoría de las naciones nos cerramos en nuestras fronteras y, muchos, en
nuestras casas –aún recuerdo un entusiasta oficialista tras las elecciones de
2020 denunciando el encierro como “crimen contra el pueblo”, acusación que
“olvidó” rápidamente cuando se enteró que la más férrea cuarentena fue de su alter ego kirchnerista– y el mundo
pareciera que se regeneraba: menos contaminación –casi sin industrias–, más
naturaleza y, además, más solidaridad entre nosotros.
Pero, también, recursos insuficientes. Ni los países más
desarrollados –que experimentaron todas las opciones– estaban preparados para
enfrentar la primera pandemia global desde la gripe española –que de España sólo tuvo el nombre– a comienzos del
siglo xx pero con una diferencia
fundamental: ahora, estamos conectados permanente y globalmente a medios y
Redes donde todos opinamos, la alfabetización es muchísimo mayor y pululan los fake news –la forma “in” de los bulos y los rumores.
¿Cómo nos fue en Bolivia?
Olas en Bolivia
La denominada Primera Ola en Bolivia se inició el 10 de
marzo del año pasado –un poco más tarde que el resto de Latinoamérica,
entendible por estar menos conectados al mundo– con contagio exógeno y en menos
de dos semanas la propagación era ya comunitaria.
En Bolivia –y en casi toda Latinoamérica– se aplicó entonces
la estrategia de contención: cerrar
fronteras, detener el país aunque agravara la economía –Bolivia por sí con
sostenidos malos indicadores los últimos cinco años–, buscando diferir el seguro
colapso sanitario al provocar una “meseta” de nuevos contagios detectados, alargándolos
en niveles menos altos. El precario estado de la sanidad pública —consecuencia
de décadas de pobre inversión en recursos humanos y tecnológicos, patética en
los últimos 14 años de boom de
ingresos extraordinarios ajenos a gestión propia— y el desconcierto de los
expertos y servicios de salud a nivel mundial –sin protocolos ni tratamientos
comprobados, bajos insumos (muchas veces rapiñados por los mejores postores) y
ninguna vacuna aún–, sumado en Bolivia con la crisis posfraude y la debilidad
de la Transición (y sus males aparejados), nos llevó a una Primera Ola larga
que, como en muchos países de la Región, fue alta en fallecidos –consecuencia
generalizada de las carencias mencionadas– y relativamente reducida en
morbilidad –no sólo por los encierros en cuarentena sino, además, por carencia
de pruebas de detección.
Hablemos de la Segunda y Tercera Olas en Bolivia.
Estrategias empleadas en Bolivia contra el COVID-19
Como mencioné antes, la estrategia empleada para la Primera
Ola fue la detención: las causas de
porqué ésta se implementó ya fueron explicitadas.
En diciembre, tras el declive de la Primera Ola y
avizorándose la Segunda, la gestión del entonces ministro Edgar Pozo definió
una nueva estrategia con dos ejes: detección
–pruebas PCR masivas para revelar contagiados– y prevención –vacunación a toda la población mayor de 18 años. Ayudaban
a esta nueva estrategia varios factores: había mucha más información y, por
ende, protocolos más confiables; las primeras vacunas estaban terminando su
tercera fase de pruebas para su aprobación; la cuarentena rígida había cumplido
su cometido y era insostenible económicamente.
La Segunda Ola fue objeto de más pruebas que la Primera –había
los insumos– pero la vacunación inició con fallas: la apuesta ideologizada
(“antiimperialista” «porque el
imperialismo no nos deja vacunas y nos está matando», como afirmó “nuestro”
[anti]canciller) llevó a contratar vacunas Sputnik V rusas mayoritariamente; al
final, el incumplimiento continuado ruso fue paliándose con la compra y
donaciones de vacunas Sinopharm china y ¡paradoja! muchas donadas por “los que
nos estaban matando”: EEUU y también Suecia, España y, de por acá, México.
Hasta el 31 de agosto, Bolivia había inoculado 6.019.660
dosis simples para una población meta de 7.180.428 personas mayores de 18 años,
de las cuales el 45,3% correspondía a primeras dosis y el 38,5% (2.766.347) con
pauta completa: segunda dosis o unidosis (vacuna Janssen), según datos del
Reporte Epidemiológico N° 534 del MINSALUD. Este 38,5% era el porcentaje de
inmunizados total alcanzado ese día.
El 6 de Agosto, en su mensaje a la Nación, el presidente
Arce Catacora fijó una meta del 90% de inmunizados total para el primero de
diciembre, una cifra que correspondería a una nueva posible inmunidad de rebaño
o inmunidad comunitaria frente a la variante Delta aún no detectada
oficialmente en Bolivia pero mucho más contagiosa y mortal que las anteriores. Al
analizar el cumplimiento de inoculaciones con pauta completa, podemos ver la
situación para cumplirla: al 31/08 estaban inoculados con toda la pauta
2.766.347 personas y faltaban 3.696.038, lo que implica que la cantidad de
personas a ser vacunadas diariamente con pauta completa debe ser de 40.616 inoculaciones
de pauta completa (segunda dosis o unidosis), lo que implicará un fuerte
aventón (y provisión de vacunas faltantes).
Pandemia en la Región
Es interesante lograr una visión de la Región para entender
cómo estamos y romper mitos –optimistas o pesimistas– de nuestra realidad.
Morbilidad, letalidad, mortalidad
Hagamos un paréntesis antes de seguir y, aunque explicados
muchas veces, no es ocioso recordar definiciones sencillas de cada término para
entender qué veremos en este artículo.
Morbilidad es el
índice de personas enfermas en un lugar y tiempo determinado. La tasa de
morbilidad es la incidencia de
la enfermedad que, usualmente, se mide en porcentaje
de casos por 100.000 habitantes.
Letalidad es el porcentaje de fallecidos entre los afectados
por esa enfermedad.
Mortalidad es el
índice de defunciones producidas en un territorio en un período determinado y
su tasa se calcula por el número de muertes por la enfermedad por
cada 100.000 habitantes.
Pandemia en Bolivia
Morbilidad
Una
revisión de la tasa de morbilidad en Bolivia nos comprueba que Potosí ha sido
el departamento con más baja morbilidad porcentual y Tarija el de más alta
durante las tres Olas.
Letalidad,
mortalidad y Ratio de dosis x 100 habitantes
La
letalidad en Bolivia no ha sido directamente proporcional con la morbilidad:
Tarija (junto con La Paz) son los departamentos con menor tasa de fallecidos
respecto a contagiados y Oruro el de mayor tasa. En el siguiente indicador (tasa
de mortalidad), el índice más bajo en Bolivia está en el departamento de La
Paz, que repite el lugar de su letalidad, seguido de Potosí.
La OMS utiliza el ratio (porcentaje) de dosis inoculadas por
cada 100 habitantes (en números totales de población): En Bolivia, el
departamento que tenía el 31/08 un mayor Ratiox100 era Tarija, seguido muy de
cerca por Chuquisaca, Santa Cruz, Oruro y Cochabamba en ese orden, lo que
clarifica las discusiones entre los diferentes SEDES y el MINSALUD.
Pandemia en la Región
Morbilidad
A nivel de Región (descartando los datos ostensiblemente
irreales de Nicaragua, Haití y Venezuela), el país con más alta tasa de
morbilidad ha sido Argentina, seguido de Uruguay (por la Tercera Ola porque en
la Primera fue ejemplo positivo) y Panamá.
Bolivia en la suma de las tres Olas, queda con tasa de
morbilidad media a baja.
Letalidad
La mayor tasa de letalidad en la Región ha sido la de Perú,
situación que veremos nuevamente en la mortalidad. Brasil, a pesar de sus
altísimas cifras de contagiados, tiene una baja letalidad y Cuba la menor.
Bolivia está en los países de letalidad media.
Mortalidad
A nivel latinoamericano, Perú repite su ubicación en el
fatídico primer lugar en tasa de mortalidad –posición que también ostenta a
nivel mundial.
Bolivia está en el décimo lugar regional de mortalidad,
descartando los tres antes señalados.
Vacunación
Como mencioné para Bolivia, la OMS utiliza como indicador de
avance de vacunación el ratio (porcentaje) de dosis inoculadas por cada 100
habitantes totales.
En Latinoamérica, Uruguay ocupaba el 31/08 la tasa Rx100 más
alta, seguido de Chile y, un poco más lejos, Cuba; de los países con datos
confiables, Guatemala está más de siete veces menos que Uruguay mientras
Bolivia ocupa el dieciseisavo lugar, contando desde Uruguay.
Resumiendo
Aunque Bolivia ahora está en el final de su Tercera Ola –que
tuvo los valores diarios más altos de contagios (3.839 el 09/06) y decesos (124
el 15/06)–, es importante que todos tomemos recaudos para una Cuarta Ola con la
variante Delta: más pruebas, más inmunizaciones con pauta completa pero, sobre
todo, que cada uno de nosotros tomemos la prevención y profilaxis como una
necesidad imperiosa y que no nos flexibilicemos en ello.
Sólo así podremos vencer la Cuarta Ola. Depende de nosotros.
Información consultada
https://elpais.com/elpais/2020/04/06/planeta_futuro/1586170713_492779.html
https://ourworldindata.org/coronavirus#coronavirus-country-profiles
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https://www.significados.com/morbilidad/
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