«No es el momento de
divisiones ni de enfrentamientos por el poder [es] el momento de unirnos [para] preservar la salud y la vida de todos los bolivianos.» (Mons. Sergio Gualberti)
La
renuncia el 11 de noviembre de Morales Ayma y sus inmediatos seguidores y el
desbande apresurado y temeroso de una indignación popular, cerró 21 días de
protestas contra el fraude electoral y 10 días desde que los comités cívicos de
ocho departamentos le dieran un ultimátum para que renunciara a su cargo,
abandonando el hasta entonces común reclamo opositor al MAS de una segunda
vuelta electoral entre Morales y Carlos de Mesa que había sido apoyado por la
Misión de Observación Electoral de la OEA. Distanciado de ese ultimátum, De
Mesa siguió reclamando la segunda vuelta en solitario.
Asumida
constitucionalmente la Presidencia el 12 de enero por Jeanine Añez, el país
se abocó a un período electoral que se convocó el 5 de enero y culminaría el 3
de mayo con los comicios para posesionar quien ganara las elecciones el 12 de
junio si no hubiera segunda vuelta.
Dos hechos
preelectorales importantes fracasaron: la convocatoria presidencial durante
enero para una nonata Cumbre de líderes —calco del fracaso de la unidad
opositora en octubre 2018— y la sí realizada "Cumbre por la unidad" del 1 de
febrero convocada por el Comité Cívico Pro Santa Cruz para lograr un frente
único; una segunda reunión el 3 de abril, nunca se realizó por la cuarentena. En
medio, el 24 de enero la
Presidente Añez anunció su candidatura.
Coincidí en enero con Roberto Laserna y Juan Cristóbal
Soruco que un frente único antiMAS era pobre ejemplo de democracia
pero nos fuimos al extremo contrario: «“le ganamos” al 20-O: competirán cinco
alianzas y cinco partidos» [“El síndrome de la mariposa entrampada” 28/01/2020].
¿La consecuencia prevista?: «El próximo gobierno necesariamente será de
alianzas porque ninguna organización tendrá mayoría legislativa.» [“Una vez
más: Más serán menos” 14/01/2020]. Pero tras que el 10 de marzo se
anunció el primer caso de COVID-19 y el 22 el país entró en cuarentena total,
las elecciones quedaron en stand by.
Hoy ya estamos de nuevo en tiempo electoral desde que Eva
Copa promulgó su ley de postergación de elecciones —impelida por la urgencia
de frenar la caída del MAS— y el Ejecutivo presentó su inhabilitación al
Tribunal Constitucional. Oficialmente no hay campañas, pero el MAS ya hace lo
que mejor sabe: crear conflictos, mientras otros políticos se aferran a
discursos críticos —agarrando fallas del Gobierno o tergiversando realidades— o
con acciones electoralistas presuntamente solidarias.
El
Gobierno ha enfrentado una crisis para la que Bolivia no estaba preparada: el
coronavirus. Ni la salud pública —cenicienta del MAS— ni la economía
—miseria luego del despilfarro del cuatroceno— hubieran podido resistir sin
medidas prestas y creativas que, en lo económico, generaron un Plan para
proveer a las mayorías de recursos económicos —de muchas formas— y salvar
empleos. Proceso de gobernar no exento de yerros: corrupción y favoritismo en
ENTEL con Elio Montes, enseguida despedido y escapado; corrupción e
ineficiencia en entidades públicas, rápidamente sancionadas; presunta
corrupción de mandos medios y falta de control e inmadurez en YPFB; discrecionalidad
en vuelos oficiales; decisiones autodañinas como la del control de expresión… además
de falente control intergubernamental, de prevención y presto control de daños
y de eficaz y proactiva comunicación pública, todos elementos de éxito.
La última encuesta en marzo dio sólo un trío en disputa:
Arce, De Mesa y Añez. Hoy, la elección la decidirá la pandemia: influenciará
contra Arce y potenciará o perjudicará a Añez según cómo se perciba su
actuación; a De Mesa, más allá de sus declaraciones, no le redituará y pudiera afectarle,
según lo maneje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario