martes, 10 de marzo de 2020

Vergonzosas mentiras, mediocre mezquindad



El título de esta columna caracteriza buena parte de estas elecciones: Vergonzosas mentiras como la del paper del Center for Economic and Policy Research (CEPR) publicado “en” el periódico The Washington Post y mediocre mezquindad la de las candidaturas presidenciales descartables por residuales que sólo lograrán aportarle espacios al MAS.

Empezaré por el artículo “Bolivia descartó sus elecciones de octubre como fraudulentas. Nuestra investigación no encontró ninguna razón para sospechar fraude”, escrito por John Curiel y Jack R. Williams y publicado el 27 de febrero en el blog The Monkey Cage —que su editor, John Sides, describe como «un sitio independiente publicado actualmente aquí en el Washington Post», es decir: no es del periódico. La primera falsedad fue atribuir ese documento de sólo 3 páginas a “investigadores del Laboratorio de Datos Electorales y Ciencias del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT)”, algo después Richard Lester, Preboste Asociado del MIT, a nombre del Presidente Leo Rafael Reif desmintiera al mencionar que los autores trabajaron a título personal y contratados por CEPR, y la segunda darlo como una “investigación seria” que “anulaba” la auditoría electoral de la OEA (86 páginas con el trabajo de 36 especialistas multidisciplinarios de diferentes países); el publicado en Monkey Cage sólo fue realizado por Curiel y Williams. Sin entrar en más —el codirector de CEPR Mark Weisbrot es una antiguo aliado de Chávez y Maduro, y su Analista Político Senior, Guillaume Long, fue ministro de varias carteras con Rafael Correa—, el paper fue reproducido inmediatamente en medios internacionales sin más análisis —ni aclaración después de los desmentidos— y toda la izquierda sociata 21 lo aplaudió para loor de Evo, aunque en realidad los disparos eran contra la candidatura de Almagro en la OEA, meta urgente bolivariana. (Sobre Morales penden el juicio por el asesinato de Michael Dawyer y las precisiones de la ACNUR sobre sus violaciones del refugio político.)

Y aunque hay mucho más de qué opinar, me quedaré en la mediocre mezquindad. Para el 3 de mayo se habilitaron ocho partidos y alianzas, siete contrarias al MAS. De las ocho, la primera encuesta de intención de voto publicada luego de oficializados los binomios (CIES MORI, 16/02), sólo da posibilidad para una segunda vuelta a tres de ellos: MAS-IPSP, JUNTOS y COMUNIDAD CIUDADANA —estos dos estadísticamente similares—, circunscribe presencia de CREEMOS en la ALP sólo en Santa Cruz —estadísticamente igualado con JUNTOS— y descarta posibilidad alguna para el resto; la segunda (MERCADOS Y MUESTRAS, 23/02) —con un error mayor (+/- 3% vs. 2,07%) y menos casos (1.070 vs. 2.224) y cobertura (48 vs. 84)— repite la terna posible.

En otras columnas y entrevistas he explicado —a partir del coeficiente D´Hondt aplicado en Bolivia— cómo la dispersión de votos por muchas candidaturas beneficia mucho al primer ganador (el MAS podría ganar en cinco departamentos) y reduce la representación de los siguientes. En “La victoria del MAS y el rol de Tuto Quiroga” (Página Siete, 15/10/2014) ya Raúl Peñaranda analizó cómo la candidatura de Quiroga perjudicó entonces los resultados de la oposición; vale el análisis de Peñaranda para hoy.

Cerraré con dos «requisitos que deberían ser plenamente cumplidos» en las campañas electorales de mi buen amigo Juan Cristóbal Soruco (“Adversarios, no enemigos”, Los Tiempos, 08/03/2020): «no recurrir a la mentira como centro de las estrategias de campaña (no sólo porque mentir es malo en sí, sino porque mentir presupone que la audiencia es tonta) y mantener un mínimo de respeto a los adversarios».


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