miércoles, 5 de junio de 2019

Los Leones de la «Paz Celestial» en la Tierra del Dragón



La Plaza de Tiananmén (Tiān'ānmén Guǎngchǎng en pinyin) de Beijing debe su nombre a la Puerta de la Paz Celestial (Tiān'ānmén) que da acceso por el sur a la Ciudad Imperial y, seguido, a la Ciudad Prohibida desde donde gobernaron China los Tiānzǐ (Hijos del Cielo) desde el siglo xv al xx. El edificio de la Puerta es custodiado por cuatro impresionantes leones, dos que “observan al cielo” —al emperador para que no cayera en la lujuria y la corrupción— y los otros dos que le recordaban no olvidar las penalidades del pueblo.

En 1989, el torbellino de apertura y libertad que recorrió la Europa hasta entonces sovietizada parecía que llegaba a China, inmerso desde fines de la década anterior con la profunda liberalización económica promovida por Dèng Xiǎopíng y que la retórica comunista era sólo un resto de la Revolución que en ese momento —1989— muchos, dentro y fuera de China, pensaban que debía también acabarse. El 15 de abril, más de un millón de personas —muchos jóvenes estudiantes— ocuparon pacíficamente la Plaza y la convirtieron en un centro permanente de protestas que alcanzaban a todo el país, reclamando, entre otras, mayores libertades, acabar con la corrupción y mayor transparencia pero la madrugada del 4 de junio el Ejército recibió la orden de la dirigencia del Partido de entrar cruentamente con tanques a la Plaza: la represión costó cientos (o miles) de muertos y cientos de miles de heridos.

Como en la anterior masacre de Tiananmén de 1919 —otras protestas de estudiantes en la misma Plaza demandando más dignidad y libertad—, las demandas no llegaron a la victoria y los jóvenes masacrados. En 1989, el entonces Tiānzǐ Dèng quería que «el gato cazara ratones» pero no maullara.

Treinta años después, China es ejemplo de feroz capitalismo que, de ser en los 80 la maquila occidental hoy es una gran potencia industrial en la que conviven el futuro y el pasado: tecnología de punta —urbana— y agricultura de subsistencia rural, donde la libertad sigue siendo la asignatura faltante de su desarrollo, peor con la reelección eterna para Xi Jinping.

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