La Plaza de Tiananmén (Tiān'ānmén Guǎngchǎng en pinyin) de Beijing debe su nombre a la Puerta de la Paz
Celestial (Tiān'ānmén) que da
acceso por el sur a la Ciudad Imperial y, seguido, a la Ciudad Prohibida desde
donde gobernaron China los Tiānzǐ
(Hijos del Cielo) desde el siglo xv al xx. El edificio de la Puerta es
custodiado por cuatro impresionantes leones, dos que “observan al cielo” —al
emperador para que no cayera en la lujuria y la corrupción— y los otros dos que
le recordaban no olvidar las penalidades del pueblo.
En 1989, el torbellino de apertura y libertad que recorrió
la Europa hasta entonces sovietizada parecía que llegaba a China, inmerso desde
fines de la década anterior con la profunda liberalización económica promovida
por Dèng Xiǎopíng y que la retórica comunista era sólo un resto de la
Revolución que en ese momento —1989— muchos, dentro y fuera de China, pensaban
que debía también acabarse. El 15 de abril, más de un millón de personas —muchos
jóvenes estudiantes— ocuparon pacíficamente la Plaza y la convirtieron en un
centro permanente de protestas que alcanzaban a todo el país, reclamando, entre
otras, mayores libertades, acabar con la corrupción y mayor transparencia pero
la madrugada del 4 de junio el Ejército recibió la orden de la dirigencia del
Partido de entrar cruentamente con tanques a la Plaza: la represión costó
cientos (o miles) de muertos y cientos de miles de heridos.
Como en la anterior masacre de Tiananmén de 1919 —otras
protestas de estudiantes en la misma Plaza demandando más dignidad y libertad—,
las demandas no llegaron a la victoria y los jóvenes masacrados. En 1989, el
entonces Tiānzǐ Dèng quería que «el gato cazara ratones» pero no maullara.
Treinta años después, China es ejemplo de feroz capitalismo que,
de ser en los 80 la maquila occidental hoy es una gran potencia industrial en
la que conviven el futuro y el pasado: tecnología de punta —urbana— y
agricultura de subsistencia rural, donde la libertad sigue siendo la asignatura
faltante de su desarrollo, peor con la reelección eterna para Xi Jinping.
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