martes, 4 de junio de 2019

La «neocorrección», "fake news" y demagogia



«Dentro del apartamento una voz pastosa estaba leyendo una lista de cifras […]. La voz procedía de una placa oblonga de metal parecida a un espejo empañado que formaba parte de la superficie de la pared de la derecha. […] El instrumento (la «telepantalla», lo llamaban) podía atenuarse, pero no había manera de apagarlo del todo.»
[George Orwell, 1984]

Hablamos ya un buen tiempo de fake news (noticias mentirosas o “casi”) y achacamos su propagación a las Redes. Cuando a fines del siglo xx, respirados luego de la alharaca que tuvimos por el “Error del Milenio”, decidimos entender las TICs (Tecnologías de Información y Comunicación) como la gran puerta al futuro y el desarrollo, una vez más repetimos los laudatorios y olvidamos, una vez más también, quiénes manejarían hasta manipular esa información: no los marcianos, si no nosotros.

Poco más de una década después, hasta instituimos la palabra de marras y nos asombramos de ella como si el uso en las campañas Clinton-Trump (y las primarias anteriores) fuera un aterrizaje desde otra dimensión, cuando realmente era algo con lo que convivimos desde los inicios de nuestra humanidad, ahora centuplicado por el acceso a la comunicación.

Si Hitler y Stalin (y Perón y Mussolini y tantos de su laya) manipularon la radio y del cine, ¿qué hoy no les sería posible con TV más pero, sobre todo, con redes sociales?

Ya George Orwell lo había advertido en su distópica 1984. Luchador contra el colonialismo y el capitalismo salvaje, contra el estalinismo y el nazismo, su ¿novela? denunció de cómo las utopías del mundo mejor podían ser malempleadas por totalitarismos —desembozados o “maquillados”—, demagógicos y siempre populistas, para el control de todo y todos bajo el discurso del Bien Común.

¿Son malas las TICs? ¡Para nada! Nosotros, utilizándolas mal o dejando a otros malusarlas, somos los culpables: no discriminamos lo que recibimos (ya sea “noticia” o “producto”) y terminamos siendo consumidores de cualquier cosa “porque lo dijeron en las redes” (o en los medios, lo mismo casi porque muchos se nutren ahora de las redes para ganar la inmediatez a la competencia, además de que, por economía, se investiga menos). ¿Mucha información?, sí, pero escasa educación.

Latinoamérica ha conocido muchos demagogos populistas totalitaristas que, mesiánicos y con cantos de prosperidad e igualdad, han terminado empobreciendo a sus países y dejándolos peor que a su llegada. Peronismo (desde Juan Domingo y Eva hasta los K) y socialismo 21 (con Chávez y similares) propugnando justicia social (y lo han intentado, a fuer de cierto) terminaron en desastres económicos populistas, totalitarismos demagogos y corrupción, dejando a la postre pobreza y más miseria. El peronismo tomó Argentina en los 40 (entonces uno de las economías más ricas del mundo pero muy desigual), aplicó medidas de justicia social pero terminó enriqueciendo al poder y dejando ciclos de crisis que no acaban; el socialismo 21 disfrutó en boom de los commodities (hablo de Venezuela pero también en el resto de la ALBA) y termina dejando una plutocracia dictatorial en medio de la miseria generalizada y con la mitad del PIB de hace cinco años.

Y cuando faltan mensajes, son buenas las distracciones demagógicas. Como la de Andrés Manuel López Obrador (él, criollo con apellidos castellano y balear) reclamando “disculpas” a España por las crueldades de la conquista, olvidando cuán crueles habían sido los vencidos y que su derrota fue posible porque miles de totonacas y tlaxcaltecas, entre otros pueblos, lucharon contra los mexica. ¡Empobrecedor, querido México, es ese camino! 

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