¿Recuerda de su infancia —aunque sea lejana como la mía—montar
un subeibaja —balancín, cachumbambé o sube y baja— en algún
parque vecino? Esa experiencia guardada de “estar arriba”, luego descender y
seguido subir… y seguir.
Si de niños era una feliz alegría, hoy en Argentina no lo es
para los electores —que sufren una economía “danzante”— y menos para los
precandidatos a las primarias de agosto. (¿Se ha percatado cuán “creativos”
somos?: acá damos nueve meses entre primarias y elección y los argentinos se
dan sólo uno.)
Argentina hoy sufre su enésima crisis económica: los pobres subieron
6% —a 32%, como al final del kirchnerismo— después de haber descendido en los
tres años anteriores (para la Universidad Católica, es estructural y su piso es
24%). Sin quitar su parte de culpa al macrismo —el “políticamente correcto” gradualismo
fue malo en economía—, la dosis principal de crisis viene de las tres gestiones
K con su alto populismo “sociata 21” y su gigantesca corrupción, sin olvidar el
descalabro de las dictaduras y la “herencia” tóxica de Perón.
Hoy, aunque quedan meses y todo puede cambiar, las opciones
principales —de cerca de 20 precandidatos—
están en Macri (rechazo: 52%), CFK (54%) —a puertas de inhabilitarla— y
Roberto Lavagna Serralta (45%) —aún sin decidirse, exministro Economía de Duhalde y
de Néstor K. CFK aún ahora tiene 33% “voto duro” pero en contra
tendría todo el oficialismo y el resto del peronismo no-K.
¿Qué pasará? Como en Bolivia, la economía será decisiva. Una
novedad: debates obligatorios luego de las PASO, y una constatación: nadie sabe
quién ganará. Quien logre llegar menos repudiado para octubre.
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