Y no «a Roma» porque la Ciudad Eterna no era un paraíso para
esconder dinero.
La Era K: la falsa calma después de la tormenta de 2002 (De la Rúa en
helicóptero —a su casa, no al exilio como otros helicoescapados) y, con
demagogia populista, la nueva banda (la otra fue la de Perón y Evita) asaltaba
la Argentina.
Muchos procesos y juicios sobre esa
Era delincuencial se acumulaban desde que la Banda K perdió el poder, muchos de
ellos sobre la anciana sobreviviente del matrimonio
cleptócrata, cada día más solitaria. Pero lo que no pudo ni el asesinato de
Nisman lo logró una pelea arrabalera por repartija de bienes conyugales: la
esposa de un antiguo remisero denunció a su exmarido de mover “bolsas con
dinero” y comprar propiedades; luego aparecieron ocho cuadernos (los mismos que
utilizan todos los chicos de las escuelas fiscales, tradicionales como sus
guardapolvos) donde el exmarido, exchofer y excómplice de la corrupción anotaba
con minuciosidad de escolar primario o de avaro usurero (cual Aliona Ivánovna
rioplatense) todo lo que trasladaba: empresarios y grandes bolsas con millones (pareciera
que, como la “monja” López, fueron “la moda K”) llevadas a “La Corona” (Néstor
y, luego, CFK) y sus secuaces.
Una laboriosa tarea para futuros chantajes del exremisero que, sorpresivas pruebas incuestionables, destapó las mayores ramificaciones de la perversa asociación entre empresarios y funcionarios para esquilmar el Estado a través de las obras públicas.
Una laboriosa tarea para futuros chantajes del exremisero que, sorpresivas pruebas incuestionables, destapó las mayores ramificaciones de la perversa asociación entre empresarios y funcionarios para esquilmar el Estado a través de las obras públicas.
Un Lava Jato argentino creciente y demoledor
según se avanza en lo que Ricardo Kirschbaum (Clarín) llamó “la
bitácora de la coima” que, como el brasileño, tendrá consecuencias
imprevisibles para la política y la gran empresa argentina y avizora saltar a los
vecinos. Pero ¿dónde estará ahora la guita?
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