No se puede negar que pareciera para Mr. Trump fue que Thomas
Nast (el “padre” del Tío Sam) diseñó en 1874 la mascota republicana: el viaje
del presidente fue “como el de un elefante en una cristalería”, peleándose y
criticando a todos sus aliados (Merkel enfurecida, la OTAN amenazada, May
vapuleada y Elizabeth the Queen “dribleándolo” al caminar) para luego hacer
elogios y migas con el presidente Putin.
Llegando a la reunión de la OTAN, fue otro round (como en la
G7) con la canciller alemana cuando le dije que “Alemania es una prisionera
de Rusia” porque le compraba el gas y apostaba por el nuevo gasoducto (Mr.
Trump olvidó que así Rusia también era “prisionera” de Alemania). Luego les
recriminó a sus ¿socios? de la OTAN sus bajos aportes y duplicó el aporte pedido
(y terminó feliz por el compromiso de todos con la mitad). De ahí siguió al
Reino Unido, donde celebró al renunciante Boris Johnson como el “líder
conservador” (eso con la May, que lo es y a quien le dio “duros consejos” para
el Brexit que debieron poner a prueba la tradicional “flema británica”) y se escapó
de ir a la ciudad, de encontrarse con su alcalde Sadiq Khan (hijo de inmigrantes
y musulmán, doble rechazo trumpiano) y de conocer al Baby Trump (¿desfilará con
Macy’s?), el inmenso inflable de las amplias protestas contra su visita y
terminó llamando “enemiga de EEUU” a la Unión Europea, poniendo de figurillas a
sus dirigentes para explicar que “no dijo lo que dijo”.
Luego, con Putin, cuatro horas en privada charla y otras en
conjunto le convencieron del “éxito del encuentro” y de su “nuevo amigo” contra
los que lo acusan de influir en su elección.
En la campaña de 2016 elogió su capacidad de negociación y
ahora se sintió muy feliz de hacerlo con Kim Jong-un y ahora con Putin. El
tiempo dirá cómo sirvieron.
Información consultada
https://www.martinoticias.com/a/el-simbolo-de-los-republicanos/14153.html
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