Los hitos pasados
El 2016 que recién termina fue un año muy fáctico. Se inició
antecedido por la
victoria de Mauricio Macri Blanco como candidato de la coalición de
centro-centroderecha CAMBIEMOS el 22 de noviembre de 2015 en el ballotage en
Argentina —cuando
oficialmente obtuvo 51,34% de los votos frente a 48,66% de Daniel Scioli
Méndez del kirchnerista y entonces oficialista Frente para la
Victoria (FPV)—, motivada por la expectativa del pueblo argentino de solucionar la
fuerte contracción económica existente —tarea urgente pero difícil de solucionar en el corto plazo como
prometía el candidato opositor—, máxime tras una década larga de ideologización
de la economía argentina —alineada firmemente con el socialismo del siglo 21— con
escasa y acomodaticia transparencia y con la corrupción que dejaba el kirchnerismo, de cuyas “hazañas” cada
día se descubre más.
Cronológicamente,
el segundo antecedente fue el triunfo aplastante de la oposición —agrupada en
la Mesa de la Unidad Democrática con un amplísimo espectro ideológico—al
obtener 112 diputados en
las elecciones parlamentarias en Venezuela —los restantes 55
pertenecen al oficialista Gran Polo Patriótico Simón Bolívar—, la segunda derrota significativa
del chavismo desde que en 1999 empezara a
gobernar —la primera fue cuando fracasó la consulta para la reforma
constitucional chavista de 2007—y la primera que podía significar cambios en el
poder en Venezuela, país inmerso aceleradamente en una espiral destructiva de
crisis económica, corrupción, violencia y desinstitucionalización.
El
tercero de esta cronología general— fue el significativo descalabro electoral
parcial del Partido Popular (PP) —de 186 diputados en 2011, bajó a
123, 63 menos— y más
desastroso del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) —obtuvo 90
diputados, 20 menos que en 2011 y una caída de 79 respecto a 2008— en las elecciones generales en
España del 20 de diciembre, con la consecuente imposibilidad para las
organizaciones del bipartidismo político español post Transición de formar gobierno estable y la
necesidad de convocar nuevas elecciones el 26 de junio de 2016; a esto se une el surgimiento
protagónico de dos fuerzas divergentes: el centrista CIUDADANOS y el chavista
PODEMOS, además de procesos centrípetos con respecto a la unidad de España: en
Cataluña principalmente, en País Vasco, Galicia, Baleares, entre otros. Los
segundos comicios —sétimo
hito cronológico— fueron
relativamente beneficiosos para el Partido Popular —subió a
137 diputados, 14 más que en la anterior elección— y más negativo
para el Socialista Obrero Español en votos y escaños —perdió 5 diputaciones más— pero, sobre todo,
desestabilizante —aunque no lo admitieran, sí lo
demostraron— para PODEMOS, que se quedó sin el esperado sorpasso a los
socialistas y con el lastre de “engullir” una Izquierda Unida desunida y
conllevarle sin beneficio.
El último
hecho importante de 2016 —y cuarto cronológicamente en este análisis— fue el
2 diciembre cuando el entonces presidente de la Cámara de Diputados brasileña autorizó
los trámites para la posible apertura de un proceso de destitución contra la
entonces presidente Dilma
Vana da Silva Rousseff por manipulación de las cuentas fiscales,
dando así inicio
de la batalla en Brasil entre el entonces oficialismo afín con el socialismo
del siglo 21 y un amplio espectro de la sociedad brasilera, su oposición
política incluida, como consecuencia de los continuados descubrimientos de las cada
vez más graves estructuras de corrupción desde el gobierno —federal, estatal y
local— y sus instituciones en complicidad con un sector muy importante del
empresariado que llevó al impeachment presidencial en Brasil en 2016 y
posterior destitución por el Senado de la expresidente Rousseff el 31 de agosto
—noveno hito—, hecho
político que, con buena probabilidad, marcará el final político de la
expresidente y el de su antecesor y mentor Luiz Inácio Lula da Silva, así como
la conclusión del Ciclo PT —los más de trece años de gobierno del Partido dos Trabalhadores—
por las graves acusaciones
confirmadas de beneficiarse institucionalmente con el esquema de corrupción de
Petrobras —no la única fuente pero sí la más significativa— y por la contracción económica galopante,
hecho confirmado en las elecciones municipales de octubre cuando perdió más de
la mitad de alcaldías que gobernaba hasta entonces y sólo ganó la capital del
pequeño estado amazónico de Acre.
El
primer hecho importante de 2016 —y quinto cronológicamente en este análisis— fue
en febrero siguiente cuando los votantes rechazaron en Bolivia la reforma
constitucional que le hubiera permitido al presidente Evo Morales Ayma
postularse para una posible tercera reelección —para la oposición es la denominada re re re—, aunque se intentarán otras opciones para repostularlo, una imperiosa
necesidad para el oficialismo porque el
partido de gobierno —el Movimiento al Socialismo— no tiene ningún liderazgo
alternativo como consecuencia de que todo el liderazgo político y los presuntos
éxitos de gestión son identificado con el
Jefazo —como le han denominado sus acólitos y que ha dado lugar a materiales biográficos
o pseudobiográficos— por lo que el
MAS necesita su relección para continuar en el poder. Además de esa “necesidad
global”, otros dos factores más confluyen: el primero de ellos, muy vinculado
al mencionado, es que los liderazgos secundarios —dependientes del de Morales
Ayma— necesitan de él para posicionarse y crecer; el segundo, como en cualquier
gobierno centralista y vertical, que los que han tenido errores significativos
—administrativos, técnicos, de ineficiencia, otros— o delitos —peculado,
corrupción, tráfico de influencias, abuso de posiciones— tratarán de mantener
su estructura de poder para conservar su impunidad —absoluta o relativa. La
suma de estos tres factores, al menos, hace imprescindible para el MAS la lucha
por mantener el poder, con independencia de los vehículos que se requieran.
El sexto fue el anuncio del presidente ecuatoriano Rafael Correa
Delgado de que no se presentará a otra reelección en las próximas elecciones en
febrero de 2017, a pesar de que la Asamblea Nacional —con amplia mayoría del
oficialista Movimiento Alianza PAIS: 100 de 137 asambleístas— aprobó la
reelección indefinida de cargos elegibles y de que el Colectivo “Rafael Contigo
Siempre” recogió más un millón de firmas en ese sentido, por lo que el
candidato oficialista para esos comicios será Lenín Moreno Garcés,
exvicepresidente con Correa Delgado entre 2007 y 2013. Con esta decisión, el actual mandatario ecuatoriano evitará tener que
capear las situaciones más álgidas que sucederán a Ecuador como consecuencia de
la creciente difícil situación económica que está afectando su país —crecimiento
de 0,2% en 2015 (Banco Mundial) y decrecimiento de 2,3% en 2016 con pronóstico
de valores nulos o negativos hasta 2020, inclusive (ambos FMI)— por la combinación entre la pronunciada caída
de los precios del petróleo, su principal producto de exportación, y su
excesivo gasto público —padecimiento generalizado del socialismo del siglo 21
por el excesivo e insostenible asistencialismo y crecimiento de la burocracia—,
lo que ha llevado a que el Ejecutivo permitiera que las transnacionales
petroleras intervinieran en las zonas protegidas y de patrimonio indígena, a la
vez que ha hecho malabares con herramientas impositivas —las más excesivas
fracasadas por rechazo popular.
El hito
siguiente fue los Acuerdos de Paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla
marxista —terrorista y narcotraficante— de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia, iniciados preliminarmente en 2012 en Oslo y realizados en La Habana.
El 24 de agosto, ambas delegaciones concretaron acuerdos que deberían ser
refrendados en un plebiscito el 2 de octubre, que fue precedido el 27 de
septiembre en Cartagena de Indias por el gran espectáculo de la firma de los
documentos entre el presidente Juan Manuel Santos Calderón —quien desde su
primer período había hecho de la paz con las FARC su legado histórico sobre
cualquier otra consideración— y el jefe de las FARC Rodrigo Londoño Echeverri
—alias Timochenko o Timoleón
Jiménez—, con la presencia de
muchísimos invitados extranjeros.
Sin embargo, esta
euforia se derrumbó cuando la campaña por el NO —encabezada por el ex
presidente Álvaro Uribe Vélez y con el apoyo del también expresidente Andrés
Pastrana Arango y la exministra Marta Lucía Ramírez de Rincón—, a pesar del corto tiempo para analizar y
difundir las más de 300 páginas de Acuerdos, logró que la duda razonable sobre
el equilibrio de éstos prendiera en un sector importante de la ciudadanía y el
NO ganara por el 50,21%, obligando a negociar con los opositores e incluyendo
algunos cambio en el texto, denominado Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de
una Paz Estable y Duradera, que nuevamente firmaron el 24 de noviembre en
Bogotá sin la anterior parafernalia y que el presidente se cuidó de no
someterlo a un nuevo plebiscito.
El
décimo hecho —tercero de 2016— fue la confirmación de la eternización de
una nueva dinastía de gobierno en Nicaragua tras la interpretación del Tribunal
Constitucional para facilitar al presidente Daniel Ortega Saavedra postularse —ya
sin límites de eventos— en las elecciones generales. En las del 6 de
noviembre, Ortega Saavedra fue a su segunda reelección consecutiva desde 2007:
electo ese año y reelegido en 2012, ya había gobernado entre 1979 y 1985 como
coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional —que asumió el
poder tras la derrota en 1979 de la dinastía Somoza— y de 1985 a 1990 como
presidente constitucional. Fue reelecto presidente sin verdadera oposición
—porque la excluyó— y haciendo dinastía —con su esposa de vice, como Perón
Sosa…
El undécimo fue la victoria de Donald John Trump en las elecciones de
los EEUU del 8 de noviembre. Contra
la inmensa mayoría de los pronósticos, Trump será investido el 20 de enero como
el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América. Elegido no
por votos populares —obtuvo casi 3 millones menos que su rival demócrata— sino por el sistema de elección indirecta que
ha existido en EEUU desde los Padres Fundadores, la Era Trump promete cambios
radicales en las políticas exterior —más cerca de la Rusia de Putin y más lejos
del resto del mundo, mientras el estadounidense premio Nobel de Economía 2001
Joseph Eugene Stiglitz lo considera “un gran riesgo para la economía
global”— e interior de los EEUU —el también estadounidense y premio Nobel de
Economía 2008 Paul Robin Krugman pronostica “grave crisis para sus votantes
blancos trabajadores” y la más tremendista: la “posibilidad de los EEUU sea un
estado fallido”—, no queda duda que su lema «Make America Great Again» pondrá a Latinoamérica en desmedro, NAFTA y
muro incluidos.
El duodécimo
y último hito fue la muerte de Fidel Castro Ruz.
En la larga historia del
caudillismo y del patriarcado en nuestra América, Fidel Castro Ruz ocupa, por derecho
propio, un lugar indiscutible entre los siglos 20 y 21 porque, además de caudillo
y Patriarca, fue el superviviente de las generaciones de líderes políticos que acompañaron
su presencia en el escenario mundial durante los últimos 60 años, el que más
aguas transitó —nacionalismo
(desde su juventud ortodoxa y reafirmado al triunfo rebelde), un corto e
intrascendente acercamiento al maoísmo (más profundo para el Che), un estrecho compromiso con el
marxismoleninismo soviético (su
apoyo más permanente hasta la desaparición del bloque soviético) y la tutela
combinada con dependencia económica del chavismo y su socialismo del siglo 21— y el único que formó escuela —primero el socialismo a
la chilena y
Salvador Allende Gossens, luego Maurice Bishop y el New Jewel en Grenada y,
como colofón, Hugo Chávez Frías y la ALBA— y a cuyos líderes —Allende Gossens
suicidado, Bishop ejecutado y Chávez Frías por cáncer terminal— también
sobrevivió. Como el último actor de la Guerra
Fría, tuvo tiempo aún de ver como desaparecía la Unión Soviética y el llamado campo
socialista y como fracasaban sus tres grandes experimentos políticos: la
Revolución cubana –aunque su visión económica llevó a Cuba por décadas de
crisis y dependencias de padrinazgos (y en los últimos años destruyó la riqueza
venezolana), sí supo mantener
inalterable durante medio siglo la democracia vertical de partido único que él
construyó al mejor estilo soviético, con muchos derechos conculcados y sin
oposiciones toleradas—, la exportación
de la Revolución y el socialismo del siglo 21.
El año del Gallo de Fuego
En el zodíaco chino,
2017 es año del Gallo —Ji— de Fuego —año yin, lo femenino en la dualidad taoísta del yīnyáng—, combinación muy azarosa entre el
metal —elemento femenino para los
astrólogos chinos, propio del gallo—
y el año fuego que augura un año complicado, de equilibrios inestables, con
grandes discusiones, autoritarismos y paz tensa —por coincidencia o destino, el año lunar empezará el 28 de enero y pocos
días antes, el 20, Donald John Trump —Perro [gǒu] de Fuego— asumirá la Presidencia de los EEUU.
Recorramos primero el hoy de los hitos antes mencionados.
De lo que dejó 2016 para 2017
Qué logró CAMBIEMOS para Argentina
El primer año de Macri Blanco al frente de Argentina tuvo una combinación a veces complicada
de éxitos y fracasos. Me detendré en ese año porque en el escenario de
desplazamiento del péndulo político latinoamericano hacia la
centroderecha-derecha, el presidente argentino es el primero que,
democráticamente, lo logra.
De los
primeros, los más importantes fueron: En lo interior, la reunión con todos los
gobernadores; la quita de retenciones al campo; el levantamiento del cepo
cambiario —sinceramiento que
llevó a una caída importante del valor del peso argentino—; los acuerdos con el Frente Renovador y sectores
del justicialismo —incluidos exkirchneristas—; la ruptura del bloque
kirchnerista en la Cámara de Diputados; el develamiento de muchos escándalos de
corrupción y prevaricación de la anterior administración —incluida CFK—, el
final de la disputa con los holdout —los denominados “fondos buitre”—, que termina el largo default argentino; la relación directa con los
gremios, que frenó protestas; el Plan de Medidas Sociales: universalización de
la Asignación Universal por Hijo, devolución del IVA a las personas que
perciben menores haberes, y programas de empleo; nuevo blanqueo de capitales y
el pago de la deuda del Estado con los jubilados; el transparentar de la
información estadística oficial; el combate al narcotráfico, y el acuerdo con
la oposición para la Ley de Emergencia Social. En lo exterior, el pedido del presidente de la
liberación de los presos políticos en Venezuela, en su primera cumbre de
MERCOSUR; participación de Macri Blanco en el Foro de Davos a donde viajó acompañado
de Sergio Massa Cherti, líder del Frente Renovador —quien estaba actuando aparentemente de bisagra
entre el oficialismo y el justicialismo—; el cambio de política respecto a las
Malvinas-Falkland, priorizando el diálogo; la visita de Barack Obama a
Argentina; acuerdo de mayor integración con la Unión Europea; la
desclasificación por los EEUU de sus archivos de la dictadura argentina, y la
posición líder de Argentina —junto
Brasil— en la suspensión de Venezuela del MERCOSUR por incumplir sus
compromisos y normas –un golpe de efecto internacional muy fuerte de rechazo
para Maduro Moros y su camarilla.
De lo
negativo: la designación por decreto —retrocedida— de dos jueces la Corte Suprema, motivo de fuerte polémica
aunque luego fueron oficialmente elegidos por el Senado; los problemas de
inseguridad en la provincia de Buenos Aires y en el país en general; la
eliminación de subsidios a la energía y los servicios públicos —moderada con
tarifas solidarias— que conllevó importantes subidas en las tarifas; las poco
cordiales relaciones con el Papa Francisco —a diferencia de la fluida que el
Papa tuvo con CFK—, y el fracaso —temporal— en el Congreso de la reforma
política propuesta por el oficialismo. También en cierta medida la Ley de
Emergencia Social está en lo negativo porque el gobierno tuvo que ceder mucho a
la oposición —incluido el Frente Renovador, su aliado tácito— y organizaciones
sociales; súmesele diferentes protestas sociales, la mayoría desvinculadas del
kirchnerismo.
El año lo cerró con un
cambio de conductor de la economía, destituyendo al ministro del ramo y
dividiendo el gabinete. Falta de ver si esto se traduce en cambios de
conducción.
En
global y desde la complejidad del panorama que encontró CAMBIEMOS al ganar —mucho más complicado que el que esperaba por
la permanente manipulación de cifras de la anterior administración—, la suma de
factores permite entender un primer año con avances significativos para
desmontar la herencia de docenio de los Kirchner y tener buenas expectativas
para 2017, sobre todo a cara de las legislativas de octubre, en las que se
renovarán 127 —30 kirchneristas y 43 CAMBIEMOS— de los 257 diputados y 24 —15
de kirchnerismo y aliados— de los 72 senadores.
Il Gattopardo a la
española
«Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che
tutto cambi.»
«Si queremos que todo
siga como está, necesitamos que todo cambie.»
[Máxima
de la estrategia política de Tancredi Falconeri que explicó a su tío, Don
Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, en la novela Il Gattopardo de Giuseppe Tomasi di
Lampedusa y que hoy es conocida en ciencias políticas como el «gatopardismo» o
lo «lampedusiano».]
Alabado —adulado— por
sus colaboradores cercanos —los marianistas— por su dizque “magistral manejo de los tiempos” —una forma de esconderse
en su concha como el caracol hasta que pase el peligro—, Mariano Rajoy Brey ha
hecho del desgaste —de los demás— por inacción —suya, basada en “esperar,
que el tiempo todo lo cura”— su
filosofía de gobernar, buscando lograr el mismo propósito que Falconeri pero a
través de la inmovilidad. Escribano de provincias —donde “el tiempo” tiene
distinta aceleración, lo que quizás explique su filosofía—, heredero político —hoy
distanciados— de José María Aznar López —el anterior líder del partido y también
expresidente del Gobierno—, victorioso en 2011 como voto castigo contra la
debacle de la administración socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y en
2016 —después del bajón electoral de 2015— por aquello de “es mejor malo
conocido…” frente a la opción de un triunfo de PODEMOS y el desinfle electoral
de las posibilidades de gobiernos PSOE-CIUDADANOS o PSOE-PODEMOS encabezados
por el inefable —por difuso— Pedro Sánchez Pérez-Castejón —Pedronono—, entonces líder del menguado PSOE.
Investido nuevamente
presidente del Gobierno por una frágil mayoría —dependiente de compromisos
programáticos con CIUDADANOS, el apoyo de formaciones menores y la abstención
de los socialistas—, el reto de Rajoy Brey en 2017 es mayor que en 2011:
entonces —con amplia mayoría— debía administrar la crisis y todos tenían su
objetivo, aunque de distintas maneras, en ello; ahora, sin mayoría efectiva y
frente a un panorama múltiple, debe gestionar la poscrisis, “pagar deudas” y
enfrentar los conflictos de las nacionalidades. Todo eso en un panorama
internacional más conservador —y eso le deberá recordar que el reconvirtió su
Partido Popular de un partido conservador de derecha moderno, liberal, en otro
socialdemócrata de derecha.
Lava Jato el candidato y la guillotina para un sistema que
falla
2017 es un año crucial para Brasil. Después de un 2016 que, en lo
político, conllevó la destitución congresal de la expresidente —lo que, aparentemente, habría alimentado la
ilusión de mejorar la menguada percepción ciudadana por su partido y ella misma
por solidaridad — y la pérdida de esta ilusión con los desastrosos resultados
que tuvieron en las elecciones municipales, un gabinete del nuevo presidente
Temer que a cada momento es horadado por la Operação Lava Jato, un ex
presidente Lula da Silva llorando en público sobre su pretendida honorabilidad
antes las cada vez mayores acusaciones de beneficiarse de los esquemas de
corrupción —basta suponer cómo lo entienden los electores cuando su Partido dos
Trabalhadores perdió, entre
muchas, la elección en la propia ciudad donde vive y de donde salió su partido,
São Bernardo do Campo— y la cada vez más amplia vinculación de políticos de
todas las tendencias —aunque el PT se lleva la mayoría— y empresarios con la
corrupción según avanzan las investigaciones del juez Sérgio Fernando Moro a
cargo de la Operação Lava Jato —también dirigió otros casos importantes sobre
corrupción como el Banestado, con 97 condenados, y la Operação Farol da Colina,
que aprisionó 103 involucrados, además de colaborar en el Escándalo del
Mensalão—, en lo económico la solución de la crisis desatada en 2014
(crecimientos del PIB de 0,1%), “explotada” en 2015 (-3,8%) —causa del
descontento popular con la anterior administración— y que en 2016 se mantuvo
similar (-3,3%), es el objetivo principal de la administración Temer, además de
escapar de nuevas acusaciones de corrupción.
Este año, el presidente Temer se enfrenta a 4 escenarios
negativos posibles —que dejan “huérfana” la buena noticia de que habrá una leve
recuperación del crecimiento hasta el 0,5%—: el primero, que más autoridades de
su gabinete —incluido él mismo— sean acusadas de corrupción en las
investigaciones; segundo, que similares acusaciones debiliten su base
parlamentaria, que necesita prioritariamente para proceder con las reformas
económicas necesarias; tercero, que la investigación sobre delitos electorales
del binomio Rousseff-Temer en 2014 hagan nulas esas elecciones, y cuarto, que
la situación del presidente Temer se haga insostenible —principalmente por acusaciones
fundamentadas de haber participado en hechos de corrupción— y éste deba
renunciar antes de que el país asista a otro juicio político. (Paradójicamente,
los tres presidentes por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño y su
antecesor el Movimiento Democrático Brasileño: José Sarney, Itamar Franco y
Michel Temer, llegaron al poder sucediendo al presidente electo: Sarney a la
muerte sin asumir de Tancredo de Almeida Neves, Franco tras la destitución
congresal de Fernando Collor de Melo y Temer tras la de Rousseff.)
En el caso de llegarse
a elecciones, Lava Jato dará las pautas de las candidaturas —como en mucho ya
sucedió en las municipales de octubre pasado, entre candidatos nuevos y votos
castigo— y cercenará a todos los políticos signados de corrupción. (En algunas
encuestas muy tempranas de intención de voto, aparece liderándolas Marina Silva
Vaz de Lima del partido Rede Sustentabilidade, pero lo mismo sucedió en todas
las anteriores en que participó para luego desaparecer en un lugar lejano.)
La mejora de la
economía pudiera favorecer la gestión actual pero las predicciones más
optimistas no la auguran hasta finales de año, y eso puede ser factor de
inestabilidad social creciente.
La re re re de Morales Ayma y la apuesta
por el «todo o nada»
Casi al final de 2016, los oídos de Morales Ayma deben haber sentido el clamor de una epopeya cuando,
al cierre del Congreso del Movimiento al Socialismo, sus seguidores —líderes de los movimientos sociales que, con entradas y salidas del
Movimiento, lo han acompañado los últimos once años— le ovacionaban al proponer repostularlo para su pretendida
tercera reelección —la denominada re re re: tres
veces postulado: 2005, 2009, 2014 y ahora pretendidamente una cuarta
postulación en 2019, electo en las tres ya realizadas. Todo esto en espacio de
un pequeño coliseo de una pequeña ciudad del Oriente en un día muy caluroso —más
de 30oC afuera, que adentro, con los asistentes transpirando, debe
haber sido no pocos grados más—, algo normal para los interculturales
—colonizadores— y para los cultivadores de coca, todos de zonas tórridas, pero
angustioso para los venidos de las alturas…
El Congreso dejó la firme
encomienda de buscar todas las formas de que el Jefazo siga dirigiendo el país, alguna de las cuales altas
autoridades del mismo gobierno —el Procurador del Estado entre ellos— han
tenido que apurarse a descartarlas.
A todo lo irresoluto que este
nuevo año arrastra, se le unirá un pobre desempeño económico —lo que es muy
complicado para el gobierno en puertas de una elección— a pesar de los augurios
muy entusiastas de ministros del Estado Plurinacional; una incierta
participación en el MERCOSUR luego de las medidas aplicadas a Venezuela,
suspensión incluida; el anclaje —suicida— con Venezuela frente a casi todo el
resto de la comunidad regional, priorizando ideología sobre economía; el
endeudamiento chino como válvula de escape de la contracción —igual que
Venezuela— combinado con la paupérrima inversión extranjera directa —siempre
prometida pero no ejecutada… Y, además, los movimientos internos del MAS para
posicionar ante Morales Ayma un candidato de compañero de fórmula —entre muchos
que aparecerán— que él decida llevar. Súmensele los escándalos multimillonarios e irresueltos
del Fondo de Desarrollo para los Pueblos Indígenas, Originarios y Comunidades
Campesinas y el affaire Zapata sobre presunto tráfico de influencias por la ex compañera
sentimental de Morales Ayma, los resultados adversos a una nueva prórroga
presidencial en el referendo de febrero, el prolongado y violento conflicto de
los cooperativistas mineros, ex firmes aliados del gobierno y trágicamente
terminado, la crisis previsible y prevenible del agua —fracaso de un modelo
de gestión gubernamental en que se valora la afinidad sobre la competencia—, el desastre de
LaMia con el Chapecoense —que conmocionó la credibilidad del país— y dos casos judiciales
que llevan larga data en los estrados judiciales empantanados en sus
connotaciones políticas y sin visos de presta conclusión: la masacre de Porvenir
—con acusadores declinados— y Terrorismo por presunto secesionismo.
Y desde la oposición, la tarea
titánica de cohesionar y no seguir fragmentando, de tener un programa de Estado
común que sea válido y atractivo a futuro más allá de promesas —o, peor: sólo
críticas— y de hacer sentir más sus liderazgos intermedios que, con no muchas y
honrosas opciones, adolecen de proactividad, la que más se siente en la
sociedad civil.
Aunque parezca increíble, desde
la misma reascensión de Morales Ayma en enero de 2015 empezaron las campañas
proselitistas de ambos bandos, más del oficialista. El voto negativo del
referéndum de febrero pasado dejó un desconcierto en el oficialismo pero el
Congreso de diciembre pasado dio nuevos ímpetus. Las elecciones judiciales de
octubre —en las de 2011,
cuyos elegidos luego han sido muy cuestionados hasta por el vicepresidente del
Estado, los votos nulos y en blanco superaron el 60%, un mayoritario rechazo
que fue el segundo fracaso electoral gubernamental luego de las municipales de
2010 y seguido por las municipales de 2015 y la consulta de 2016— podrán ser un
buen termómetro de la ciudadanía, importante para lo que seguirá hasta las de
2019.
2017 será el inicio de tres
combativos años electorales. ¿Y la gestión?
Ecuador y Februarius
Februarius era el
segundo mes de los romanos en la modificación de su calendario atribuida a Numa
Pompilio. Este mes “nuevo” heredó su nombre de Februa —o Februatio—, el festival romano de la purificación, que era
básicamente de lavado o de limpieza de primavera, de regeneración, de cambio.
Y para la política ecuatoriana, febrero va a ser un mes de
cambios porque termina el decenio de Rafael
Correa Delgado y, con independencia de quien salga elegido,
necesariamente habrá un cambio de estilo —si
gana el candidato oficialista— o de modelo —si gana alguno de los opositores.
El vendaval de la Revolución Ciudadana de Correa Delgado se fue desgastando en el
populismo de su modelo —el socialismo del siglo 21— mientras la economía entraba en crisis
—crecimiento de -2,3% en 2016 (FMI), positivándose recién en 2021— y la
corrupción ocupaba espacios importantes; por eso, aunque originalmente Correa
Delgado pensó en prorrogarse —otra víctima de Hubris, como muchos líderes del
socialismo del siglo 21: Castro Ruz el Mayor, Chávez Frías, Ortega Saavedra,
Morales Ayma, CFK, Lula da Silva (algunos exitosos en ello hasta ahora, otros perdedores)
en la confianza en que repetiría sus victorias en primera vuelta en 2009 y 2013
(el 2006 tuvo que ir a segunda)— para lo que el año pasado la Asamblea Nacional
reformó la constitución para permitir la reelección indefinida de cargos
elegibles, la crisis que afecta al
país le decidió dejar el empeño —y el vendaval— a otro y emigrar temporalmente
pero sin negar la posibilidad de regresar un período después si las condiciones
son más favorables.
La oposición —en la
confianza de repetir el éxito de las locales de 2014 cuando avanzó
significativamente al obtener, entre otras, las 3 principales ciudades— no se
presenta en una única candidatura —entre oficialista y no oficialistas hay ocho
compitiendo— pero en la seguridad de forzar una segunda vuelta, confía en
desplazar al actual partido de gobierno, Movimiento Alianza PAIS - Patria
Altiva i Soberana, con los votos presuntamente mayoritarios opositores. Como en
otros casos de votaciones recientes —Colombia, Argentina, España, los EEUU—,
las encuestadoras han dado resultados muy diversos pero a finales de 2016 en lo
general ubicaban en primera preferencia al candidato oficialista Lenín Moreno
Garcés —apoyado por el Partido Socialista Ecuatoriano— aunque sin lograr, en la
que le es más favorable, acercarse a menos de 12% de los requeridos para ser
elegido en primera vuelta; según éstas, el segundo y tercer lugares lo disputarán
Guillermo Lasso Mendoza —del Movimiento CREO, Creando Oportunidades
(centroderecha), apoyado por el Movimiento SUMA, Sociedad Unida Más Acción
(centro)— y Cynthia Viteri Jiménez —por el Partido Social Cristiano (derecha) con
apoyo del Movimiento Concertación (centro)—, aunque meses atrás el favorecido
con la victoria era el ex general Paco Moncayo Gallegos —coalición Acuerdo
Nacional por el Cambio (izquierda-centroizquierda)—, ahora en cuarto lugar.
Considerando que el
nivel de aprobación de la gestión actual es de 42% —el menor del oncenio—y la
desaprobación 52%, que en las últimas semanas se han destapado grandes
escándalos de corrupción tanto por la constructora brasileña Odebrecht como,
mayores, en Petroecuador y que el gobierno está haciendo esfuerzos por
deslindar la Presidencia de ellos —lo que afectará a sus candidaturas
oficialistas— y que el 70% de los encuestados por la empresa CEDATOS en
diciembre señaló su deseo de cambios radicales en la conducción del país,
sumados los porcentajes para cada candidato, no es arriesgado decir que habrá
una segunda vuelta y que la candidatura opositora que pase podría superar a la
oficialista.
Nicaragua dinástica
El 6 de noviembre, antes de salir a votar ya Ortega Saavedra sabía que
iba a ser reelecto una vez más y esperanzado miraba ad æternum, a la espera —para cumplir formalidades— del anuncio de
victoria por el Consejo Nacional Electoral —cooptado por su sandinismo, como todos los demás del Estado—
para oír los loores de sus afectos.
Pero seguro a él —y a sus
cercanos conmilitones— debía preocuparle y mucho las noticias que venían del
Caribe —las de Venezuela en graves crisis económica, política e institucional y
las de Cuba buscando prevenidamente cómo sobrevivir. Los meses que siguen le
alcanzarán para temblar de la crisis que se avecina sin Venezuela que sostenga la economía
nicaragüense y con la Nicaraguan Investment Conditionality H.R.5708 —la Nica
Act— como espada de Damocles bloqueando los EEUU la aprobación de préstamos
multilaterales al gobierno antidemocrático de Ortega Saavedra.
Trump y «el patio trasero»
Nunca creo que será
más valedera la idea de «el patio trasero» menospreciado. A partir de su asunción, el nuevo presidente de los EEUU
cumplirá —no lo dudo— en la medida que le sea posible sus promesas de campaña
respecto de Latinoamérica: reversión —o modificación— del NAFTA, deportaciones
de inmigrantes —la cuantía será lo significativo—, mayores controles
migratorios, completamiento del muro con México —que, en la realidad y discontinuado,
ya existe en la frontera— y repatriación de industrias.
Me gustaría pensar que
una cosa era su discurso en campaña y otro el gobierno. Lamentablemente, las
designaciones de su círculo de gobierno y sus declaraciones no han menguado
mucho la belicosidad.
Con un presidente
centrado en el proteccionismo y la autarquía y queriendo reescribir la
historia, Latinoamérica tendrá menos importancia en las relaciones
internacionales del vecino del Norte. ¿Cuánto menos? Aún es difícil decirlo.
La apuesta colombiana
Después de que todo el espectáculo de Cartagena de Indias
fracasara estrepitosamente en el plebiscito de octubre pasado y tras cambios no
fundamentales —para las FARC— de
los Acuerdos de La Habana —premio
Nobel de consuelo por medio—, el presidente Santos Calderón hizo aprobarlos en
el Congreso, donde tiene mayoría en ambas Cámaras, para que no se las pifiaran
de nuevo.
Con el cronograma de aplicación demorado —falto de muchísimas aprobaciones para
su implementación— y el
incierto inicio de las conversaciones con el ELN —pendientes de que la guerrilla cumpla la
liberación de todos los secuestrados—, los acuerdos y el oficialismo
medirán sus fuerzas con la oposición —encabezada nuevamente por Uribe Vélez y
junto con Pastrana Arango y Ramírez de Rincón— en las elecciones legislativas
(marzo) y presidenciales (mayo) de 2018.
Cuba, entre el avance y la inacción
La
muerte de Fidel Castro Ruz dejó en la orfandad emocional de parangón a una
buena parte de la izquierda latinoamericana que creía en él como el líder
eterno que vencería al imperialismo yankee y obligó a otra parte que ya no
creía en las bondades del modelo pero que seguía enarbolándolo de bandera —“porque no había otra”, peor después de la
partida de Chávez Frías y la hecatombe venezolana— a asumir duelo. (Claro que había otra parte de
la izquierda que se le había distanciado públicamente antes de 2008.)
Castro
Ruz en sus últimos años había asumido ante todas las izquierdas y su país la
posición de Conciencia Mayor y desde las columnas que se publicaban suscritas a
su nombre se “vigilaban” las actuaciones del gobierno de su hermano —cuidadoso en sumo de contradecir al Mayor— y
no se cohibían de criticársele. Posiblemente el poder real de socavarlas era
mucho menor que el conciencial pero estimulaban las críticas y dificultaban
aplicar las reformas.
La desaparición de
Castro Ruz el Mayor, sin que signifique un cambio de fondo, representa la
desaparición de una
fuerte voz disonante que estimulaba la inacción del modelo y que ya no amparará
a los críticos de cambios dentro del sistema.
El otro
elemento, el cambio generacional, ya había empezado por razones geriátricas y
el mismo Castro Ruz el Menor había fijado 2018 como el del relevo de la Vieja
Guardia. Pero muchos espacios han ocupado en los medios su anhelo comentado de
unas descansadas y despreocupadas vacaciones en México, y eso puede ser… ¿un brûlot?
El desastre irresuelto de Venezuela
Aunque
en la cronología anterior fue el segundo hito, por su importancia lo he dejado
como último análisis de este grupo.
La
crisis en Venezuela es múltiple pero desde un único eje: un modelo ideológico —político, social y económico— impuesto que
fracasó desde el inicio y que logró mantenerse y reproducirse gracias al boom de los commodities que elevó a precios insospechados el petróleo
venezolano. Iniciado con un fuerte sentido de reivindicación de los más pobres,
fue degenerando mientras más exitoso era —aunque los éxitos no fueran propios
sino de coyuntura externa— en prebendalista y clientelar, nepotista y corrupto,
aquejado del síndrome holandés que engulló la inmensa mayoría del aparato
productivo local y herido de la deificación del líder, el paternalismo y la
discrecionalidad, la cooptación del Estado y convertir democracia en eleccionarismo. Un panorama del populismo del socialismo del
siglo 21 que ha llevado a Venezuela a ser un estado fallido y que ha cercenado
el poder real de la Asamblea Nacional como equilibrio.
Para 2017, con un
panorama regional ampliamente adverso al madurismo —exceptuando los últimos
gobiernos de la ALBA— y solidario con el pueblo venezolano, más allá de mesas
de diálogos que dan resultados intrascendentes para la mayoría del pueblo de Venezuela
y que sólo sirven para ganar tiempo, la Mesa de la Unidad Democrática deberá releer la
situación y conformar un frente realmente amplio junto los sectores del
chavismo moderado, descontentos y distanciados del gobierno, con posiciones
articuladas y consensuadas internamente. Esta amplísima mayoría real —la descontenta con la Venezuela de hoy y el
rumbo que lleva—, sin revanchismos ni triunfalismos, tendría que articularse
con los sectores legalistas —no corrompidos— de las Fuerzas Armadas. La
intervención de la Iglesia Católica —en una posición crítica de la situación y
con el apoyo del Vaticano luego que el diálogo aupado por el Papa Francisco
sólo le facilitara el respiro del al gobierno— es fundamental.
No hacerlo, ahondará
la crisis socioeconómica y la frustración política mayoritaria, conllevará la
pérdida de la credibilidad de la unidad opositora y provocará en el corto plazo
la explosión social —con la consecuencia de víctimas— e, incluso, la
intervención militar directa en un sentido u otro.
Lo nuevo en 2017
Tras la Bachelet, ¿qué vendrá?
Segundas partes no
fueron buenas, dice el adagio, y para Michelle Bachelet Jeria se cumple con
su segundo mandato: salió con una altísima aprobación de su anterior gestión en
2009 (76%), logró gobernar en segunda vuelta con 25,6% del padrón y una
“coalición” muy interenfrentada a sus espaldas —a la Concertación por la Democracia de centroizquierda-izquierda se le
adicionó el Partido Comunista y otros sectores más a la izquierda—; al
cierre de 2016 tenía 22% de aprobación (CADEM), con una gestión confusa —en un país que se precia de su transparencia,
casi al inicio explotó el primer escándalo de corrupción de su gobierno, a
cargo de su hijo y la esposa— y difícil coordinación de las reformas prometidas
dentro de su coalición, junto con una caída de los precios de su
principal commodity: el cobre.
Y así Chile
llegará a las elecciones en noviembre, donde el casi seguro candidato de la
centroderecha y derecha va a ser el expresidente Sebastián Piñera Echenique
—líder de intenciones— mientras por la Nueva Mayoría la disputa principal
estaría entre el senador Alejandro Guillier Álvarez —mejor ubicado en las
encuestas dentro de la coalición— y el expresidente Ricardo Lagos Escobar. ¿Mi
pronóstico? Los votos van a reforzar la centroderecha y el centro.
Continuidad o cambio: el reto catracho
Esta elección tendrá un elemento extraño para muchos
hondureños: La prohibición constitucional al presidente en ejercicio de
postularse para un nuevo periodo —consecutivo o discontinuo— fue anulada por la Corte Suprema de Justicia y luego descartada
la necesidad de un plebiscito sobre este asunto por la mayoría oficialista en
el Congreso (70 diputados contra 55). Ésa es la misma Corte Suprema que en 2009
destituyó expeditamente a Manuel Zelaya Rosales, acusándolo de traición a
la Patria, entre otros delitos, por pretender consultar en plebiscito la
realización de una Constituyente que promovería la posibilidad de la reelección
y los militares lo sacaron a Costa Rica.
Esto permitirá repostularse tanto al actual presidente Juan
Orlando Hernández Alvarado del Partido Nacional (centroderecha-derecha) —con 4%
de popularidad en septiembre (CID GALLUP)— como al expresidente Zelaya Rosales
con su Partido Libertad y Refundación (LIBRE, izquierda). También
competirían, hasta el momento, Mauricio Villeda Bermúdez del Partido Liberal
(centroderecha) y Salvador Nasralla Salum del Partido Anti Corrupción (PAC,
centro).
Si se mantienen las condiciones actuales, el enfrentamiento
principal sería entre Hernández Alvarado y Zelaya Rosales, continuidad o
cambio.
Haití, al fin
Después de dilaciones y acusaciones desestimadas de fraude,
el Consejo Electoral Provisional declaró ganador en primera vuelta de las
elecciones de noviembre con el 55,6% de los sufragios a Jovenel Moïse del Parti
haïtien Tèt Kale (PHTK, centroderecha) del expresidente Michel Martelly, y Moïse
sucederá al presidente interino Jocelerme Privert.
Aparte de la inestabilidad política tradicional, Moïse
deberá enfrentar una situación económica grave, con altísimos índices de
pobreza y aún afectada por el terremoto de 2010 y el huracán Matthew de 2016.
2017 es año donde
dos animales —perro y gallo— muy fogosos
se tendrán que entender… o acabar.
Información consultada
http://noticias.caracoltv.com/acuerdo-final/minuto-minuto-gobierno-y-farc-firman-la-paz-en-cartagena
http://www.telam.com.ar/notas/201301/3307-seguimos-siendo-el-patio-trasero-de-estados-unidos.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario