El fenómeno del cambio
climático tiene posición en discursos y debates en todo el mundo pero es
recién, cuando las consecuencias ya se sienten, que empieza a pasar de las
propuestas políticas —más efectistas que efectivas y cada
vez menos creíbles— a las
soluciones, aún moderadas.
Latinoamérica no ha
sido ajena a este proceso. Políticas centradas en el “digo y no hago” —como la deforestación de la Amazonia brasilera, algo menos
actualmente— o dirigidas a “ideologizar” el tema —EEUU es uno de los 3 mayores
emisores de contaminantes, pero las críticas “ideológicas” obvian que los otros
dos son China e India— y adicionadas con desarrollismos populistas —de
izquierda y de derecha— han llevado a una situación casi límite.
Durante años, el debate ambiental obvió con
mucho las consecuencias económicas de esos cambios. La falta de medidas prestas
y efectivas se justificó por la necesidad de un desarrollo que, en la mayoría
de los casos, era contraproducente con las prevenciones del cambio climático y
se agudizaba con otras medidas que, incluso, violaban ese “desarrollismo”. Esa
justificación desarrollo versus ecología
también ha estado muy presente en países desarrollados, encabezados por EEUU.
Hoy, cuando las consecuencias físicas empiezan
a advertirse —grandes huracanes y sequías, olas de calor y precipitaciones
incontrolables, tornados y desaparición de los glaciares— se advierte que no
hay desarrollismo contra la naturaleza y sí más empobrecimiento. Con climas más
extremos —las zonas con sequías será más áridas y las húmedas tendrán muchas
más precipitaciones—, disminuirán significativamente los rendimientos de
cultivos como cebada, viñedos, maíz, papas, soja y trigo y se incrementarán las
enfermedades y pestes en personas, animales y plantas, la biodiversidad será
afectada, disminuirá la disponibilidad de agua potable y las poblaciones
costeras estarán amenazadas de sumergirse. Todo para mayor incidencia negativa
sobre la economía.
El principal reto para
la Región —y para el resto del mundo— es el cambio, hoy atrasado, de patrones
productivos y de consumo insostenibles, usando energías fósiles con altas
emisiones de carbono. La próxima Conferencia Internacional sobre Cambio
Climático (COP21) que se realizará en París en diciembre —y que busca
detener el calentamiento en 2,0oC— puede significar un avance
fundamental. También puede quedar como la COP20 de Lima, su antecesora, al
borde de un rotundo fracaso.
Información consultada
http://solucionescambioclimatico.org/cumbre-clima-paris/
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