El candombe uruguayo —ritmo de cuatro
negras por compás con
clave 3:2, como el son
cubano— no estaba en las elucubraciones imaginativas de Franco Teutonicus cuando escribía su Ars cantus mensurabilis. Sincrético —como el son—: criollo
mestizado con bantú; sincopático, imprevisto, sensual —lo que no excluye su
originaria religiosidad— y casi hipnótico, callejero y carnavalero —a
diferencia del son—, afianzado en la potencia de su percusión —con tambores chico, repique y piano
en la Banda Oriental, bongós, maracas y claves en la Isla, y con distinta fusión
con cuerdas y piano—, candombe es alma del oriental gregario e irreverente —otra
diferencia con el son.
E imprevistas y de síncope son también estas elecciones
uruguayas. Siete candidatos y sólo uno —Tabaré Vázquez Rosas— parecía seguro para
gobernar los próximos 5 años desde la centroizquierda del Frente Amplio —con él
gobernó entre 2005 y 2010— y menos comprometido con la ALBA que su sucesor.
Pero eso se rompe cuando el tradicional Partido Nacional elige —fuera de
pronósticos— al joven Luis Alberto Lacalle Pou y los acerca a un balotaje tan imprevisible
como el candombe, además —con el colorado Pedro Bordaberry Herrán y con Pablo
Mieres Gómez del Partido Independiente— de quitarle la cómoda mayoría congresal
de estos dos períodos frenteamplistas.
Pelo visto, meu caro Rafael, com exceção de Bolivia, os prognósticos eleitorais em America Latina estão a surpreender a todos. abs
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