El 7 de marzo Bolivia llegó a su undécima elección para
alcaldes y concejales municipales y la cuarta para autoridades departamentales.
En el caso de las autoridades regionales, la primera fue en 2005 sólo para los entonces denominados
Prefectos (hoy Gobernadores) bajo la anterior Constitución y ya en 2010, 2015 y
2021 para Gobernadores y Asambleas Departamentales (además de corregidores,
subgobernadores y el Gobierno regional del Chaco); para los alcaldes y sus
concejos municipales recién en 1985 hubo la primera elección popular —antes eran designados por
quien fuera el Primer Ciudadano—, que continuó bianual hasta la de 1995
cuando los elegidos lo fueron por cuatro años para la siguiente (1999) empezar
a serlo por cinco: 1985, 1987, 1989, 1991, 1993, 1995, 1999, 2004, 2009, 2015
(ya sincronizada con las de autoridades regionales) y 2021 (aplazadas en 2020
por el COVID-19).
Para entender: números
Historié arriba las fechas de las elecciones porque me
interesa fijar que la democracia en los niveles subnacionales es un hecho
bastante reciente: Hasta 1985 los alcaldes no eran elegidos por voto popular (y
después de este año y hasta 2009 eran elegidos aquellos que eran la cabeza de
la lista de concejales más votada) y hasta 2005 las autoridades departamentales
las designaba el presidente de turno. He querido fijarlo para que se entienda
cómo la memoria democrática no es una
virtud de larga data para elegir y dar gobernabilidad en el ámbito subnacional
boliviano y esto se potencia mientras más pequeñas sean las unidades elegibles
y más apartadas estén de los principales centros poblacionales —aun más en el mundo rural—
que son los “hogares” del debate político.
De
los 336 municipios de Bolivia, 11 tienen menos de un mil habitantes; 15 entre uno
y dos mil; 49 entre dos y cinco mil; 95 entre cinco y 10 mil; 137 entre 10 y 50
mil; 16 entre 50 y 100 mil; 12 entre 100 y 500 mil; 2 entre 500 mil y un millón
y 2 de más de un millón de habitantes (Santa Cruz de la Sierra y El Alto); es
decir, 170 municipios tienen menos de 10 mil habitantes (el 50,1% de los
municipios), 307 menos de 100 mil (el 90,6%) y sólo 16 municipios (el 4,7%)
tienen más de 100 mil. Una rápida revisión de electores habilitados para este
2021 nos da que en los llamados departamentos del Eje Central —Santa Cruz, La
Paz y Cochabamba— estaba el 73,2% (5.217.985) del total nacional (7.131.075) y
que en las cuatro principales ciudades de ese Eje —Santa Cruz de la Sierra, El
Alto, La Paz y Cochabamba— estaba el 41,5% de todos los habilitados (2.957.523).
Para cerrar este acápite, retomaré el dato proyectado del
INE de población para 2018 (no encontré el desglose urbano-rural en los posteriores)
que el 69,6% de los bolivianos vivíamos en centros urbanos y periurbanos y me
apoyaré en las proyecciones del ente estadístico —mientras no haya el nuevo
Censo, que debía ser en 2022 y ahora se quiere pasarlo para “casualmente”
coincidir con año electoral— de que en 2030 seremos más de 13,2 millones en
Bolivia y en la afirmación de Carlos Hugo Molina que en 2032 seremos algo más
de 15 millones (datos expuestos en el II Congreso Internacional de Ciencias
Económicas y Empresariales de la Universidad San Francisco Xavier), lo que
Molina proyecta que para ese año el 90% viviremos en las ciudades, una cifra
nada alentadora para los que confían en los votos rurales como baza de
victoria.
Los
volveremos a visitar.
Cifras electorales
Las elecciones subregionales fueron el 7 de marzo para
elegir las autoridades ejecutivas y legislativas de 336 municipios —nueve capitales
departamentales— y nueve departamentos (obvio subgobernadores,
autoridades de la Región del Chaco y otros muy específicos de determinadas
regiones).
En el momento de la elección, tres departamentos —Santa
Cruz, La Paz y Tarija—, dos ciudades capitales —La Paz y Cochabamba— y El Alto
estaban gobernados por autoridades no alineadas con el Movimiento al
Socialismo-Instrumento Político de Solidad con los Pueblos (MAS-IPSP). El
departamento Santa Cruz era gobernado por DEMÓCRATAS, La Paz por la alianza del
Movimiento Tercer Sistema (MTS) y SOBERANÍA Y LIBERTAD (SOL.bo) y Tarija por la
Alianza Unidad Departamental Autonomista (UD-A), mientras que en alcaldías, La
Paz lo era por SOL.bo, Cochabamba por DEMÓCRATAS —con muchísimas complicaciones internas— y El
Alto por el Frente de Unidad Nacional (UN). Ninguna de estas organizaciones
sobrevivió a la elección.
En 2015, el MAS-IPSP ganó Sucre y Potosí y cooptó luego —por
captación, asimilación o conveniencia— Cobija, Oruro, Santa Cruz de la Sierra y Trinidad;
en total, obtuvo 862.760 votos, que fueron el 31,7% de los votos válidos
emitidos en esas diez ciudades. Este año 2021, el MAS-IPSP repitió en Sucre
(venciendo por 301 votos) y ganó Oruro (pasó del 20,0% de válidos en 2015 al
29,5% este 2021; el único otro municipio principal que subió su porcentaje de
votación fue en Tarija, que pasó del 21,2% al 25,4% pero que el MAS-IPSP no
ganó), obteniendo 771.647 votos: el 24,4% de los votos válidos, el 7,3% menos;
dicho de otra forma: en las diez ciudades del eje, voto por el oficialismo
central el 13,2% de todos los votos válidos emitidos en el país, por lo que el
resto de habitantes de esas ciudades (el 28,3% de todo el país) votó por otras
opciones.
Según los cómputos oficiales del Órgano Electoral
Plurinacional (OEP) para alcaldías en 2015 y 2021, el MAS-IPSP obtuvo en 2015
el 40,4% (1.847.537) de todos los votos válidos emitidos ese año para alcaldías
(4.568.976) pero en el 2021 el porcentaje fue el 33,3% (1.897.242) de los
5.692.477 sufragios válidos para alcaldías (diferencio votos para alcaldías de
votos para gobernaciones por, aunque el número de habilitados es idéntico, el
de votos válidos fue inferior en 1,9% para la elección de gobiernos
departamentales en primera vuelta: 5.559.425). Si comparara porcentualmente con
las elecciones nacionales de 2014 y 2020, la diferencia sería mucho mayor:
40,4% versus 61,4% (2014) y 33,3% versus 55,1% (2020).
Según los mismos cómputos oficiales del OEP para
gobernaciones en 2015 y 2021, el MAS-IPSP obtuvo en 2015 el 41,8% (1.909.314)
de todos los votos válidos emitidos ese año para autoridades departamentales
(4.568.976) pero en el 2021 el porcentaje fue el 42,4% (2.358.397) de los 5.559.427
sufragios válidos para gobernaciones (como mencioné arriba, los votos válidos
fueron 1,9% inferior para la elección de gobiernos departamentales). Comparados
porcentualmente con las elecciones nacionales de 2014 y 2020: 41,8% versus
61.4% y 42,4% versus 55,1%.
¿Por qué esa diferencia porcentual de votos entre los
resultados municipales y departamentales —éstos aparentemente favorables al
posicionamiento del MAS-IPSP? La explicación es muy simple y matemática: el
voto para elegir autoridades departamentales une la alícuota de votos masistas
en las ciudades —los municipios más poblados— con los votos en los municipios
menos habitados, que son más; si recordamos que el MAS-IPSP obtuvo este año el
72,6% del total de municipios (244) con menos votos que los que obtuvo en 2015
cuando ganó en 227 (67,0%), comprobamos que el voto para el MAS-IPSP se
concentró más en municipios menos poblados.
Los resultados oficiales del cómputo de las elecciones
subnacionales en Bolivia 2021 dan muchos datos importantes para analizar. Lo
primero es la preeminencia territorial: en 2015, el MAS-IPSP ganó seis
Gobernaciones (Chuquisaca, Cochabamba, Oruro, Potosí, Beni y Pando) y dos
Alcaldías principales (Sucre y Potosí), a las que sumó las alianzas con los
ganadores en Oruro (MCS-FA), Trinidad (MNR), Cobija (PUD) y —tácitamente— Santa
Cruz de la Sierra (SPT): en total, seis de 10 Alcaldías principales, quedando
en manos de la oposición las de La Paz, El Alto, Cochabamba y Tarija —ésta al
menos al inicio.
El panorama es diferente en 2021: el MAS-IPSP repitió
ganando en primera vuelta las Gobernaciones de Cochabamba (el departamento de
la zona cocalera del Chapare, principal proveedora para la narcoeconomía),
Oruro (cuna de Evo Morales) y Potosí y fue a segunda vuelta en los
departamentos de Chuquisaca (en primera vuelta quedó segundo), La Paz (se
estancó en el 39,70%), Pando y Tarija (en ambos su ventaja sobre el segundo era
mínima: 2% y 0,12%, respectivamente) pero en los cuatro balotajes, contaba en
contra con el conjunto de los votos antiMAS-Evo, lo que vale decir: el resto de
los electores. (Vale aclarar que la Ley N° 026/2010 Electoral, confirmado por
la Ley Nº 1353/2020, establecen balotajes sólo
para elecciones para Gobernador y bajo los mismos criterios de las elecciones
presidenciales: si ningún candidato obtiene la mitad más un voto o alcanza o
supera el 40% de la votación con el 10% de diferencia sobre su contendor
inmediato; las elecciones para asambleístas departamentales y demás autoridades
regionales a elegir se basan en la mayoría simple.)
Para las 10 Alcaldías principales (las nueve capitales
departamentales y la ciudad de El Alto) la Ley Electoral vigente define que en los municipios (alcaldes
y concejales) se gana por mayoría simple, con independencia del porcentaje;
este año la única de éstas que el MAS-IPSP ganó directamente fue la alcaldía de
Oruro —esta vez sin
necesitar de “adquirir” aliados— y en Sucre tuvo que esperar de los resultados
en la repetición de tres mesas en el municipio para definir el ganador (la
diferencia entre los dos primeros era del 0,20%): al final ganó el candidato
del MAS-IPSP por el mínimo número de votos: 301.
Si recordamos que el voto de los departamentos del Eje
Central representa el 73,2% del electorado habilitado en el padrón y que la
población de las 10 ciudades principales tiene el 41,5% de ese mismo padrón, el
MAS-IPSP retuvo solamente el gobierno departamental del 30,3% del electorado
habilitado en el país y, ya con certeza, el gobierno municipal del 7,5% del
electorado habilitado en las 10 ciudades capitales más El Alto. Los balotajes el
11 de abril para los departamentos de Chuquisaca, La Paz, Pando y Tarija y las
repeticiones de votación en Sucre corroboraron este resultado.
Hay varios factores que llevaron a esta debacle, mayor si se
recuerda que cinco meses antes el MAS-IPSP había ganado la presidencia y la
mayoría relativa en la Asamblea Legislativa Plurinacional con el 55,11% de la
votación. Uno de ellos, muy importante, fue la rápida decepción con el gobierno
de Arce Catacora al constatarse que no podía cumplir la promesa de la
reactivación económica —no
hablemos de un “milagro”— y la promesa de reconciliación nacional “hacía
aguas”; de ello hablaremos poco más adelante.
Pero
el que quizás fue el más mediático y, a la vez, más significativo porque
profundiza la fractura dentro del MAS-IPSP fue el de los denominados “dedazos”:
la imposición directa por Evo Morales de candidatos contra la recomendación de
sus bases. Asesorado por su grupo “duro” —los “argentinos” (los que emigraron
con él a Buenos Aires) y los asilados en la embajada de México—, Morales saltó
en muchos casos sobre los postulantes a candidatos promovidos por las bases y
si esas imposiciones le conllevó entonces rechiflas y hasta silletazos lanzados
en las reuniones donde el Jefazo imponía, luego los resultados fueron varapalos
significativos: dos candidatos que discutieron —y ganaron— Gobernaciones (Chuquisaca y Pando) al MAS-IPSP en
segunda vuelta y, al menos, dos de las alcaldesas ganadoras fueron dirigentes,
autoridades electas o aliados del MAS-IPSP —incluida Eva Copa Murga, la senadora del MAS que
asumió constitucionalmente la presidencia de la Cámara (y luego se arrogó la de
la Asamblea Legislativa ante la falta de vicepresidente del Estado) ante el
desbande de la cúpula masista y fue fundamental en lograr que el MAS-IPSP
siguiera existiendo, ahora (despreciada por el mismo MAS-IPSP que contuvo en el
desbande) la candidata más votada en todas las elecciones democráticas desde
que en 1964 el cuasi partido único (MNR) ganara con el 90%—, se puede
entender que el “dedazo” fue verdaderamente un símbolo que el poder monolítico
caudillista dentro del partido que nos gobernó 14 años y nuevos meses iba en
caída libre.
La derrota del 7 de marzo llevó que a la semana el sector
“duro” —despotricaciones
públicas y mediáticas de Morales Ayma incluidas— se lanzara, desde sus
operadores en el gobierno de Arce Catacora, a una razia contra las autoridades
del gobierno de Transición —incluidos aquellos fieles al MAS-IPSP pero que
salvaron la gobernabilidad— que culminaron con el apresamiento de la
expresidente Añez Chávez —incluyendo amedrentamiento y violencia con familiares
y amigos para encontrarla— y de dos de sus ministros coterráneos así como de
altos militares, a la vez del repotenciamiento del discurso del “golpe de
Estado” para tapar el fraude y la huida cobarde —demostrada por sus
correligionarios que se quedaron. La repulsa nacional y críticas desde el
exterior frenaron un poco la razia —aunque no suavizaron el encierro arbitrario
de la expresidente, corroborado por el mismo actual ministro de Justicia quien
declaró que “utilizaron la justicia ordinaria porque no tenía suficientes
parlamentarios para un Juicio de Responsabilidades”— hasta que la segunda
vuelta corroboró cuán despotenciado estaba el liderazgo de Morales y repotenció
el afán del grupo “duro” de reinstalarlo en la Presidencia, aún a costa de su
misma gente.
Me quedan las lecciones y los mitos: Aunque se aduce que
elecciones nacionales y subnacionales son percibidas diferentes para el
electorado, éstas del 7 de marzo y el 11 de abril fueron entendidas por los
electores contrastadas con la de 2020 en la medida de cuán válido —o no— había
sido el mito del “milagro económico” que le dio victoria a Luis Arce Catacora (también
entendido él como “otro MAS” y capaz de abrir la cornucopia de la nueva
bonanza, además del hartazgo con los políticos opositores al MAS-IPSP —parte o
no de la gestión de la Transición), coincido con Carlos Toranzo en que estas
subnacionales muchas decisiones se apartaban de «la agenda cotidiana, de realización de obras para los votantes»:
en 2020, Arce obtuvo el 55,11% y en ésta de 2021 para Gobernaciones recibió el
42,4% de votos válidos y para alcaldías el 33,3%. La segunda lección es que,
una vez más, la dispersión onanista de candidaturas siempre perjudica a la
oposición al MAS-IPSP, y la tercera que esta elección terminó de enterrar a
partidos que fueron importantes y marcaron estos 15 años: DEMÓCRATAS, UN,
SOL.BO, SPT, UDA…
De los mitos: sólo en pocos departamentos el voto rural es
influyente —en 2018 sólo el 30,6% de la población era rural— y el de país indígena lo desinfló el Censo 2012,
a pesar de todas sus debilidades.
Una antífrasis muy realista
¿Por qué una derrota casi win-win?
El MAS-IPSP perdió las primeras vueltas de las elecciones
para las Gobernaciones de los departamentos del Beni (22,2% de los votos
válidos), Chuquisaca (39,1%), La Paz (39,7%), Pando (40,2%), Santa Cruz (38,0%)
y Tarija (38,2%) y ganó las de Cochabamba (57,4%), Oruro (46,3%) y Potosí
(44,0%). He tomado de referencia las primeras vueltas porque es en esa etapa
cuando se eligen los Asambleístas departamentales por población y por
territorio.
Y al revisar la composición de las Asambleas de todos los
departamentos encontramos que el MAS-IPSP tiene 12 de los 28 miembros de la
Asamblea Departamental en el Beni (42,9% de los asambleístas, muy diferente del
22,2% de votos válidos que obtuvo), Chuquisaca 14 de 17 (82,4% ¹ 39,1%), Cochabamba 25 de
34 (73,5% ¹
57,4%), La Paz 35 de 45 (77,8% ¹
39,7%), Oruro 25 de 33 (75,8% ¹
46,3%), Pando 13 de 20 (65,0% ¹
40,2%), Potosí 24 de 32 (75,0% ¹
44,0%), Santa Cruz 11 de 28 (39,3% ¹
38,0%, quizás el más cercano a su votación para Gobernador) y Tarija 13 de 30 (43,3%
¹ 38,2%).
Un desfase que puede explicarse por la geografía electoral
boliviana. Para explicarlo con más claridad, me referiré a las
circunscripciones uninominales que se eligen en los comicios generales y tienen
un correlato con los territorios para los correspondientes de las Asambleas
departamentales.
Circunscripción uninominal |
Departamento |
Localización |
Habilitados |
|
Capital |
Provincias |
|||
1 |
Chuquisaca |
x |
|
109,090 |
2 |
Chuquisaca |
x |
|
107,003 |
3 |
Chuquisaca |
x |
x |
46,453 |
4 |
Chuquisaca |
|
x |
62,469 |
5 |
Chuquisaca |
|
x |
43,608 |
6 |
La Paz |
x |
|
159,808 |
7 |
La Paz |
x |
|
174,996 |
8 |
La Paz |
x |
|
158,793 |
9 |
La Paz |
x |
|
158,007 |
10 |
La Paz |
El Alto |
|
191,363 |
11 |
La Paz |
El Alto |
|
190,775 |
12 |
La Paz |
El Alto |
|
162,688 |
13 |
La Paz |
El Alto |
|
163,111 |
14 |
La Paz |
|
x |
78,727 |
15 |
La Paz |
|
x |
74,796 |
16 |
La Paz |
|
x |
84,094 |
17 |
La Paz |
|
x |
98,037 |
18 |
La Paz |
|
x |
113,320 |
19 |
La Paz |
|
x |
106,021 |
20 |
Cochabamba |
x |
|
175,107 |
21 |
Cochabamba |
x |
|
162,678 |
22 |
Cochabamba |
x |
|
186,388 |
23 |
Cochabamba |
|
x |
155,334 |
24 |
Cochabamba |
|
x |
144,079 |
25 |
Cochabamba |
|
x |
93,497 |
26 |
Cochabamba |
|
x |
129,696 |
27 |
Cochabamba |
|
x |
133,257 |
28 |
Cochabamba |
|
x |
158,117 |
29 |
Oruro |
x |
|
109,356 |
30 |
Oruro |
x |
|
115,268 |
31 |
Oruro |
|
x |
61,057 |
32 |
Oruro |
|
x |
53,034 |
33 |
Potosí |
x |
|
91,748 |
34 |
Potosí |
x |
x |
73,098 |
35 |
Potosí |
|
x |
44,245 |
36 |
Potosí |
|
x |
58,288 |
37 |
Potosí |
|
x |
64,686 |
38 |
Potosí |
|
x |
61,491 |
39 |
Potosí |
|
x |
59,731 |
40 |
Tarija |
x |
x |
107,813 |
41 |
Tarija |
x |
|
92,606 |
42 |
Tarija |
|
x |
75,857 |
43 |
Tarija |
|
x |
97,488 |
44 |
Santa Cruz |
x |
|
139,509 |
45 |
Santa Cruz |
x |
|
140,464 |
46 |
Santa Cruz |
x |
|
139,964 |
47 |
Santa Cruz |
x |
x |
141,809 |
48 |
Santa Cruz |
x |
|
138,429 |
49 |
Santa Cruz |
x |
|
141,241 |
50 |
Santa Cruz |
x |
|
140,906 |
51 |
Santa Cruz |
x |
|
147,310 |
52 |
Santa Cruz |
|
x |
133,629 |
53 |
Santa Cruz |
|
x |
100,306 |
54 |
Santa Cruz |
|
x |
107,144 |
55 |
Santa Cruz |
|
x |
134,575 |
56 |
Santa Cruz |
|
x |
115,438 |
57 |
Santa Cruz |
|
x |
154,589 |
58 |
Beni |
x |
x |
87,900 |
59 |
Beni |
|
x |
45,146 |
60 |
Beni |
|
x |
71,463 |
61 |
Beni |
|
x |
53,632 |
62 |
Pando |
x |
x |
46,373 |
63 |
Pando |
|
x |
23,009 |
Elaboración propia.
Yendo a los extremos presentados, el candidato a diputado
uninominal de la circunscripción 10 de El Alto en 2020 tenía que convencer a la
mayoría de los 191.363 electores habilitados en su circunscripción, mientras
que el candidato a diputado uninominal de la circunscripción 63 de Pando sólo
tenía que convencer a la mayoría de los 22.987 electores habilitados en su
circunscripción.
Un voto no es igual
Si un candidato a diputado uninominal necesita ocho veces más votos que otro candidato
a diputado uninominal para ser elegido, es un desequilibrio en la
representatividad y, en definitiva, se constituye en un axioma: un voto no es igual a otro voto porque habrá
representantes populares —diputados electos— que representarán a más de 191 mil
electores con la misma “representatividad” —valor de su representación— que
otros que representarán a menos de 23 mil.
Más diferente incluso es la cantidad de habilitados para
elegir a su diputado indígena:
Circunscripción indígena |
Departamento |
Habilitados |
|
1 |
La Paz |
8,769 |
|
2 |
Cochabamba |
2,395 |
|
3 |
Oruro |
1,235 |
|
4 |
Tarija |
3,082 |
|
5 |
Santa Cruz |
11,073 |
|
6 |
Beni |
12,072 |
|
7 |
Pando |
2,754 |
Elaboración propia.
En el primer caso —uninominales—, pudiera argüirse que la diferencia en
la capacidad de moverse por territorios —circunscripciones uninominales— mucho
más extensos y despoblados explica la diferencia de votos posibles —necesarios—
para ser elegidos y que las circunscripciones cuyos candidatos a elegir
necesitan más votos son aquellas dentro de las ciudades principales y
municipios más poblados y las que menos necesitan son las rurales, argumento
que, a primera oída, pudiera parecer lógico si no se pudiera solucionar
mediante variar la geografía electoral —aunque me acusen de falta de
“solidaridad”—, sobre todo teniendo en cuenta que la población urbanizada en el
país ya estará el próximo año por alrededor del 80%.
Esta distorsión para las circunscripciones uninominales se
replica en la elección de los asambleístas departamentales por territorio —el que haya asambleístas
por territorio y asambleístas por
población reproduce la (aberración llamaré) que hay entre diputados plurinominales (por lista
presidencial) y diputados uninominales (por
voto directo). Al final, es un beneficio a la organización política con más
penetración en zonas rurales —el MAS-IPSP—, las menos habitadas y, por ende,
las más fáciles de captar. Nuestros amigos venezolanos pueden dar también fe de
esa distorsión que beneficia habitualmente al chavismo-madurismo.
Algo que, sin ser manifiestamente antidemocrático pero sí un
derroche absurdo, se paraleliza en que Bolivia, con 336 municipios 11 de ellos
tienen menos de un mil habitantes y 170 de menos de diez mil pero San Pedro de
Quemes con 789 habitantes en la proyección para este año del Instituto Nacional
de Estadísticas tenga alcalde, tres concejales y sus tres suplentes, asesores y
toda la planta técnica administrativa y que Chaquí —donde “curiosamente” ganó la alcaldía el MAS-IPSP
pero no tenía candidato habilitado para la elección municipal—, con
8.770 habitantes proyectados en el mismo ejercicio, aumente a cinco concejales
y sus cinco suplentes con todo el resto de operadores de planta mencionados —pero
crecida esa planta—, continuando hasta llegar a los once conejales y sus
suplentes (y mucho más “otros” de planta) en las capitales departamentales más
El Alto. En un estado pobre esa es una aberración imperdonable, fácilmente
solucionable con las Regiones Metropolitanas —agregados de los actuales
municipios— pero que fracturaría el clientelismo político en un país con
poquísimas fuentes dignas de trabajo.
Colofón
Mientras termino este artículo, hoy se están posesionando
las autoridades elegidas entre marzo y abril pasado.
De cómo actúen, así nos irá al resto. Sobre todo cuando no
se entiende a dónde apuntará la brújula gubernamental y la incertidumbre campee.
Información consultada
http://www.diputados.bo/leyes/ley-n°-026
https://amn.bo/2019/08/06/en-180-anos-la-paz-tuvo-134-alcaldes/
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2545/6.pdf
https://brujuladigital.net/opinion/parto-como-llegue
https://docs.bolivia.justia.com/nacionales/leyes/ley-716-1982-1985.pdf
https://eldeber.com.bo/opinion/el-mas-y-la-implosion-politica_229886
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