Concluyeron las elecciones subnacionales: coincido con
Manuel Canelas (“Elecciones regionales en Bolivia”, Nueva Sociedad, marzo) —discrepando sus etiquetas ideológicas— que el
MAS-IPSP se reafirma como el único partido nacional, que los sectores de
oposición se posicionan —agrego aún lentamente— pero se mantienen dispersos —atomizados—
y que varias de las nuevas autoridades elegidas antes formaron parte del
MAS-IPSP.
El partido azul fue el único que presentó candidatos en
todos los municipios y gobernaciones del país, incluyendo 19 municipios donde
su habilitado fue el único candidato, incluido Chaqui en Potosí, donde fue
elegido el MAS-IPSP sin candidato habilitado (de esos 19 municipios, los 10 que
estaban en La Paz, Oruro y Potosí tenían menos de 1.000 habilitados, incluidos
6 con menos de 500). Esa presencia absoluta —heredada del MNR al penetrar los
sectores campesinos e indígenas con sus discursos— le permitió al MAS-IPSP
ganar 244 de los 336 municipios pero, paradójicamente, disminuir su votación
válida de 40,4% en 2015 a 33,3% en 2021: Bolivia tiene 323 municipios de menos
de 100 mil habitantes —170 de menos de 10 mil—, lo que demuestra la contracción
poblacional —hasta el momento, al menos. De las 10 ciudades principales (las 9
capitales más El Alto), el MAS-IPSP obtuvo sólo dos: Oruro, indiscutiblemente,
y Sucre con sólo 301 votos de ventaja (Sucre y Oruro son el quinto y sexto
municipio por población, respectivamente).
Para Gobernaciones, el MAS-IPSP aumento en 2021 el 0,6% en
votos válidos (42,4% versus 41,8% en
2015) pero obtuvo la mitad de la anterior elección: ganó Potosí, Oruro y
Cochabamba y perdió —con respecto a 2015— Pando, Beni y Chuquisaca, además de Santa
Cruz, La Paz —donde el MAS-IPSP pensó tener la oportunidad de ganar, sobre todo
luego del deceso de Felipe Quispe— y Tarija que volvieron a quedar gobernados
por opositores al oficialismo.
Las otras dos afirmaciones: los sectores de oposición se
posicionan pero dispersos y que varios de las nuevas autoridades antes fueron
del MAS-IPSP, son importantes de discutir. La oposición al MAS-IPSP cubre un
amplio espectro político y sus dos principales figuras —Luis Fernando Camacho
de CREEMOS y Carlos de Mesa de Comunidad Ciudadana— no han logrado constituir
organizaciones horizontalmente extendidas porque Camacho no ha trascendido su
liderazgo regional (Santa Cruz) y porque De Mesa —tras 2019 y 2020— quedó con
su liderazgo personal muy disminuido y porque Comunidad Ciudadana no se ha
consolidado más allá de una alianza en contra del MAS-IPSP. De los exMAS (Copa,
Richter, Reis Melena, incluso Condori), algunos fueron parte circunstancial y
otros, en diferentes momentos, fueron ninguneados por el apparatik del partido azul (sobre todo Eva Copa): cosecha del
verticalismo rampante de líder monolítico.
¿Iremos hacia el desastre de un “equilibrio catastrófico” [sic] en medio de la Tercera Ola del
COVID-19 que avanza imparable hasta ahora y de la crisis económica que sólo se
palia en discursos mientras la agravan medidas estatistas y populistas?
Súmesele la razia contra todos los de la Transición y los propios que
permitieron navegar la crisis de noviembre de 2019 —víctima de ello también
Copa, a pesar que fue la principal valedera del MAS-IPSP cuando el apparatik huyó o se asiló.
La posición de la Iglesia Católica «por una cultura del encuentro y la integración» para salvar «una democracia débil» (Mons. Ricardo
Centellas, 108° Asamblea Plenaria de los obispos de Bolivia) es también la de
amplios sectores del país —no masistas y de muchos dentro del MAS-IPSP y sus
sectores afines— que apuestan por frenar la confrontación antes del desastre.
Es hora de ello.
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