martes, 24 de mayo de 2016

Receta infalible para provocar crisis


Semanas atrás, en “La fórmula ‘mágica’ de las crisis políticas” reflexioné para entender por qué la crisis afectaba a Venezuela y Brasil más que otros a pesar que el factor externo (la caída de los precios de los commodities: soya, petróleo, minerales, gas) incidía en casi todos.

En una rápida revisión del status de ambos países, el PIB de Venezuela decreció entre 5,7 y 7% en 2015 (según quienes lo informen) y decrecerá 8% este año (FMI); hoy debe USD 46,7 miles de millones (MM) (a fines de 2015 oficialmente su deuda pública era 68% del PIB y la privada 32%: 100% del PIB) y tiene que pagar USD 19,9 MM entre este año y el próximo (9,6 MM de capital y 10,3 MM de intereses; además, ya pagó 27 MM en 16 meses), mientras su inflación (oficial) fue del 180,9% en 2015 y se pronostica (FMI) 720% para 2016 y 2.200% en 2017. Brasil, por su parte, decreció 3,71% en 2015 y para este año se pronostica -2,95% y deuda pública en 74,5% del PIB (correspondiente a 1.672,9 MM cuando en 2014 fue de 556,87 MM); por su parte, la inflación en 2015 fue de 8,9% y para éste se prevé 9,8%.
¿Qué pasó? Ambos países identifican oficialmente como causa a la caída de precios de sus productos primarios de exportación (commodities): Venezuela petróleo (98% del total de exportaciones), Brasil hierro y soya (32 y 28%, respectivamente). Sin embargo, eso no explicaría totalmente la crisis, porque otros países de la región también exportadores de petróleo y gas, minerales o soya tuvieron crecimientos en 2015: México 2,5%, Colombia 3,1%, Perú 2,0% y Chile 2,1% (Argentina sólo creció 0,5%) por lo que hubo otros factores incidentes (más reales que la manida “conspiración de la derecha y el imperialismo yankee”).
Populismo y corrupción son esos ingredientes. En su Decálogo del Populismo, Enrique Krauze Kleinbort identifica algunas constantes que funcionan más allá de las ideologías de derecha (Rafael Leónidas Trujillo y Alberto Fujimori Fujimori) como de izquierda (Juan Domingo Perón Sosa y Hugo Chávez Frías), etiquetas a veces son confusas. De ellas, la utilización discrecional de los fondos públicos como patrimonio inacabable para repartir directa y discrecionalmente (el “bonismo” asistencialista) aun sin sostenibilidad (peor si se usan ingresos extraordinarios, como los de la “década dorada”) lo que mejora eventualmente la economía de los sectores de menores ingresos pero que, a la vez, les crea dependencia clientelar y anula el interés de superación hasta que este desinterés fagocita la economía y reaumenta la pobreza, llevando a situaciones críticas. En consecuencia, la ideologización de las políticas económicas (subordinadas a metas políticas), el despilfarro de recursos públicos y la falta de sostenibilidad de esas economías (por desinversión o por “enfermedad holandesa”) precipitaron las crisis.
El otro grave factor fue la corrupción institucionalizada como práctica política generalizada que permitió al chavismo cooptar todos los Poderes del Estado (hasta que perdieran la Asamblea Nacional) y al PT comprar voluntades en el Congreso y, aunque no pudo cooptar otros Poderes, sí enraizó el entramado de corrupción del Gobierno en alianza con el empresariado corrupto.
Las medidas populistas aseguran los votos de amplias mayorías hasta que las crisis peligran la seguridad económica de esos votantes porque el populismo —de izquierda, de centro o de derecha— siempre es un fracaso.
  

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