martes, 1 de noviembre de 2011

Soberbia e imprevisión


El Diccionario de la Real Academia Española –la que Limpia, fija y da esplendor– define soberbia como: “Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás”, mientras que San Agustín de Hipona en el siglo IV ya decía que “la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano” y el filósofo español Fernando Savater en su libro Los siete pecados capitales la expone así: “no es sólo el mayor pecado según las escrituras sagradas, sino la raíz misma del pecado. Por lo tanto de ella misma viene la mayor debilidad. No se trata del orgullo de lo que tú eres, sino del menosprecio de lo que es el otro, el no reconocer a los semejantes”, para concluir más adelante que “la soberbia es el valor antidemocrático por excelencia”.

Semanas atrás, en esta columna escribía de imprevisión y soberbia. Y me refería al ejemplo mundial de los Indignados y su enfrentamiento, en muchísimos países y diversísimos aspectos, contra la soberbia del Poder, y concluía en Bolivia y paralelizaba el avance –entonces inconcluso y recién sucedido Yucumo– de la Marcha en Defensa del TIPNIS con el repliegue del gasolinazo de diciembre 2010, sobre cómo la incomprensión de la realidad era consecuencia de una visión desde el Poder y no desde la sociedad, lo que llevaba a no prever las consecuencias de los actos o, peor incluso, a sobrevalorar la propia capacidad y menospreciar la ajena, porque cualquier imprevisión es consecuencia de una autoevaluación engañosa.

Después de ese artículo y el siguiente, llegó a La Paz la Marcha y, con multitudinario recibimiento popular, obtuvo cumplidos –en Ley al menos– sus objetivos y el Presidente Morales tuvo que, al fin, llegar a donde estaban los marchistas porque acampaban a sus puertas. No creo, como afirmó en una entrevista Rafael Puente, que su acercamiento lleve a un nuevo optimismo y sea una muestra de grandeza, porque lo hubiera sido 66 días antes y no cuando la majestad de la investidura presidencial estaba cuestionada.

Pero la imprevisión –“acción de disponer lo conveniente para atender a contingencias o necesidades previsibles” según el DRAE– como causa de soberbia no sólo afectó al Poder constituido –engolosinado por los ascendentes resultados que desembocaron en su triunfo en diciembre 2009–  si no también ha sido la piedra de toque de la oposición en Bolivia.

2007 y 2008 fueron años donde se gestó un bloque regional opositor –la denominada “Media Luna”– que, con múltiples intereses diversos en cada región, articuló en su momento la oposición al primer Gobierno Morales pero que, sobredimensionando su capacidad y menospreciando la ajena, implosionó a la primera zancadilla, fragmentándose y silenciándose cuando no acercándose al Poder y, por ende, perdiendo su convocatoria y efectividad, que era su legitimidad.

Gobierno y oposición deben releer la realidad actual y actuar sin soberbia por el bien del país. La mejor receta, la da Savater: “¿cómo evitar caer en la soberbia? El remedio es muy simple, pero a veces duro de asumir: ser realista.”

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