domingo, 20 de marzo de 2011

De estoicismo y sacrificio

Las 14:46 del viernes 11 de Marzo de 2011 será otra fecha más que Japón recordará entre las aciagas de su historia.

Como destacó su primer ministro, Naoto Kan, Japón ha sufrido "la crisis más grave desde la II Guerra Mundial" cuando un terremoto de 8,9 grados en la escala Richter (seguido de otros muchos, menores) asoló el occidente de Japón y provocó un tsunami con olas de 10 metros de alto que entraron 15 kilómetros en la tierra a 500 kilómetros por hora; ambos fenómenos dejaron más de 8.450 muertos y 12.909 desaparecidos hasta el último domingo 20 y desencadenaron una de las peores crisis nucleares –nivel 5– a nivel mundial de las últimas décadas, cuando varios de los 6 reactores de la planta de Fukushima Daiichi (o Fukushima I), como consecuencia del corte de energía y la entrada en sus instalaciones del tsunami, entraron en fase de peligro de fusión nuclear, afortunadamente ya descartada (aunque no solucionado aún el peligro radioactivo).

Esta fusión y los escapes radioactivos que se han producido –han aparecido indicios de yodo radioactivo en el agua de Tokyo, a 180 kilómetros de la planta– han obligado a evacuar toda la población residente en 30 kilómetros en derredor de Fukushima. A diferencia del accidente de Chernobyl, en Ucrania, cuando después del accidente en uno de sus reactores –en Fukushima se dañaron 4– el 26 de abril de 1986 se escapó una nube radioactiva que se extendió por muchos países, contaminó a más de 5 millones de habitantes de la desaparecida Unión Soviética y provocó daños fatales a miles de personas (la OMS calcula alrededor de 4.000 muertos y miles de afectados de cáncer por el accidente), el de Fukushima Daiichi está siendo controlado por 50 ingenieros dentro de la planta, con el apoyo externo de militares y especialistas, además de la colaboración de otros países nucleares, principalmente los EE.UU.

Aunque Japón es quizás el país mejor preparado para resistir los seísmos, esta combinación de un gran terremoto –el quinto más violento de los que se tenga registro– e inmenso tsunami sobrepasaron sus resguardos. Sin embargo, a pesar de todo el desastre –medio millón de personas sin hogar– y las muertes, el pueblo japonés ha dado señales inequívocas de organización y civilidad: ningún desorden ni alboroto, filas interminables muy organizadas en los supermercados y otros lugares de expendio de productos alimenticios, agua y combustible, son muestras un  país donde la civilidad y el respeto mutuo son intrínsecos con su forma de vida.

También los 50 ingenieros que trabajan dentro de la planta son un ejemplo de compromiso y responsabilidad del pueblo japonés: Con pleno conocimiento del peligro a que se enfrentan –altísima radiación, letal con muy alta posibilidad a pesar de sus trajes y equipos de protección–, lo que los diferencia de los miles de militares y voluntarios que estuvieron en Chernobyl, estos japoneses están cumpliendo lo que de ellos dijo el primer ministro Kan: morir incluso pero salvar del peligro a sus conciudadanos.

Nuestro homenaje a ellos y a su pueblo.


Bibliografía sobre Chernobyl:


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