domingo, 31 de octubre de 2010

Dios ayuda a quien se ayuda

Fue una semana de milagros. De Él y del hombre. Porque fue milagro de Dios el que sobrevivieran 2 meses a casi 700 metros los 33 mineros de la mina San José, en Chile, y fue milagro del hombre su rescate, vivos y salvos.

Hoy, todos son héroes, pero poco más de 2 meses atrás sólo eran trabajadores que buscaban su sustento en las entrañas de la tierra. Treinta y dos chilenos y un boliviano, un chico de 19 años que había emigrado buscando mejores futuros porque en su Cochabamba no lo encontraba.

Chile dio el mejor ejemplo de perseverancia y de capacidad de inversión en salvar a los 33. Llevó maquinaria y expertos de muchas partes del mundo, buscó el aporte de la NASA y se fijó como meta el rescatarlos.

Pero no fue casual el lograrlo: Primero, fue un proyecto nacional, donde todo chileno –directa o emocionalmente– estaba involucrado. Segundo, fue posible porque el país en las últimas 3 décadas, con independencia de quién gobernara –los de la Convergencia: Alwyn, Frei, Lagos, Bachelet, y ahora Piñera, de Coalición por el Cambio– mantuvo el modelo de desarrollo económico, sin olvidar el sentido social de la economía de mercado. Y tercero, como consecuencia de todo ello, el país –y su Gobierno– estuvieron en condiciones de llevar el rescate exitosamente como un proyecto país.

Sebastián Piñera –de quien se dice que pensó bajar en la cápsula Fénix para acompañar el rescate– tomó como bandera nacional el salvar a los mineros atrapados. Después del terremoto del 27 de febrero de este año, que desnudó falencias de los servicios nacionales (de emergencia y seguridad –¿recuerdan la violencia en Concepción?–, entre otros), Chile tenía que dar un ejemplo importante, no sólo al exterior sino, con mucho, a su pueblo, y el rescate era una meta decisiva para devolver al chileno la confianza en sus instituciones. Y se cumplió: Hoy los chilenos están convencidos en sus capacidades de superar, exitosamente, las adversidades.

Una consecuencia importante de los sucesos pero menos destacada por los medios, son las normas de seguridad que para el sector minero mediano y chico ha decidido tomar el Ejecutivo chileno. Si bien la gran minería nacional –que en Chile, campeón de la economía de mercado y del liberalismo económico, sigue siendo estatal– contaba con rígidas regulaciones de seguridad, el resto tenía menos regulaciones; es interesante que un gobierno considerado más liberal en economía, aplique controles más firmes a la empresa privada, lo cual no es coartarla sino regularla en beneficio del bien común.

En el plano personal, la Operación San Lorenzo –por el Santo Patrono de los mineros– me dejó otros varios aprendizajes: la profunda fe religiosa del chileno; un Estado junto a sus ciudadanos; un país solidario y generoso, y un Gobierno firme y decidido en su responsabilidad, con un Sebastián Piñera que demuestra que sí es Presidente de todos los chilenos –y que hoy tiene los más altos réditos de popularidad, con opciones de ocupar el liderazgo regional que deja Lula.


No me extrañaría que la marca país de Chile, de ahora en adelante, será: “El país donde es posible.”

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