Una vez más tengo que empezar con «Mañana es el tan
esperado…» pero mañana no es el día de ningún debate, ni de paneles, ni de
discursos: Mañana es la conclusión de ¡trece meses de continuos anuncios electorales!,
desde las primeras precandidaturas —incluidos los intentos continuos y forzados
de Morales para poder postular, rechazados socialmente— en inicios de
septiembre del 2024 hasta el ejercicio mañana del derecho a elegir presidente
(y vice, que de yapa casi pegatina pasó a ser personaje imprevisto de
candelero). Veintitantos precandidatos de todos los tonos del panorama (aclaro
que me refiero a política, no a género, raza ni preferencia); una Unidad
Des-Unida con unas “primarias sotto voce” de las que no conozco a nadie
que votara; un montón de encuestas (las de Claure primero; por suerte para
algún que otro candidato no habló más), de las que las últimas de julio-agosto
dejaron ansias insatisfechas; diez candidatos que se convirtieron en ocho y
acabaron en dos; un cuarto que desplaza al primero hasta el tercero (¿o el
cuarto? si creyéramos “las matemáticas nulas” de Morales y sus tan
condescendientes cálculos con él mismo); un vice que se convierte en el
súperjefe; dos partidos que mueren y dos candidatos que también tienen que guardar
los cachos; un partido hegemónico (partido ya partido) al que no lo salvó
dos insuflaciones de sangre joven en la cara ni otras comidillas. En fin, dos
candidaturas que —vez primera en Bolivia, invento de la Constitución del 2009— irán
a una segunda vuelta electoral “de estreno”: léase, con segundas campañas,
segundos baños de multitud en cierres de campaña y segundo ejercicio
democrático, aunque ya el Legislativo está cuadriculado (con mayorías simples
pero sin mayorías absolutas sino se llega a un Gran Pacto, con todo lo de
malapalabra que a pacto le asignan algunos fracasados).
Pero la Bolivia de 2025 no es la de 2009, a pesar de que
el viejo tango diga lo contrario: En 2009 había una “alebrestía” (permítaseme
el neologismo barbárico) de socialismo 21 en Latinoamérica (petrodólares por
medio) y la Constitución boliviana —como antes la venezolana y después la
ecuatoriana— fue digitada por los neomarxistas valencianos de CEPS (luego devenidos
en podemitas, como años más fracasó estrepitosamente por el pueblo el proyecto
in-constitucional de la borrachera woke chilena, a pesar de la complicidad del
centro y de la dizque “democracia cristiana”).
Como muchos opinadores, he repetido que mañana no se
enfrentan dos candidaturas sino dos modelos de enfrentar la crisis: el del
gradualismo (como el del macrismo años atrás en el vecino del sur) y el de la
cirugía radical. Los dos tienen similares diagnósticos de esa crisis
(multipolar, que a ésta sí “le pega” realmente lo de multi); hay algunas
soluciones anunciadas parecidas pero, en el fondo, son radicalmente diferentes
las visiones estratégicas: se enfrentarán mañana el liberalismo con el
populismo socialdemócrata de izquierda.
¿Quién ganará? Lo sabremos mañana domingo en la noche,
magia del SIREPRE que, a diferencia del TREP de 2019, tiene muchos ojos sobre
él y más auditaciones que su anterior para que sepamos quién ganó en
democracia.
Pero gane quién gane tendrá que aplicar su plan (como tal
o modificarlo según sea la realidad con la que se enfrente, como acá hizo Paz
Estenssoro en 1985 o Fujimori en 1990 en Perú) y atenerse a frenar
consecuencias: Un plan radical conllevará prontas oposiciones y protestas; un
plan gradual demorará el hervidero popular pero la potencial falta de
soluciones ciertas llevará a la explosión de ese hervidero a la vuelta de la
esquina. Quizás la radicalidad de la intervención sobre la crisis pueda dar
soluciones más antes que la gradualidad; el fracaso de cualquiera de ellas es
no lograr soluciones.
Una de las propuestas, bastantes similares en ambos
candidatos, que se ha repetido aunque con diferencias y en algún caso sin mucha
profundización, es la que retoma —sin copyright— el concepto de capitalismo
popular que el economista y político peruano Hernando de Soto presentó en
su libro El otro Sendero y que marcó un hito en su país desde la década
de los años 80, propuesta que describía la potencialidad exitosa de una
economía de pequeños propietarios y cuentapropistas a partir de la integración
de la informalidad y la economía sumergida a la bancarización y el derecho
propietario. (No hace falta ser muy astuto para comparar la flotabilidad actual
de la economía del Perú a pesar de que sólo dos presidentes —Paniagua Corazao y Sagasti Hochhausler— de los diez
mandatarios después de la huida de Fujimori se hayan librado de la justicia).
En
Bolivia el voto es obligatorio. Mañana lo es doblemente: Es un voto por el
futuro de todos nosotros.
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