El que es sabio entiende las cosas;
el que es inteligente, las comprende. (Oseas 14:9)
Hace semanas leí algunos
artículos en medios locales sobre la Universidad en Bolivia y coincidió que
acababa de recibir el QS World University
Ránking's 2025: Top global universities y desde éste y con los otros en
mente ameritaba un buen análisis.
(Conste que la inmediatez me fue robando tiempo y
“regalándome” temas… pero el golpe/no-golpe ya saltó mi paciencia, así que vale —y con mucho, porque nos interesa a todos— el tema
Universidad).
Empezaré con los artículos. Las opiniones iban desde
auguriosas (“Revolución silenciosa en la educación”, El Deber, 9/6) hasta muy críticas
(“Universidad en crisis”, El Deber,
15/6) hasta más mesuradas (“El futuro del aprendizaje”, El Deber, 23/6) y, hasta diría yo, con esperanzas.
Partamos que el Estado boliviano, sobre
todo con el IDH, ha asignado recursos que podríamos considerar interesantes —aunque
no munificentes— para las Universidades públicas (una cuenta rápida me da que
hay 10, ojalá no olvidara alguna). Paralelo a ellas, hay un amplio y diverso
número de Universidades privadas o de servicio público, como se define
estatuariamente la Universidad Católica Boliviana; ello conlleva una amplia y
diversa oferta de estudios que cada vez más está ampliada en el país —en
contenidos y en geografía—, saltando la concentración en pocas grandes ciudades
que era manifiesta décadas atrás.
La primera Universidad boliviana que
aparece en el ránking QS para
Latinoamérica (quizás debería decir Iberoamérica con más propiedad pensando en
nuestros orígenes) está en el lugar 64 (de 145 evaluadas) y es la Universidad
Mayor de San Andrés (UMSA); la segunda es la Universidad Católica Boliviana
(UCB) que ya mencioné, en el lugar 109 y en el 110 (tercera) aparece la
Universidad de San Simón (UMSS). No aparece otra entre las 145 Casas Superiores
categorizadas en nuestra Región y los cinco puestos de honor regional son —sucesivamente—
para la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidade de São Paulo (USP),
Pontificia Universidad Católica de Chile (UC), Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) y Universidad de Chile.
En resumen regional, Brasil
tiene 35 universidades incluidas en el ránking (aclaro para todos los casos que no son las
únicas de cada país), México 32, Argentina, Chile y Colombia 25 cada una,
Ecuador 11, Perú 10, Venezuela siete, Cuba y Uruguay cuatro, Costa Rica tres,
dos para Panamá y República Dominicana y una para Paraguay, Puerto Rico,
Guatemala y Honduras. No aparecen registros de El Salvador ni de Nicaragua
(obvio yo los países francófonos, anglófonos ni Nederlandstaligen ni dialectales).
Abramos nuestra visión al
mundo y ahí nos decepcionamos. La UBA está en el puesto 71 de 1.500 analizadas
en todo el mundo (bajó 28 lugares respecto el QS de 2023), la de São Paulo en el 92 (subió 30), la UC en el 93 (subió 18), la UNAM en
el 94 (subió 9) y la de Chile en el 139 (subió 12). La UMSA está (sin
especificar exactamente dónde se ubica y sin explicar si se movió para mejor o
peor) entre los lugares 1201-1400 y la UCB y la UMSS (ibídem) entre el 1401 y el 1503.
(Como curiosidad, los 10 primeros lugares a
nivel mundial son ocupados por cinco universidades de EEUU, cuatro del Reino
Unido, una de Suiza y otra de Singapur; si ampliamos a 20 primeros lugares,
EEUU tiene siete, Reino Unido cuatro, Australia tres, China y Singapur dos y
Suiza y Hong Kong una. Que Singapur tenga dos de las mejores Universidades del
mundo con una población total de 5,6 millones de habitantes —no he encontrado
la cifra de estudiantes universitarios pero considerando arbitraria y
generosamente que es un quinto de la población total, los estudiantes
universitarios (pregrado y posgrado) tendrían una universidad de clase mundial
cada medio millón de habitantes… pero son muchas más las universidades que hay
allá— da una idea de por qué los singapurenses tienen el mayor IDH del mundo —2022:
0,935— y uno de los más bajos índices de GINI —2021: 0,386. Cosas de la
libertad y del modelo económico).
Volvamos a Bolivia. ¿Son malas nuestras
Universidades? El ránking QS mide las reputaciones académicas de las
Universidades analizadas, la reputación de su personal, la relación (ratio) entre profesores y alumnos, la
relación (ratio) de docentes
internacionales, la cantidad de estudiantes internacionales, las redes
internacionales de investigación donde se vinculan y la sustentabilidad, entre
muchos otros factores.
En varios de estos parámetros, las
universidades bolivianas han hecho un real esfuerzo de superación —las
evaluaciones de la gestión ministerial de Hoz de Vila (+) contribuyeron para encarar esa categorización—, aunque quizás
conspire contra ellas en algunos parámetros por el mismo tamaño de las mismas
y, claro, por la economía boliviana.
Sin embargo, todos los esfuerzos de mejorar
—incluyo la internacionalización, los posgrados, la mejora de los planes de
estudio, la mayor profesionalización académica y educativa del profesorado, el
intercambio internacional, los congresos y foros, inclusos importantes cursos transnacionales
como la XXXV Escuela Complutense Latinoamericana del próximo octubre en la capital
oriental— chocan con un factor negativo
fundamental: la baja educación promedio de todos los ciclos preuniversitarios,
desde primaria hasta la víspera de ingresar a una carrera, expresada por una —lamentablemente
parte de la educación desvalorizada en hogar y escuela— muy común dificultad
estudiantil para entender qué se lee, analizarlo y poder expresarlo.
No es un problema de carreras humanísticas: es más grave —al menos así lo
siento— para carreras técnicas y tecnológicas; la falta de incentivo de lectura
—hablo de buenas lecturas y no libros de Evito— en la escuela y en la casa es
la raíz principal —pero no única— del problema que, en mi experiencia, abarca
casi todos (aunque “todos” es una tristísima posibilidad) los centros
educativos, fiscales y privados, de renombre o anónimos aunque se agrava según
nos acercamos a la educación rural. ¿Es culpa de los profesores? En parte sí,
por no incentivar la lectura. ¿Es culpa de la familia? También, por la misma
razón (posiblemente las familias de los educandos fueron víctimas del mismo
pecado antes). ¿Es culpa del Estado? Sí, en la medida que el Estado es quien
define los materiales y programas escolares —sobre todo fiscales—, no apoya la
producción editorial (y no hablo de dinero: más que publicitar “el puente que
hizo Mengano” o “el asfaltado de una calle por Zutano” —obligaciones tales si
son funcionarios públicos, máxime si fueron elegidos— debería publicitar la
lectura); también es culpa del Estado en sus diversos niveles el no combinar
ese ausente incentivo publicitado con concursos de lectura, de conocimientos,
de creatividad de pensamiento, de expresividad… incluso de debate, para que
esos niños y jóvenes no sean futuros ciudadanos que no saben oír argumentos
contrarios ni discutir sin violencia ni, menos, expresar los suyos propios.
Sólo así tendremos mejores ingenieros,
mejores profesionales de la salud, mejores científicos, mejores educadores.
Mejores ciudadanos. Porque «No se
hace ciencia, sin retener lo que se ha entendido» (Dante) y «Enseñar es la forma más pura
de entender» (Aristóteles).
Vale soñar en Las Bolivias. Aunque hoy no
lo parezca posible.
Información consultada
https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/el-futuro-del-aprendizaje_371903
https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/revolucion-silenciosa-en-la-educacion_371231
https://eldeber.com.bo/opinion/universidad-en-crisis_371182
https://es.wikipedia.org/wiki/Singapur
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