El
viernes pasado, seis países miembros de UNASUR —Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Paraguay y Perú— emitieron un duro comunicado anunciando su retiro
“temporal e indefinido” de la organización “por inoperancia” e imposibilidad en
lograr consensos causado por el bloqueo —de raíz ideológica— por Venezuela y
Bolivia respecto de las propuestas de la mayoría. Recién comenté [“Nueva
crónica de una muerte anunciada”, El Deber, 21/04/2018] que «a siete años de constituida y 14 de fundada la UNASUR
—que nunca fue “inocente” ideológicamente— [...] muere [...] por inoperancia y exceso
de amor... bolivariano».
Al margen de que la UNASUR —con sus no-natos Consejo de
Defensa Suramericano y el Banco del Sur— fue, junto con la CELAC, parte del enfrentamiento de
Hugo Chávez Frías con el “imperialismo” —los EEUU y su, reconozco, frecuente
torpe política con “el patio trasero”— y de su sueño hegemónico de “una
Latinoamérica bolivariana sin los EEUU” sustentado en el motor de sus
petrodólares y que, con Venezuela quebrada y sin HChF, sólo quedaba Bolivia
frente una mayoría entre la derecha-centroderecha y el centro —Argentina (desde
el año pasado anunció su intención de salir), Brasil, Chile, Perú, Colombia y
Paraguay, todos miembros del Grupo de Lima— y el centro-centroizquierda del
Ecuador —lejos de la Era Correa— y Uruguay —Lacalle Pou, segundo cercano en
intenciones para 2014, ya anunció que el país abandonaría definitivamente.
La UNASUR y la CELAC no sólo duplicaron
muchas de las funciones que sigue realizando la OEA sino, con mucha más razón política
que necesidad real al dar proyección al alineamiento ideológico, alimentó la
burocracia regional: 13,1% del presupuesto de USD 9,83 M (todos datos UNASUR
2014). Hoy, el apartamiento significa que la UNASUR o se enmienda —y pierde su
razón de existir— o pierde sus ingresos, 80,9% aportado por los apartados —eso
en el caso que Venezuela no esté en mora, lo que agravaría el spread.
Pero
la autosuspensión de los seis por la inacción causada por el alineamiento
madurista, no significará —descontando la falta de recursos— el consenso de los
restantes: aparte de los bolivarianos —Venezuela y Bolivia—, Ecuador y Uruguay
ya no son sus aliados tácitos, Guyana es miembro del Grupo de Lima mientras que
Surinam “surfea” una crisis muy similar a la venezolana.
Simultáneamente,
en la Nicaragua de la “Revolución Cristiana, Socialista y Solidaria” la
decisión de aumentar los aportes a la Seguridad Social —quebrada sin el apoyo
de los petrodólares venezolanos— desencadenó la furia de la población y develó el
desconcierto de la nueva dinastía mientras sectores que le apoyaron tácitamente
—empresarios, Iglesia católica— se le distanciaban, sobre todo la Iglesia. El
recule en las medidas, cinco días después de iniciadas las protestas y tras la
brutal represión que dejó una treintena de muertos, posiblemente sea un parche
insuficiente porque, como dijo el papa Francisco, «Las ideologías terminan
mal, no tienen en cuenta al pueblo. [...] terminaron siempre en
dictaduras».
Una
organización sin secretario general desde enero de 2017 y sin sus reuniones
“anuales” de Jefes de Estado desde 2014 es preocupante para todos pero para
Bolivia lo es más porque los apartados la acusan de bloquearla por su
alineamiento incondicional con el madurismo —como también en la OEA, en
MERCOSUR... Como grave es a Bolivia que en Nicaragua caiga la dinastía
sandinista y que en El Salvador implosione el otro aliado madurista
centroamericano.
La
pregunta crucial es: ¿Y después de La Haya, por quién se alineará la Región?
Información consultada
http://celac.mmrree.gob.ec/
http://www.cubadebate.cu/opinion/2018/01/20/la-celac-ante-el-acecho-del-gigante-de-las-siete-leguas/
http://www.erbol.com.bo/noticia/politica/20042018/seis_paises_dejan_unasur_y_bolivia_convoca_reunion
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