martes, 24 de septiembre de 2019

Dolorosas vergüenzas - éxodo y corrupción



El viernes pasado me crucé en una intersección del Cuarto Anillo, en Santa Cruz, con cuatro flacos jóvenes con un cartel que decía “Ayúdenos, somos venezolanos huyendo a Uruguay”. Después, frente casi a Cine Center, me aparecieron un hombre joven con dos niños de menos de cinco años y un cartel “Somos venezolanos, ayúdenos a seguir”; sentada en un banco, dando leche a un bebé, estaba su compañera. Más tarde, por la Manzana Cero, estaban entre los vehículos una humilde pareja joven con un chico en brazo y el mismo reclamo: “Somos venezolanos, ayúdenos”. Carteles y personas repetidos cada vez más en nuestras calles: algunos que quieren venderte algo, otros que hacen malabarismos y, muchos, que piden una ayuda (uno, cerca del IC Norte, pedía comida para su perrito viajero que sacaba su cabeza de la mochila, compañero de viaje que no dejaron atrás).

Quizás mi memoria de los carteles sea incompleta (seguro decían algo más) pero lo que sí era (y es) total es la vergüenza e indignación que sentí. Más de cuatro millones trescientos mil emigrados venezolanos contabilizaba la ONU a fines de agosto de la que es, numéricamente, la segunda mayor crisis migratoria mundial después de Siria (aunque la ACNUR no la considera entre las cinco peores del planeta porque no es una guerra ni hay persecución “oficialmente declarada”). Un pobre y fútil consuelo nacional es que no aparecemos en las listas de los 17 países en el mundo con más venezolanos refugiados ni en la de los 14 países latinoamericanos con más emigrantes venezolanos residenciados: sólo somos un país de tránsito…

¿Nos complaceremos con eso? ¿Acaso podemos ser indiferentes a la grave crisis? Con cerca de 33 millones de habitantes, la ONU calcula que en 2020 Venezuela tendrá ocho millones de migrantes y refugiados: más del 24% de la población. Lo que es la peor pesadilla migratoria en Latinoamérica desde las independencias (la diáspora cubana llegó alrededor de tres millones en un período muchísimo más largo y los desplazamientos por las dictaduras del Plan Cóndor en los setenta no se acercaron a esas cifras) sucede por cinco factores fundamentales: la represión a la disidencia; la escasez de alimentos y medicinas (que el gobierno madurista achaca a “factores ajenos” y que utiliza para cambiar escasas provisiones por fidelidad); la corrupción; la destrucción del aparato productivo por el régimen (que convierte como única opción la burocracia clientelar), y la caída del poder adquisitivo (la inflación interanual es el 2.295.981% y el FMI pronostica 10.000.000% para fines de año), provocando en 2018 que el 90% de la población estaba bajo el límite de la pobreza porque el salario mensual promedios es de USD 6 y el PIB (según el Banco Central de Venezuela totalmente dependiente del régimen) había caído el 50% desde 2013 aunque el FMI calcula un 60%, al menos.

¿Por qué? Cinco razones: la ideologización de la economía a partir de Hugo Chávez y su ministro Jorge Giordani; el síndrome holandés con sus ingresos; la imposición de fieles sin méritos en puestos claves; el mesianismo sin disensos del líder y, sobre todo, su intento para lograr con petrodólares lo que fue un sueño fracasado de su alter ego Castro el Mayor y una pesadilla para muchos países: “exportar la revolución”. Súmesele el narcotráfico, los cohechos en PDVSA y la Tesorería Nacional, el refino de oro, la importación de medicinas y alimentos, hoy todos negociados de allegados del Poder.

Ver a esos jóvenes venezolanos acá nos recuerda el fracaso absoluto del socialismo 21 y advertencia en tiempo electoral de a dónde llegaremos sin un golpe de timón.

Información consultada


martes, 10 de septiembre de 2019

Es de a tres


«Nada decidido, no hay ganador.»
[Carlos Valverde, “Así decidimos 2019”, UNITEL 08/09/2019]

Sí, la elección será de a tres, no de dos ni de nueve. Más allá de los anhelos válidos de unos u otros, de las elucubraciones aritméticas —a las que somos tan afectos en fútbol— y de las encuestas divergentes, diferentes e, incluso, de las increíbles —como aquella de una empresa desconocida sin avales locales pero aprobada por el TSE sin cumplir los requisitos que el Órgano impuso, incluida “experiencia”—, se confirma que hay un pelotón de candidaturas que arrastra al 72% de las intenciones definidas de votos: MAS, Comunidad Ciudadana y la Alianza Bolivia Dice NO, repartiéndose el 7% restante entre las otras seis candidaturas: UCS y MTS (2% cada una), MNR, PAN-BOL y PDC (1%) y FpV (menos aún), lo que los convertiría en potenciales perdedores de personería al no rebasar el umbral del 3%.

Aunque la encuesta de CIES Mori difundida el domingo en UNITEL deja espacios vacíos (no aclara en cuántas localidades se aplicó) y tiene incongruencias numéricas (como que la suma total da ¡102,2%! y que Valverde, y también Ricardo Paz, demostró que el porcentaje de intenciones de votos obtenido por el MAS en poblaciones terciarias no aporta la diferencia necesaria para que, sumado a las de las ciudades principales y secundarias, el oficialismo tenga una ventaja del 11% sobre su siguiente), permite algunas observaciones necesarias. La primera es obvia: las intenciones para Morales y Mesa se redujeron en un punto porcentual respecto a la anterior similar del 22 de julio y Ortiz creció dos, aunque todos dentro del margen de error (2,07%). 

Una segunda observación es que entre seis partidos (UCS, MTS, MNR, PAN-BOL, PDC y FpV) suman ahora 7,2%, muy semejante del 7,6% de julio, lo que confirma sus resultados como marginales. La tercera —quizás la más importante porque es de donde se nutrirán los crecimientos de adhesiones— es sobre los que no se manifestaron, con resultados globales casi similares: 20,4% ahora, 20,8% en julio; descartando el porcentaje de los que mantuvieron su voto en secreto (1% ahora, 2% en julio) que, obviamente no van a ser oficialistas, hay más del 19% de intenciones para crecer. No coincido con Valverde que sería por prorrateo la redistribución de esos aún no confirmados beneficiando a todas las candidaturas, menos con la senadora Salvatierra de que favorecerían mayoritariamente al MAS dándole el añorado 40% de los votos válidos con el 10% de diferencia, por la misma razón del voto secreto, pues en ese supuesto hipotético ya hubieran decidido mayoritariamente por el MAS.

Leyendo históricamente, el MAS ahora ha caído 27 puntos porcentuales en intenciones desde el poco más del 63% en 2014: hoy pierde casi la mitad (43%) de lo obtenido ese año. Una consecuencia es que en ninguno de los departamentos que la encuesta le atribuye el primer lugar alcanzaría con seguridad los dos senadores: Oruro (39%), Potosí (34%), Cochabamba (48%, quizás el único que le dé dos senadores, aunque voto opositor en la capital valluna pareciera significativamente mayor que el rural proMAS), Beni (25%, un primer lugar dudoso), Pando (41%) y La Paz (43%). Según esto, al menos en número de senadores y diputados plurinominales, el MAS perdería la holgada mayoría actual, aunque amerita aplicar d’Hondt.

En resumen, el MAS presuntamente ganaría en cinco departamentos (Oruro, Potosí, Pando, Cochabamba y La Paz) y disputaría dos (Beni y Santa Cruz) con la Alianza Bolivia Dice NO mientras Comunidad Ciudadana ganaría dos (Chuquisaca y Tarija).  

Es hora de alianzas; la de retiros para uniones acabó el 28 de noviembre de 2018.