domingo, 17 de abril de 2011

Vergüenza de género

En homenaje a Bertille

En Bolivia, por derecho, todas las mujeres –sin distinción de origen, clase social, grupo étnico, edad ni ningún otro factor de diferenciación– son protegidas frente a la denominada “violencia de género” y sus causantes son pasibles de ser sancionados por Ley.

En Bolivia, por derecho, todas las mujeres –sin distinción de origen, clase social, grupo étnico, edad ni ningún otro factor de diferenciación– son protegidas de los violadores sexuales y éstos son pasibles de ser sancionados por Ley. 

En Bolivia, por obligación constitucional, la Policía Boliviana previene la violencia de género y las violaciones sexuales y persigue a sus culpables.

Sin embargo, estos derechos fundamentales están lejos de funcionar de hecho a cabalidad y esa obligación constitucional queda desbordada por la realidad.

Convivimos diariamente con la violencia de género (definida en la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, […] tanto si se producen en la vida pública o privada”[1]) y muchas veces sólo nos queda en nuestra mente una fría estadística o, en otros casos –confieso que comúnmente es el mío–, el repudio sin trascendencia frente a una noticia particular. Y no nos damos cuenta que esas noticias (que en 2010 en Bolivia informaron de 145 asesinatos de mujeres, de los cuales 89 fueron asesinato por razón de género y 56 causados por inseguridad ciudadana, incluida la sexual)[2] se refieren a personas tangibles y plenas de derecho que pueden estar cerca de nosotros.

Y sólo lo comprendemos a cabalidad cuando nos golpea realmente en nuestro entorno. La noticia, leída hace pocos días en Facebook,[3] del ataque, violación y brutal golpiza –primero– y de la poca sensibilidad –un término muy generoso– de la fuerza pública después, que sufrió la hija de una amiga entrañable hace pocos días a manos de 3 delincuentes sexuales en La Paz a las 21:00, detonó ese momento de vergüenza e indignación que nos solidarizamos con todas las mujeres –independiente de la edad– víctimas de agresiones sexuales y de violencia de género –en crecimiento, según autoridades de la misma Policía Boliviana–[4] y que las marcarán por el resto de su vida, si sobreviven a esas agresiones.

Cumplamos todos y hagamos cumplir nuestras leyes y los derechos de género incorporados en el Artículo 15 de la Constitución Política del Estado vigente.[5] A 63 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,[6] 18 de la Declaración y Plan de Acción de la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos y 16 de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, no hagamos letra muerta de los principios sobre los cuales éstas se basan.

A todas esas mujeres, a las vivas y a las muertas, a las que sufren en silencio y a las que lo denuncian abiertamente, hoy le digo: ¡Disculpen nuestra indiferencia!