jueves, 29 de noviembre de 2018

G20: más caos y espectáculo que resultados



Viernes y sábado, Buenos Aires fluctuará entre ser una ciudad fantasma —tras el inusual feriado y el pedido de las autoridades que dejara la ciudad todo el que pudiera— o un campo de batalla entre los manifestantes antiG20 y las fuerzas de seguridad —22.000 agentes, 3.000 del ejército y 5.000 custodios extranjeros—, aún con el recuerdo fresco del bochornoso y violento final frustrado de la Copa Libertadores.

¿Vale la pena el gasto argentino —con una economía “magullada”— de cerca de USD 112 millones (43 en seguridad)? Desde el punto de vista de la Administración Macri, es la oportunidad de reubicar definitivamente Argentina en el escenario internacional: los 26 países presentes (a los 20 esta vez se sumaron 6, por lo que serán 5 latinoamericanos) representan el 81% del PIB global, 61% de toda la población mundial y 75% de todo el comercio. Pero no será fácil.

Desde adentro, los presidentes Trump, Xi Jinping, Putin y el príncipe heredero Bin Salman acapararán la atención de los medios, los tres primeros por sus relaciones conflictivas y el saudita por las denuncias sobre él. Desde afuera, porque a pesar de todo el despliegue de seguridad y la inversión realizada, “seguridad” es la palabra menos confiable ahora, a pesar de los denodados esfuerzos del gobierno argentino.

¿Sirven estas reuniones o, como la reciente Cumbre Iberoamericana, son gasto insulso y turismo “oficial”? Mediáticamente al menos —si las protestas no degeneran en violencia— pueden ser un buen ejercicio de relaciones públicas y un autoespaldarazo a Macri.
(Como anécdotas, Peña Nieto asistirá su último día de gobierno a la firma del T-MEC —el nuevo TLC— en BsAs y Temer iniciará su último mes en Planalto.)

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martes, 20 de noviembre de 2018

Democracia versus “eleccionalismo” y 2019



Winston Churchill afirmaba que «la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas», una sentencia que cada día compruebo más. Pero además de los tipos de democracia que usualmente se clasifican dos, tres, seis o, incluso, una veintena—, en las últimas décadas ha aparecido un falso sinónimo: “eleccionalismo” (a veces sustituido por un despectivo electoralismo). Le robaré un corto tiempo con cada uno.

Se retrotrae la democracia unos 26 siglos atrás a la Atenas clásica —el término viene del griego dēmokratía (de dmos: «pueblo» y –kratía: «poder»), pero ese ejercicio de democracia directa (asamblearia) era clasista y misógino: ni mujeres (la mitad de la sociedad ateniense) ni esclavos (la mayoría de los que vivían en Atenas) ni extranjeros, por lo que, a hoy, fue “una democracia poco democrática”. Y aunque para muchos la democracia moderna cristaliza en los siglos 17 y 18 con la Ilustración y las instituciones de las Revoluciones inglesa, de las Trece Colonias y la francesa y previas en la India, los burgos o la nación iroquesa Haudenosaunee, prefiero realmente ubicarla en el Alto Medioevo, en el único lugar que desde entonces todos (sin distinción) votan por quienes los dirigen y les permiten una sola reelección: los monasterios y conventos y ningún ateísta furibundo podría contradecirme.

El eleccionalismo es más reciente y, con mucho, un producto bolivariano. Convierte el hecho de votar de democrático para ejercer el poder propio en simbolista: para autorreproducir ese poder. En Venezuela desde 1998 se ha votado nacionalmente 40 veces generales, regionales, municipales, referéndums, primarias, revocatorios (2,11 veces promedio por año), en Ecuador entre 2006 y 2018 ya sin Correa 14 (promedio de 1,17/año), la misma cantidad que en Bolivia desde 2005 (1,08/año de promedio, que crece a 1,31 con las tres de 2019 y 2020), mientras Nicaragua desde 2006 sólo tuvo nueve. A todas les une un propósito: prorrogar la detentación del poder.

En Bolivia hasta 2009, el MAS ganó sostenidamente las votaciones hasta que en las subnacionales de 2010 siete de las 10 principales ciudades fueron para la oposición algunas chicaneadas después. Y si en las generales de 2014, el empuje personal de Morales Ayma volvió a imponerse sólo perdió menos del 3% respecto a 2009, el MAS fracasó en las judiciales del 2011 y 2017, las subnacionales de 2015 y el referéndum constitucional de 2016 tampoco en los referéndums departamentales.

El 2019 traerá primarias en enero apresuradas arbitrariamente gracias al rodillo masista en la Asamblea para justificar la re4postulación y en octubre primera vuelta de generales pero, antes, el 5 de diciembre la CIDH considerará demandas contra el presunto “derecho humano” para la repostulación ilimitada, el 6 el país parará y el 8 el Órgano Electoral deberá pronunciarse sobre la pertinencia o no de esa repostulación. Mucha agua en ese molino en corto tiempo.

El próximo gobierno cualquiera sea tendrá que afrontar un acelerado desgaste económico, la desaparición (total o parcial) de la exportación de hidrocarburos y sincerar el sueño pronto pesadilla de la falsa Jauja. Si no es masista, ya tiene anunciado que le reeditarán los criminales bloqueos anteriores a 2005.

Por eso, la “Madre de las Batallas” en 2019 va a estar en ganar la Asamblea Legislativa y evitar mayoría absoluta o simple del MAS. Sólo así se podría empezar a corregir los yerros populistas del trecenio, frenar el bloqueo político y recomponer la sobreideologizada economía del hoy prorroguista oficialismo.

Información consultada

Vilar, J.R.: Auge y caída del socialismo del siglo xxi. PLURAL, La Paz, 2017.

martes, 6 de noviembre de 2018

Un dogal tras las elecciones en Brasil



La asunción incuestionable —casi 11 millones de votos más, sobre el 10% de válidos— de Jair Messias Bolsonaro a la Presidência da República Federativa do Brasil, nuestro gran vecino, es «una realidad que —gústenos o no— atañerá a todos en Bolivia» [“Brasil con Bolsonaro: ¿cómo nos irá?”, El Deber, 04/11/2018].

Saltando los pronósticos iniciales, la derecha “dura” con Jair Bolsonaro obtuvo 46,0% de los votos válidos de la primera vuelta y 55,13% de la segunda —más que los que obtuvo Rousseff en 2014—, dejando perdedora a la izquierda “Foro de São Paulo” a pesar de que para el ballotage Fernando Haddad —y muchos medios internacionales— concitaron el estigma del fascismo para su contrario y recabaron el apoyo de muchas fuerzas políticas entre el centro y la extrema izquierda.
Pero la tendencia iniciada en las municipales de 2016 de contracción del voto al PT y aliados —Haddad obtuvo sólo 16% y perdió la intendência (alcaldía) de São Paulo— se mantiene: el PT ganó 4 gobernaciones en el Nordeste (de PIB bajo a muy bajo) pero perdió Minas Gerais (PIB muy alto) en  el Sudeste, que fue uno de sus baluartes; en el Senado pasan de 9 a 6 (sobre 81) y en Diputados de 61 a 56 (sobre 513). En general, los partidos en el centro político (Movimento Democrático Brasileiro, Da Social Democracia Brasileira, Social Democrático, Trabalhista Brasileiro, AVANTE y Verde) bajaron de 38 a 30 senadores y en Diputados de 160 a 118 aunque obtuvieron 8 gobernaciones (y sus candidatos presidenciales sólo alcanzaron el 3,94% de votos válidos entre ambos); la extrema izquierda-izquierda (Partido Socialismo e Liberdade, Comunista do Brasil y Dos Trabalhadores) pasaron de 10 senadores a 6 y de 79 diputados a 75 (en conjunto, alcanzaron 5 gobernaciones); mientras los partidos conservadores (Progressista, Republicano Progressista, Social Cristão, Novo, Social Liberal y Patriota) fueron los ganadores al subir a 12 de 5 senadores antes y a 114 de 71 diputados: el partido de Bolsonaro (PSL) ganó sus primeros 4 senadores y subió de 8 a 52 diputados, convirtiéndose en la segunda fuerza en esa cámara; en gobernaciones, estos partidos ganaron 7, de ellas 3 el PSL.
Sería un craso error obviar cómo nos implica. Compartimos 3.423 km de frontera, permeable en muchos lugares al paso de la droga (boliviana o peruana) hacia Brasil, narcotráfico acusado como causa de la violencia en ese país y cuyo combate —con el de la corrupción— ha sido bandera electoral principal para Bolsonaro. Además, habrá que negociar cómo —y cuánto y a quiénes— continuaremos suministrando gas en Brasil —del actual contrato, dos años más se continuará enviando gas sin cobrarlo porque ya Brasil lo pagó al inicio sin recibirlo, lo que generará graves conflictos por regalías y por IDH—, ahora con su PréSal quitándonos la imprescindiblidad —mientras Vaca Muerta está enterrando al contrato con Argentina.
Otros rubros de ingresos también se afectarán, como la potencial venta de electricidad —por la más barata y cercana generada con el gas de Vaca Muerta— e, incluso, el corredor bioceánico —por otros dos proyectos sin Bolivia: uno ferroviario (en estudio) entre Santos (Brasil), Argentina y Chile y otro carretero (casi completo) desde Mato Grosso (Brasil) por Paraguay, Argentina y Chile, terminando en Iquique y Antofagasta, puertos en pleno funcionamiento (y sin potenciales bloqueos).
Súmenle dos factores más: Bolsonaro es enemigo acérrimo del socialismo 21 y quiere mirar a EEUU y no al MERCOSUR ni sus vecinos.
Será muy «mal ‘socio’ para el oficialismo prorroguista»…


Información consultada

http://divulga.tse.jus.br/oficial/index.html
http://joserafaelvilar-loquepienso.blogspot.com/2018/10/brasil-el-nuevo-socio-de-bolivia-con.html
http://www.e-lecciones.net/sec/opinion/id/1304
https://es.wikipedia.org/wiki/Fronteras_de_Bolivia

lunes, 5 de noviembre de 2018

Brasil con Bolsonaro: ¿cómo nos irá?



El domingo pasado, Jair Messias Bolsonaro ganó incuestionablemente y desde el primer día de 2019 y hasta el último de 2022 gobernará Brasil, una realidad que —gústenos o no— atañerá a todos en Bolivia.  

Ya el sábado pasado —ya segura su victoria— escribí “Brasil, el ‘nuevo socio’ de Bolivia con Bolsonaro” alertando del craso error que tendríamos si obviábamos cuán relacionados estamos con Brasil. Hoy es bueno recordarlo y ampliarlo, más allá del gas —que hasta ahora fuera un sueldo para Bolivia— pero también incluyéndolo junto con otros rubros de ingresos que también se verán afectados, como la potencial venta de electricidad e, incluso, el corredor bioceánico.

Al Brasil de Bolsonaro —tan explícito y exabrupto como Trump y Morales— hoy lo separan de Bolivia grandísimas divergencias estratégico-programáticas —Brasil quiere mirar a los EEUU y no al MERCOSUR ni a sus vecinos, incluyendo su eterno socio Argentina—, mientras quiere combinar nacionalismo —tan caro a los gobiernos militares brasileños— con liberalismo económico “duro”, preconizado por su gurú económico: Paulo Guedes, un Chicago Boy como los de El ladrillo en Chile en los 70.

Pero mayor son las ideológicas: derecha muy dura en Bolsonaro contra socialismo 21 de Morales. En una Sudamérica cada vez más a la derecha —Argentina, Chile, Colombia, Paraguay, moderado en Perú, Ecuador desde el centro y, posible, pronto Uruguay—, Bolivia sigue anclada en la década pasada.

Plataformas ciudadanas —más dinámicas y asaz creativas que los partidos— se han acercado a Bolsonaro, por afinidad o por estrategia. El contexto es proclive, como negativo para el masismo. Criticarlo sin entenderlo sería un grave error prorroguista.

Información consultada

http://divulga.tse.jus.br/oficial/index.html
http://joserafaelvilar-loquepienso.blogspot.com/2018/10/brasil-el-nuevo-socio-de-bolivia-con.html