Estos dos días son significativos para Cuba porque significa —temporalmente
al menos— la salida de un Castro del Poder y, luego de seis décadas,
que habrá oficialmente al frente del país un civil que nació después de 1959:
Miguel Díaz-Canel Bermúdez, conceptuado en medios como un «apparátchik»
tecnócrata que ha ido ascendiendo paulatinamente en las indisolublemente unidas
—hasta ahora, al menos— estructuras estatal y política.
He leído algunas suposiciones fantasiosas que
pronosticaban la posibilidad de que Díaz-Canel deviniera en “un
Lenín Moreno —o un Gorbachov— a la cubana”. Nada más irreal si
se conoce la conformación del Poder en Cuba: Su cargo depende,
orgánicamente, de la Asamblea Nacional, que lo elige entre sus integrantes y puede
destituirlo por voto propio —la Constitución vigente no contempla otra
revocación—, y políticamente del Buró Político del Partido Comunista —al que
pertenece—; por si fueran pocas ambas vías de control y dirección, gran parte
de la economía —sobre todo las más generadoras de divisas— está bajo el directo
control de militares que son, a su vez, miembros de ambas estructuras.
Sin embargo, Díaz-Canel tendrá que acelerar el «proceso de reestructuración del empleo y los
salarios» (de estatal transferido a ocupaciones no estatales) decidido en 2011 que al final del período
asignado (2016) sólo se había cumplido el 10% del total y el 27%
de los 313 Lineamientos aprobados como imprescindibles a pesar de que, como augurara
su antecesor —que hasta el próximo Congreso del PCC lo dirigirá—, «o rectificamos o ya
se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos».
La ascensión, por
ende, más que un cambio es un recambio dentro del Poder.
Información consultada
http://www.eldeber.com.bo/especiales/El-fin-de-la-era-Castro-Raul-dice-adios-al-poder-en-Cuba-20180417-9241.html
https://www.nytimes.com/es/2018/04/17/opinion-sabatini-cuba-castro-canel/
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