martes, 22 de octubre de 2019

Bolivia votó


El domingo Bolivia votó, y nuevamente fue, sin ninguna duda, un voto por el 21F. Primero, coincido con Juan Cristóbal Soruco en que las elecciones fueron deslucidas y hasta anodinas, porque no hubo debates, algo fundamental para decidir el voto. Esto principalmente porque el candidato del binomio ilegal, favorito según las encuestas, jamás participó en un debate consciente de sus propias incapacidades; y porque el segundo siempre se ubicó en su propio Olimpo. Además, las propuestas se quedaron en general en las páginas no leídas de los programas de gobierno. Con lo cual, “faltó la alegría de la campaña”, en palabras de Carlos Valverde.

A no dudar que estas fueron las elecciones más sui géneris de toda nuestra democracia. Las más largas, con primarias inútiles (solo para justificar la ilegitimidad del binomio oficial), con candidatos que subían y bajaban de las postulaciones, con un Órgano Electoral que se contradecía todo el tiempo; y de yapa, con un candidato outsider que condujo a la Democracia Cristiana a su posición más conservadora (y evangélica) de su historia, pero que le permitió mantener su personería. Algo que no pasó con otros cinco partidos: el Movimiento Tercer Sistema, más radical que el MAS (del cual se desgajó y al que ahora podría volver); PAN-BOL; Frente Para la Victoria; UCS, lejos de Max Fernández y ahora desahuciando las esperanzas de que su hijo regrese a competir en política; y el MNR, un partido que otrora marcó la historia de Bolivia, pero que hace años avanzaba a una muerte agónica.

No voy a analizar los resultados preliminares (el conteo rápido del TREP fue interrumpido injustificadamente), voy a futuro. Concuerdo con Fernando Mayorga en que el próximo gobierno (ya sea dirigido por Mesa o Morales) será “inestable, precario y con un mandato inconsistente”. Con lo cual enfrentará potenciales crisis institucionales, porque ambos recibieron votos antagónicos. Mesa para que saque al MAS del poder (“cambio”), y Morales para que continúe con su proceso clientelar (“para que nada cambie”).

Independiente de cuál de los dos gane finalmente, será tan poco el spread de votos (sin fraude) que dará pie a una escasa gobernabilidad. Por ello, coincido con Valverde cuando afirma que “la elección se define ahora; el poder, en marzo”, según como lleguen entonces el MAS, Comunidad Ciudadana (CC) y los Demócratas.

La Asamblea estará conformada de una manera muy similar a la de 2005. Un Senado dividido sin mayoría y una Cámara Baja con una presunta mayoría mínima en favor del MAS. Si Mesa gana el balotaje, tendrá que abandonar el inútil prejuicio de creer ser “el presidente de los ciudadanos”. Algo que en 2005 fracasó, y ahora será incluso más complicado, porque el voto en segunda vuelta no sería por él, sino sobre todo contra Morales y el MAS. Si gana Morales, con los restos de la billetera puede cambiar la polaridad de ambas Cámaras, como antes hizo, más aun considerando que la bancada de Mesa estaría conformada por invitados, entre ellos exparlamentarios masistas.

Por último, como dijeron Iván Arias y Remy Ferreira, habrá parlamentarios cruceños del MAS y de Comunidad Ciudadana que responderán a los proyectos centralistas que combatieron el llamado de los cabildos autonomistas de 2004 y 2005. El “voto útil” cruceño (la más efectiva estrategia de CC, que sustituyó la inutilidad y contraproducencia de la judicialización y de los silencios y que estaría viabilizando una segunda vuelta) que, de carambola, fue un voto centralista.

La humildad, algo que es escaso en la política y que refulge cuando aparece, debe marcar tanto a Mesa como a Morales. Es importante que Mesa entienda que él no ganó los votos, sino que Evo los perdió. Ninguno fue ganador nato. Confío en que el pueblo boliviano sí lo sea.

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martes, 8 de octubre de 2019

La fuerza del pueblo es su fe en sí mismo


El viernes pasado, el departamento de Santa Cruz celebró su cuarto cabildo del siglo 21. Vale recordar que los cabildos están reconocidos en la Ley del Régimen Electoral que en su Artículo 35 define que «los Cabildos son mecanismos constitucionales de democracia directa y participativa por los cuales las ciudadanas y ciudadanos, mediante reuniones públicas, se pronuncian directamente sobre políticas y asuntos de interés colectivo» y en el mismo aclara que «sus decisiones no son de carácter vinculante, pero deberán ser consideradas por las autoridades y representantes». (Para quienes, suspicazmente, le resten validez porque no estuvo el Órgano Electoral, el Artículo 37 de la mencionada Ley aclara que éste «es competente para la observación y acompañamiento» pero sin obligatoriedad de ello.)

El Cabildo hereda una historia de otros importantes: en 1561, fundando la ciudad; en 1568, eligiendo a su primer Gobernador; en 1621, decidiendo el traslado de la ciudad; en 1810, rebelándose contra la corona española, y en 1876, aprobando el “Acta del Pueblo” y eligiendo prefecto a Andrés Ibáñez. Saltando el siglo 20, en el 21, entre otros, el “Cabildo del Millón” reafirmó la autonomía.

El viernes fueron tres las principales decisiones tomadas: La primera sobre la Chiquitanía, con clara vocación medioambiental y en pro de recabar toda la ayuda internacional para terminar los incendios y recuperar los bosques, se aprobó una Declaratoria Ciudadana de Desastre Nacional (no contemplada jurídicamente pero que sustituye a la que el Gobierno se ha negado a declarar). La segunda decisión reclamó la abrogación de la Ley 741 y el Decreto Supremo 3973 que sustentaron los chaqueos y provocaron las quemas y reclamó al INRA para desalojar las dotaciones y asentamientos humanos en tierras fiscales y áreas protegidas que no cumplan los requisitos de ley.

La tercera decisión fue la más trascendente: trabajar por una propuesta federal real, solidaria y unificadora. Ya se han aventado fantasmas conocidos de “separatismo” (Brasil y México son federales hace décadas y no se fragmentaron), “racismo” (es el departamento con más inmigración integrada), “oligarca” (no pude encontrar a ninguno pero sí muchísimo pueblo)... Lo curioso es que no los leí del MAS, sino de Revilla y en redes, y entendí por qué rezumaban miedo.

Entre 1898 y 1899, el Poder político se desplazó desde Sucre (la oligarquía de la plata) a La Paz (del estaño y del comercio) porque el económico se había trasladado hacía años, tras la Guerra del Pacífico. Hoy, el Poder económico fue desplazado de La Paz a Santa Cruz; la participación de ambos departamentos en el PIB entre 2006-2018 fluctuó entre el 24% y casi el 28% (La Paz) y el 29% (Santa Cruz), con una diferencia fundamental: la alícuota paceña fue por contribución del desborde del estatismo masista (El Alto, como polo industrial y manufacturero colapsó tras el fin de la ATPDEA) y la cruceña por actividad productiva creadora de riqueza, mientras que en demografía La Paz decreció en el período del 27,6% al 24,4% (-3,2%) del país y Santa Cruz creció del 25,5% al 29,9% (4,4%).

La defensa de Revilla y entorno es muy plausible: suponen de la pérdida del Poder político colapsará los ingresos. Pero federalismo es retirar arbitrariedades del

Termino citando la homilía del Obispo Emérito de Santa Cruz, Mons. Braulio Sáez: «[el cabildo] ha hecho un acto de fe, sí, fe en la defensa de la vida, fe para salvar los valores de la democracia, fe que nos impulsa a la reafirmación de los valores humanos […] la solidaridad, la hospitalidad, la alegría y sobre todo la paz y la justicia».


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https://www.reduno.com.bo/nota/cabildo-aprueba-trabajar-por-el-federalismo-y-control-de-tierras-201910416410