martes, 27 de septiembre de 2016

Democracia y epulones


La democracia —con perdón de los teóricos constitucionalistas por tan concisa y asaz simplista conceptualización sobre lo que ha sido tan debatido desde que Platón y Aristóteles hablaron de la dēmokratía en el siglo IV a.d.C. o, incluso, con Pericles en el anterior— es el poder de todos los ciudadanos y se asienta en el conjunto de normas tomadas por acuerdo del conjunto de la ciudadanía o por su mayoría, que confieren legitimidad a sus representantes y que deben respetarse por los que actúan dentro de ella porque es la forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales. O, si no se está de acuerdo con ellas, actuar pacíficamente para revertirlas, consensuando criterios y sumando voluntades como predicaron y también hicieron Mathama Mohandas Karamchand Gandhi —Bāpu— y Nelson Rolihlahla Mandela —Madiba—, y por eso sus pueblos los llamaron “sus padres”.

Escrito casi cuatro siglos después de La República (Politeia) de Platón y la Politica de Aristóteles, el Evangelio de Lucas en la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro denuncia las extremas diferencias sociales y la indiferencia ostentosa del poderoso ante la miseria del desposeído: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. / Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, / deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.» (16, 19-21).

Aberrante desigualdad que empobreció su democracia en la Venezuela de los años 90 y que llevó a intentos violentos como el fracasado en 1992 protagonizado, entre otros, por el entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías, víctima él, siendo presidente constitucional, de otro en 2002 que llevó a Pedro Carmona Estanga a una presidencia efímera de dos días. Precisamente Carmona Estanga reconoció, años después, que la causa que socavó la democracia venezolana ganada en 1958 habría sido la indiferencia y egoísmo de los sectores acomodados —epulones contemporáneos—, incluidos miembros de las dirigencias políticas.

Chávez Frías alcanzó democráticamente el poder en 1999 con un potente mensaje de renovación social y empezó a implementar medidas para que los Lázaros de su país accedieran a la mesa del epulón, nutriéndose del ideario del Libertador Bolívar y de los también venezolanos Simón Carreño Rodríguez y el líder radical y agrarista Ezequiel Zamora Correa para incorporar desde 2005 el propósito de un nuevo socialismo, denominado “del siglo 21” por su ideólogo, el alemán Heinz Dieterich Steffan, en un intento de actualizar el fracasado marxismo-leninismo. Pero después conllevaron un populismo centralista que, unido la posterior corrupción y a la cooptación de los poderes del Estado, junto con los costos para exportar el modelo, produjeron el fracaso de la Revolución.

Hoy, una nueva clase de epulones, en el temor a perder el poder por la vía democrática —primero sometiéndose a un referéndum revocatorio y, luego, a elecciones presidenciales— ha desnudado su férreo control sobre los poderes del Estado —judicial y electoral.
El pueblo venezolano votó contra el actual modelo de poder en diciembre de 2015. En ese sentido, los partidos opositores tienen la obligación estratégica de incorporar a todos los demás actores sociales —incluyendo ampliamente a los chavistas— para lograr soluciones pacíficas.

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martes, 13 de septiembre de 2016

Mirlos blancos en Brasil


«Lo realmente importante no es llegar a la cima; sino saber mantenerse en ella.» [Alfred de Musset, escritor francés]

Cuando Alfred de Musset escribió Histoire d'un merle blanc (Historia de un mirlo blanco) creó dos “etiquetas conceptuales” que personifican actitudes: “mirlo blanco” identifica en el imaginario tanto “a querer ser lo que no se es” como “a lo que tarde o temprano se descubre”. [El mirlo es un ave de plumaje negro en los machos y marrón oscuro en las hembras.] Historia de un mirlo albino cuando la lluvia descubre el enharinado de su amada mirla que quería aparentar ser única y diferente y le provoca una gran decepción y pena.
Decepciones y penas como las que produjeron tanto los muchos escándalos del ciclo PT (2003-2011, época que gobernó el Partido dos Trabalhadores, primero con Luiz Inácio Lula da Silva y luego Dilma Vana da Silva Rousseff) como el pésimo manejo de la economía que, unido a la falta de carisma de la presidente Rousseff (llegó en sus dos últimos años presidenciales su aprobación estuvo entre 9 y 10%).

Y si esto pasaba, ¿por qué fue reelegida? La respuesta es rápida: La Administración Lula da Silva había sacado de la pobreza (aunque no importaba si era con un esquema rentista) a un alto porcentaje de población. En octubre de 2014, Rousseff gana el balotaje con el 51,64% de los votos (sólo el 3,28% más que su oponente), en buena medida con votos de las ciudades (base obrera) y de la mayoría de los estados con más incidencia de Bolsa Familia.
Entonces, ¿por qué tan baja popularidad? Los dos últimos años de la Administración Rousseff (el último del primer gobierno y lo que duró el segundo) tuvieron la conjunción de factores muy negativos. Uno de ellos fue la corrupción estructural que fue institucionalizada por el PT desde la ascensión de Lula da Silva con el Mensalão (para compra de votos y adhesiones congresales en 2005) y seguido por Máfia dos Sanguessugas (compras fraudulentas de mil ambulancias, 2006), Mensalão do DEM (Operação Caixa de Pandora, corrupción en el Distrito Federal, 2009) hasta llegar a Lava Jato (el petrolão: coimas y sobreprecios con Petrobras), entre otros, colmaron la indignación contra la corrupción (como la que llevó al impeachment contra Fernando Collor de Melo en 1992 y su renuncia). Unido a esto, la caída del PIB brasileño en 3,8% en 2015 y que en el primer trimestre de 2016 ya acumuló 5,4% de caída en una economía apoyada en un esquema rentista y dependiente principalmente de exportaciones de commodities a China y otros países y con baja productividad.

¿Fue legal el impeachment? La presidente y su equipo tuvieron desde diciembre de 2015 para rebatir las acusaciones sobre violación a la ley presupuestaria y a la ley de probidad administrativa, incluyendo las votaciones en abril en Diputados y en mayo en Senado para continuar el proceso y, desde mayo hasta agosto, en el Senado, cuando la presidente Rousseff tuvo 14 horas seguidas para presentar su defensa y responder las preguntas de los senadores, que terminaron destituyéndola con 61 votos a favor de 54 necesarios (y 20 en contra) por crímenes "de responsabilidad".
¿Fue un golpe de Estado? Definitivamente no porque los juzgantes (elegidos por votación popular) se apegaron a la Constitución.
Rousseff fue ministro de Minas y Energía y presidente del Consejo de Administración de PETROBRAS durante los años de la corrupción descubierta. ¿Faltará más novedades?



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lunes, 5 de septiembre de 2016

Mercosur: Crónica de una muerte acelerada o del arte de la autofagia


Mercosur versus Alianza del Pacífico
Cada día reciente hay más información y más opciones autodestructivas. Pareciera como si Venezuela, al borde de su total abismo y del fin autoprovocado del chavismo, quisiera hundir al resto de sus —antiguos y presentes— aliados.
Este artículo suma y actualiza los últimos que sobre el MERCOSUR he escrito.

Desde el 28 de abril de 2011 que la Alianza del Pacífico nace con la Declaración de Lima, uno de los más debatidos temas entre medios y políticos —entre éstos aun más— ha sido la comparación de principios y resultados entre este nuevo bloque y el veterano Mercado Común del Sur, el Mercosur. Y como muchos de los argumentos a favor o en contra no sustentan sus fundamentos (incluso un líder de la ALBA denominó “proceso de disolución latinoamericana” [sic] a la Alianza), aprovecharé este espacio de reflexión para dar información, cuya ausencia mediática muchas veces es preocupante.

La Alianza desde su inicio la integran Chile, Colombia, México y Perú (a los que hoy buscan sumarse Costa Rica y Panamá) así como 49 Observadores (entre ellos Paraguay, Uruguay y Argentina, miembros del Mercosur), con objetivos centrados en la libre circulación de bienes, servicios, capitales, personas y economía, el impulso del crecimiento y desarrollo económicos y la competitividad de las economías, además de ser una plataforma de articulación política e integración económica y comercial, con énfasis hacia la región Asia-Pacífico. Por su parte, el Mercosur integró desde 1991 a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, a los que se adicionaron Venezuela (2012) y Bolivia (en proceso de ratificación su adhesión por los congresos de los países miembros o “partes”), con Asociados como Ecuador (que es Observador en la Alianza, a pesar de ser miembro de la ALBA), Perú, Chile, Colombia (los tres miembros de la Alianza), Guyana y Surinam; sus objetivos constitutivos fueron “la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos” (muy similar a lo que 20 años después decidieron los miembros constitutivos de la Alianza), el “[…] establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros” y “la adopción de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados Partes […] a fin de asegurar condiciones adecuadas de competencia”. En principio, muy similares objetivos, muy diferentes resultados.

Varias diferencias se pueden considerar desde varios puntos de vista: uno de ellos es la simetría en sus PIBs dentro de los socios de la Alianza: en 2014, según el Banco Mundial para sus PIBs a precios actuales, sus miembros ocupaban entre el segundo y sétimo lugares regionales, detentando México el segundo PIB regional (USD 1.144MM), Colombia el cuarto (292MM), Chile el sexto (240.215MM) y Perú el sétimo (192.083MM), lo que los ubicaba en un espacio muy cercano, aunque los aspirantes estaban ese año un poco más alejados: Panamá en el décimosegundo lugar (USD 52.1MM) y Costa Rica en el décimo tercero (USD 51.1MM); por el contrario, es manifiesta —y no se ha revertido ni se podrá— la asimetría dentro del Mercosur: ese mismo año y fuente, Brasil y Argentina ocupaban el primer y tercer lugares de la Región (USD 1,775MM y 548.1MM, respectivamente), mientras Uruguay y Paraguay ocupan el décimo cuarto y décimo sexto lugares (USD 53.44MM y 27,62MM, respectivamente), manteniéndose en las adhesiones pues Venezuela ocupaba el quinto lugar (USD 371.3MM) y Bolivia el décimo quinto lugar (USD 33,2 MM), lo que daba dos bloques muy diferentes.

Otro punto de vista de análisis comparativo es el diferente crecimiento del PIB ((según datos del FMI a octubre 2015): en la Alianza, promedio positivo de 2.4% en 2015 y 2.9% pronosticado para 2016 (México 2.3% y 2.8%, respectivamente; Colombia 2.5% y 2.8%; Chile 2.3% y 2.5%; Perú 2.4% y 3.3%), pero menor para Mercosur (0.7% en 2015 y 1.1% en 2016) por los decrecimientos de algunos miembros (Argentina 0.4% y -0.75% respectivamente, Brasil -3.0% y -1.0%) mientras los “chicos” crecieron (Paraguay 3.0% y 3,8%, Uruguay 2.5% y 2.2%); también otro diferenciador es la baja productividad mencionada dentro del Mercado.

Un cuarto punto de vista es el cumplimiento de objetivos: mientras en el Mercosur se avanzó en la formalización estructural y formal (creación del Parlasur, conformación de la secretaría permanente, sedes) pero se incumplió en lo sustancial al no levantarse las barreras arancelarias e, incluso, crearse nuevas pararancelarias para el flujo interno mientras los dos mayores socios estaban continuamente divergiendo (además de las diferencias entre Uruguay y Argentina), en sus dos primeros años la Alianza eliminó la mayoría de los aranceles para el comercio intersocios y, sin necesidad de crear estructuras formales (no tiene sede permanente ni burocracia propia), se avanzó a establecer esfuerzos comunes, ya sea abriendo embajadas conjuntas o uniendo misiones comerciales.

Pero las principales diferencias son más profundas: en lo comercial, mientras la visión de la Alianza es exógena (abierta) con múltiples tratados de libre comercio con gran parte del mundo, por el contrario el Mercosur es endógeno (cerrado hacia afuera y solo moderadamente abierto hacia adentro) por su proteccionismo y su aversión a esos mismo tratados el Mercosur es endógeno y proteccionista. Pero lo es también en lo político porque durante los años de auge del socialismo del siglo 21 —cuando en los países del Mercado del Sur gobernaban miembros o afines a esa corriente—,  en el Mercosur se tomaban decisiones de clara tendencionalidad ideológica afines al socialismo del siglo 21 (como la exclusión de Paraguay aduciendo presunta “inconstitucionalidad” en la deposición congresal del presidente Lugo Méndez pero con el verdadero objetivo de incorporar a Venezuela, ingreso frenado hasta entonces por el congreso paraguayo, algo que impedía el nuevo ingreso según los Estatutos de la organización subregional, pero tras la sanción facilitado ex oficio por Brasil, Argentina y Uruguay los entonces socios ideológicos). En contraparte, excepto declaraciones de principios democráticos, la Alianza no ha actuado como organismo político.

El reto hoy para el Mercosur va en saltar la demagogia ideológica y desanquilosarse. O, si no, desaparecer porque la conclusión obvia de este análisis es que el modelo exógeno y aperturista de la Alianza era efectivo, mientras el endógeno y proteccionista del Mercosur era eminentemente autofágico, a lo que adicionaba que la causa principal actual de los problemas dentro del Mercosur (y resalto actual porque antes primaban las diferencias y “celos” entre los socios mayores) era que en el Mercado del Sur primaba lo político, basado en el socialismo del siglo 21 (incluido en 2012 el ingreso de Venezuela) mientras que la Alianza no actuaba como organismo político, y que esa ideologización del Mercosur le traía dificultades para su progreso.

Mucho más pronto que tarde, todos estos factores eclosionaron, cuando el 30 de julio pasado, Uruguay finalizó su presidencia rotatoria semestral del bloque comercial y, aunque el Gobierno uruguayo desestimó razones legales argüidas por sus otros socios fundadores (Argentina, Brasil y Paraguay) para que no se traspasara la presidencia pro témpore a Venezuela y, aunque no lo hizo formalmente ante la oposición de sus socios —que rechazan las acciones de la administración Maduro, tanto en el ejercicio de la democracia como en su ordenamiento normativo, por ir en contra del espíritu fundador del bloque de integración, tanto en el aspecto de respeto democrático como en el cumplimiento de los requisitos establecidos en sus estatutos—, sí anunció que cesaba en sus funciones. Esta decisión ambigua del gobierno de Tabaré Vázquez Rosas (aunque menos afín a la Alianza Bolivariana que el de su predecesor, José Mujica Cordano, se muestra pusilánime al no enfrentarse ni con su socio ideológico, Venezuela, ni con sus principales socios comerciales, Brasil y Argentina) ha traído graves turbulencias no solo al Mercosur, sino también dentro del propio gobierno charrúa.  

A partir de entonces, Venezuela asumió de facto la presidencia y empezó a actuar como tal; mientras que Brasil, Argentina y Paraguay (denominados por la canciller venezolana, Delcy Rodríguez Gómez, como la “Triple Alianza proimperialista”, olvidando, o desconociendo, que Paraguay, uno de sus “acusados”, fue dos veces víctima de triples alianzas de vecinos) la han desconocido.

La pasada semana, reuniones antagónicas en Montevideo desnudaron la profunda grieta que separa a sus miembros y constatan que el Mercosur ha devenido en dos bloques: en uno Argentina, Brasil y Paraguay y en el otro Venezuela y Bolivia (aún no es miembro), a la vez que, de seguir la ambigüedad uruguaya pro Venezuela, le perjudicará.

Quizás en esta situación, al presidente Vázquez Rosas y a Uruguay hoy le cuadren bien cantarle a Nicolás Maduro Moros el clamor del vallenato “Primavera Azul”: «no sé si tú me quieras tanto tanto / lo que sí es cierto es / que me estás matando / ay ten piedad de mí…»


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