lunes, 27 de junio de 2011

¿Qué pasará si…

…Chávez no pudiera gobernar más?

En Google, el domingo 26 la entrada “operación absceso Chávez” dio 613.000 resultados a las 15:35, mientras “Hugo Chávez enfermo” tenía 7.040.000 y “enfermedad Chávez” 7.920.000, ambas a las 18:36. Sin embargo –descontando los comunicados oficiales, el único tweet atribuido al presidente venezolano y declaraciones de Jaua, Maduro e Izarra–, todos son conjeturas: Absceso pélvico, cáncer prostático –con metástasis en muchas versiones–, liposucción, show mediático, afección cerebral, incluso secuestro cubano, han versiones –fantasiosas algunas– que han circulado.

Después de saber cuán inhabilitante fuera este proceso, la incertidumbre de todos: medios, simpatizantes –los que no son el círculo cercano–, opositores, es saber qué pasará después. ¿Podrá el Presidente Chávez seguir gobernando? Y, aun más importantes: Si no pudiera, ¿quién le sustituiría? ¿Continuaría la Revolución Bolivariana? ¿Qué pasaría para los países bolivarianos?

Para la primera pregunta, sólo sigue habiendo suposiciones. Dos semanas de afirmaciones y desmentidos, pero más de silencios, han creado una maraña de incertidumbres.

Para la segunda, vienen a la memoria los últimos días de Stalin, Brezhnev o de Mao Zedong, líderes carismáticos que detentaron un gran poder personalizado –en algunos casos absoluto– y cuyas enfermedades y muertes fueron ocultadas o disminuidas para permitir el reacomodo en el Poder. Incluso, también, la enfermedad de Fidel Castro, oficializada después de semanas de silencio. Quizás el caso más emblemático de sucesión fue el de Stalin, quién murió rápidamente sin “herederos” –lo siguió una lucha interna dio el poder para Khrushchev–, pues a Brezhnev, a Mao y Fidel Castro se le conocían sucesores, ya fueran seguros o potenciales (para Brezhnev, la sucesión lógica estaba en el Politburó del Partido, con Andropov; de Mao, su esposa Jiang Qing y su Banda de los Cuatro –por corto tiempo–, mientras que para Fidel estaba en su hermano Raúl, permanente designado). En el caso de Chávez, el actual Primer Vicepresidente, Elías Jaua Milano, ocupa el cargo recién desde enero de 2010 y aunque su trayectoria cerca de Chávez es desde 1996, no tiene el carisma de su líder para ser, como Chávez, aglutinador de las tendencias dentro del movimiento político bolivariano; por ende, la transición –de haberla– será confusa.

La tercera pregunta es más posible de responder: Sin el carisma de Chávez, el mantener el actual equilibrio entre partidarios y opositores puede ser una tarea complicada.

Para la última: Sin una Venezuela aglutinadora ­y sus petrodólares–, la expansión continental de la Revolución Bolivariana sería difícil de mantener, lo que le es necesario para sostenerse en la misma Venezuela. Cuba depende, en grandísima medida, del aporte venezolano; Nicaragua y Bolivia no lo rehúyen; la más solvente –por su petróleo y moneda– es Ecuador. De los países caribeños, la relación es circunstancialmente interesada. Y no hay más –Humala, hoy y por necesidad, es “rousseffista” y Lugo está lejos.

miércoles, 15 de junio de 2011

Luces y sombras cruceñas

Santa Cruz es el departamento más dinámico de Bolivia, considerado el motor de la economía nacional –aunque aconsejo leer un artículo de Tuffí Aré en “El Deber” alertando de su ralentización–, el mayor exportador, fortalecido por ser receptor de migrantes de todo el país.


También su capital, Santa Cruz de la Sierra, posee un crecimiento vertiginoso –junto con El Alto– y esfuerzo de modernización.


Hoy, el Departamento y su capital exhiben con orgullo sus realizaciones culturales, académicas e intelectuales. En todo él –y en Moxos también– se celebra el mayor evento cultural del país: el Festival Internacional de Música Barroca y Renacentista, el único boliviano ubicado entre los más importantes de su tipo a nivel mundial. También tiene de Teatro y Cine, más modestos pero destacados; es sede de la Escuela Nacional de Teatro, la principal del país, que le ha permitido a Santa Cruz –aunque el impacto de la Escuela es muy amplio y nacional– ir revitalizando su escena; un movimiento orquestal aún en formación pero destacado, conformado por diversas orquestas y coros: Arakaéndar, Urubichá, Sinfónicas Juvenil y Municipal y la de “Hombres Nuevos”; un interesante y creciente desarrollo de manifestaciones plásticas, con muchos nuevos nombres y exposiciones; importantes Universidades; intelectuales destacados a nivel nacional y aun internacional, tanto escritores, historiadores y poetas. Y podríamos citar más.


Todas estas luces –centro de desarrollo por su industria y comercio, de actividad cultural e intelectual, de integración de migraciones, entre muchos otros– se opacan con sombras, entre las que se destacan la inseguridad ciudadana y el contraste entre desarrollo acelerado y pobreza. Es significativo que las 2 ciudades de mayor crecimiento poblacional y económico en Bolivia –El Alto y Santa Cruz de la Sierra, en apariencias disímiles pero con muchas similitudes en su diferencia– exhiban estos mismos 2 fenómenos: violencia y marginación. Superarlos, es su mayor reto.


Santa Cruz tiene otra asignatura pendiente, decisiva: No tiene –pocas veces ha tenido– el liderazgo político e ideológico nacional. Desde el siglo XX, sólo 2 políticos cruceños han detentado el liderazgo del país: Busch y Bánzer. Ambos militares llegados al poder por movimientos abruptos (aunque Bánzer regresó a la presidencia, después, elegido) y con tendencias diferentes, fueron los únicos líderes cruceños cuya impronta fue nacional en más de un siglo, marcando –en sus ideologías, compartidas o no– a todo el país.


Quizás Santa Cruz –región– tuvo que luchar para sobrevivir frente a muchas limitaciones y ésas le condicionaron la necesidad de crear liderazgos muy fuertes localmente pero con poca trascendencia fuera de sus regiones. Y también los éxitos regionales pueden haber sido causa de que, hasta recién, no necesitaran trascender.


Hoy, Santa Cruz está frente a la encrucijada de mantener y afianzar su liderazgo económico y productivo y para ello requiere de alcanzar un verdadero –nuevo– liderazgo político nacional. Es una gran asignatura pendiente y necesita que surjan quienes lo vayan a emprender.