martes, 1 de marzo de 2016

¿Qué pasará?


El final de 2015 trajo cambios en Latinoamérica que eran trascendentales: en Argentina, la victoria de Mauricio Macri Blanco sobre la corrupción y la fuerte contracción económica del kirchnerismo; el triunfo aplastante de la oposición en las elecciones parlamentarias en Venezuela, la segunda derrota significativa del chavismo —la primera en 2007— desde que en 1999 llegara al poder y la primera significante para cambios en el poder en Venezuela, dentro de un espiral destructiva de crisis económica, corrupción, violencia y desinstitucionalización; el inicio del impeachment presidencial en Brasil —hecho político que podría marcar el final político de la presidente Dilma Rousseff y del ciclo PT—, también consecuencia de corrupción y contracción económica galopantes. A estos se sumó en febrero pasado el rechazo a la reforma constitucional que le hubiera permitido al presidente Morales Ayma su postulación para una posible tercera relección; también el presidente Rafael Correa Delgado anunció que no se presentaría en 2017 a las elecciones —a pesar de que la Asamblea Nacional del Ecuador aprobó la reelección indefinida de cargos elegibles, gracias a la mayoría del oficialista Movimiento Alianza PAIS—, una forma de evitarse capear la creciente difícil situación económica que está afectando al país por la caída de los precios del petróleo, su principal producto de exportación.

Entre 2004 y finales del 2013 —incluso antes y durante de la crisis de 2008—, Latinoamérica vivió el mayor y prolongado ciclo de altos precios por sus commodities y la mayor afluencia de capitales de inversión —que huían de la contracción económica en EEUU y Europa y motivados por las, entonces, ganancias fáciles en la región—: “la década maravillosa” o “del big push”. Aunque el inicio de ese período se enmarca con mayoría de gobiernos marcadamente entre centro y derecha —dentro de la ideología del socialismo del Siglo XXI, recién enunciada entonces, sólo se ubicaban Cuba con Castro Ruz y Venezuela con Chávez Frías con el apoyo permanente de la Argentina de Kirchner Ostoić, a la vez de otros países entre centroizquierda e izquierda: Brasil con Lula da Silva, Ecuador con Gutiérrez Borbú, Perú con Toledo Manrique y Chile con Lagos Escobar—, 2013 cerraría con predominio del socialismo del Siglo XXI  bajo el influjo de la Revolución Bolivariana —aunque no sólo por ello—: además de Cuba, Venezuela —miembros de la ALBA-TCP— y Argentina, también entre la centroizquierda y la izquierda se ubicaban El Salvador con Funes Cartagena, República Dominicana con Medina Sánchez, Perú con Humala Tasso, Brasil con Rousseff y Uruguay con Mujica Cordano, además de los nuevos miembros de la ALBA-TCP: Nicaragua con Ortega Saavedra, Ecuador con Correa Delgado y Bolivia con Morales Ayma.


El fracaso del neopopulismo en Argentina, Venezuela, Brasil y potencialmente en Ecuador y Nicaragua —éste último cuando no cuente con el apoyo venezolano—, significará un cambio regional de ciclo, más allá de discursos negadores. En Bolivia, aún beneficiado por una mejor situación económica, la imposibilidad constitucional de postularse nuevamente el presidente Morales Ayma, al menos hasta ahora, representará la necesidad para el MAS de restructurarse a la brevedad y asumir nuevos liderazgos —algo que es también imperativo para la oposición—, además de profundizar el combate a la corrupción, su talón de Aquiles.

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