martes, 16 de febrero de 2016

Lo que es y lo que será


En las dos últimas semanas previas al referéndum constitucional con creces se han recrudecido los debates —duras confrontaciones, más insultos que argumentos—, apoyados en profusas encuestas —amén de análisis serios, he leído “análisis” que intentan entrar los pies de las hermanastras de Cenicienta en la pequeña zapatilla, comparando indiscriminadamente “zapallos con melones”— y denuncias. Denuncias que han incluido mentiras —completas o maquilladas, pero siempre repudiables— pero también preocupantes afirmaciones argumentadas con presunciones creíbles que han creado una fuerte inquietud en la opinión pública y han llevado a que el presidente —presunto involucrado en las denuncias— solicite a la Asamblea Legislativa que ejerza su deber constitucional y fiscalice.

Cuando el 21F los electores bolivianos decidan mantener o cambiar el artículo 168 de la Constitución Política del Estado, con el ejercicio de su voto decidirán mucho más que facilitarle al binomio gobernante una nueva relección —la posibilidad de su tercera repostulación. Esos votos decidirán entre los conceptos de “continuidad” y “alternancia” —asociados sofistamente con “estabilidad” y “retroceso”— y la unicidad irrepetible del liderazgo.

Los defensores de la continuidad en el Poder —quienes piden el Voto Por el SÍ en el referéndum— asocian esa prolongación con la estabilidad del país y, por ende, con su desarrollo, y la imbrican con el concepto de liderazgo único, contraponiéndole la pérdida de lo logrado —avanzado— y el regreso al pasado con la discontinuación del ejercicio de ese liderazgo desde el Poder. Por el contrario, la defensa de la alternancia —los que proclaman el Voto Por el NO— se asocia con la capacidad de renovación —excluyendo el retroceso— y la posibilidad de mejorar lo positivo de lo logrado mediante el proceso continuado de cambio y, en lo individual, excluye la predestinación. Resumidos ambos ejes de argumentación: mientras los defensores del SÍ han argüido como su leivmotiv que la decisión de los ciudadanos significará la continuidad o sustitución del modelo, los defensores del NO han defendido la necesidad de cambio de liderazgo para mejorar —incluido profundizarlo y corregir presuntas falencias— ese modelo.

Nadie en Bolivia refuta que en 2005 el país había llegado a un callejón sin salida: los gobiernos elegidos necesitaban coaliciones más amplias —y variopintas— para alcanzar gobernabilidad; entre 2001 y 2005 se habían sucedido 5 administraciones —Bánzer Suárez, Quiroga Ramírez, Sánchez de Losada, De Mesa Gisbert y Rodríguez Veltzé; la marginación social y la incapacidad del Estado para solucionar la pobreza —sobre todo la extrema— era evidente, y la inestabilidad social era permanente y sus picos críticos cada vez más continuados. Como consecuencia de todas esas condicionantes, un cambio era necesario, predecible e indetenible, el que se dio con continuidad democrática en la elección presidencial de Evo Morales Ayma.

Por eso, la definición subyacente en la pregunta a refrendar es si todos los cambios del período son resultado de una virtud inefable, única e irrepetible o son resultado de una voluntad y gestión colectivas, beneficiadas éstas por excelentes condiciones externas no imputables. La reafirmación de la unicidad dejaría muy mal parada a la organización política porque denotaría la falta de liderazgos alternativos o, al menos, de su percepción.


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