En los últimos años, las elecciones
presidenciales en Latinoamérica han sido un tiovivo en lo que a encuestas se
refiere. Basta recordar las de Colombia en 2010 cuando, antes de la primera
vuelta, el candidato del Partido Verde Antanas Mockus Šivickas le ganaba o
empataba al otro candidato, Juan Manuel Santos Calderón del Partido Social de
Unidad Nacional (el Partido de la U) o las de Argentina en 2015, cuando el
pronosticado perdedor en la primera vuelta (sin opción de pasar a segunda),
Mauricio Macri Blanco, al final le ganó al favorito vencedor en primera Daniel
Scioli Méndez.
En el caso de los pronósticos para la
primera vuelta de las generales de Perú del pasado domingo, por el contrario, sí
se cumplieron respecto de los sondeos en boca de urna (exit polls): a Keiko
Fujimori Higuchi de Fuerza Popular (derecha populista) le auguraban 37% y el
promedio de los exit polls de tres empresas (Ipsos, CPI y GFK) le otorgaron
38,9%; a Pedro Pablo Kuczynski Godard (Peruanos Por el Kambio, derecha liberal)
el pronóstico fue 20,3% y en los exit polls obtuvo 20,4% mientras Verónika
Mendoza Frisch (Frente Amplio de Izquierda) en boca de urna promedió 19,8% y en
los pronósticos 20,1%. La diferencia entre los segundos fue creciendo paulatinamente.
Resultados que complicarán el seguro balotaje
(el segundo y el tercero técnicamente idénticos) como fue todo el período
electoral, el más inusual del corto período de regreso a la democracia en 2000 (precisamente
luego de la huida y renuncia de Alberto Fujimori Fujimori, el padre de Keiko) porque
la mitad de los candidatos presidenciales renunciaron o fueron inhabilitados:
de 19 candidatos oficialmente inscritos, 7 renunciaron (cerca del final la
mayoría para evitar la pérdida de personería política si no pasaban la barrera
del 5% de votos, como hizo el partido del presidente actual) pero dos fueron
inhabilitados a un mes de las elecciones: el empresario universitario César
Acuña Peralta del centrista partido Alianza para el Progreso —que había
descendido entre enero y marzo de 15% hasta menos de 4% en intenciones de voto
porque se había desacreditado aceleradamente— y el economista de
centroizquierda Julio Guzmán Cáceres de Todos por el Perú (antes
denominado Coordinadora Nacional de Independientes), quien ocupaba segundo
lugar en las encuestas y tercero en simulación al ser inhabilitado.
Las elecciones
del pasado domingo demostraron tres aspectos que están en la base del
electorado: Por un lado, una tendencia importante hacia la centroderecha y la
derecha (representada por los partidos de Fujimori
Higuchi y
Kuczynski, por Acción Popular y Alianza Para el Progreso), que obtuvo más de
70% de los votos según los distintos exit polls. El segundo es que, a contracorriente
del éxito económico de los dos últimas décadas (representado por Kuczynski pero
con deuda social aún), muchos peruanos desearían un gobierno populista: unos añorando
el populismo de derecha de Fujimori padre (gobierno corrupto y violador de DDHH
pero que concluyó la hiperinflación y acabó con el terrorismo que hicieron inviable
Perú, a la vez que unificó vialmente al país, posicionándolo en sectores
rurales y apartados) mientras otros apoyan el populismo de izquierda del Frente
Amplio, con propuestas del socialismo del Siglo XXI sumamente riesgosas para la
estabilidad económica.
No dudo que el viejo
Alberto Kenya (Fujimori) reía en su celda.
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