lunes, 30 de mayo de 2011

Alea iacta est

Desde hace días, nos bombardean noticias y comentarios sobre Keiko Fujimori y Ollanta Humala –y si eso es en Bolivia, ¡suponga cómo es en Perú!

La semana anterior, en Lima todos me hablaban vehemente y polarizadamente sobre cómo se hundiría Perú, en distintas formas y visiones, si ganaba una u otro. Y así era el fenómeno: El antagonismo –que no había aparecido en la primera vuelta electoral, con seguridad porque había muchas otras candidaturas– estaba permeando a mis amigos de décadas y a sus hijos y nietas, a taxistas, a pequeños empresarios industriales del –hasta hace poco increíble– polo de Villa El Salvador, a ejecutivos de organizaciones gremiales y a tantos otros –como permeó a Vargas Llosa y a De Soto. Y esta polarización era el resultado de unas elecciones que podríamos clasificar como “atípicas”, entre 2 candidatos que representaban los extremos ideológicos y de propuesta.


¿Por qué llegó Perú a ese antagonismo? ¿Acaso falló algo fundamental en un país tan exitoso macroeconómicamente? Sí: A pesar de su crecimiento, de la mejoría innegable que se observa en el Perú –y una real elevación de su autoestima–, no se ha cambiado sensiblemente, como ansiaban, la calidad de vida de las clases más desfavorecidas. Los procesos de recuperación económica son lentos y complicados y casi nunca son exitosos socialmente a primer momento –basta ver el éxito de crecimiento en Argentina y los miles de cartoneros en la noche–; en 2 décadas, Perú pasó del abismo de la hiperinflación y el poder omnipresente del terrorismo a una economía de mercado amplia y con bastante inclusión de fuerza laboral, en un estado de tranquilidad social y seguridad generalizado, aunque no total. Sin embargo, a pesar de esto, subsiste la pobreza –aunque disminuida– y el trabajo no abarca a toda la población.


En este contexto, llegan las elecciones y las opciones van desde izquierda populista y nacionalista –Humala–, pasando por una gama de matices de centro –Toledo, Kuczynski y Castañeda– hasta una derecha populista –Fujimori. Y el electorado votó por los candidatos populistas y botó a los centristas.


Luego, a ambos le siguieron sus sombras: A la Fujimori, la corrupción, amedrentamiento y violación de los derechos humanos durante el gobierno de su padre; a Humala, los intentos golpistas de él y su hermano, acusaciones de violación de los derechos humanos en su época de militar antiterrorista además de, con mucho, su cercanía con Chávez (que ha tratado de disimular) y su constante cambio de planes de gobierno –4 en el período electoral, el primero estatista y nacionalizador.


El domingo pasado, antes del debate entre ambos, el periodista Juan Paredes Castro de El Comercio destacaba que lo más importante sería qué dejarían ambos al peruano como expectativa de futuro.


Cuando hoy Ud. lea esta opinión, seguro habrá salido alguna encuesta postdebate, pero el próximo 5 será el día de las verdaderas decisiones. Las que serán muy importantes para el Perú y para la región; para Ud. y para mí.

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