martes, 4 de mayo de 2010

De perder y de ganar

En mi anterior artículo (“De ganar y de perder”), anunciaba que éste lo dedicaría a los que perdieron. Y no sólo votos fue lo que se perdió.



Porque las encuestadoras –las que hicieron proyecciones a nivel nacional– perdieron parte de su credibilidad cuando no pudieron pronosticar adecuadamente resultados (basta leer los resultados de sus estudios para las ciudades de La Paz, Oruro y Cochabamba). ¿La causa? Muestras nacionales pequeñas para ser confiables en sus desagregaciones locales. ¿La razón? La necesidad de sus clientes –medios de comunicación– de tener pronósticos y su, seguro, falta de recursos suficientes.


Las redes nacionales privadas de Televisión perdieron imagen (y también credibilidad), por anunciar resultados prematuros en boca de urna y proclamar ganadores que, momentos después, eran sustituidos por otros; recordemos la entrevista en vivo a Santos, en Oruro, anunciándolo ganador –y al rato, con perplejidad, proclamando a la Pimentel–, o la entrevista en estudio a Castellanos como nuevo alcalde cochabambino, para inmediato anunciar que era otro –Murillo– y poco después volver a proclamarlo el medio. ¿La causa? Querer ser los primeros en dar la noticia. ¿La consecuencia? Errar.


Perdieron su espacio las organizaciones políticas tradicionales, porque en estas elecciones –aun más que en las nacionales de 2009– su presencia fue casi nula. ¿La causa? Sus discursos no convencen ni a tirios ni a troyanos.


Perdieron la oportunidad de consolidarse las regiones opositoras porque no supieron establecer –con definición y proyección– liderazgos alternativos que estuvieran más allá de sus límites geográficos. ¿La consecuencia? Necesidad de renovación y de un discurso proactivo, no reactivo.


Perdió –a pesar de ganar– el MAS-IPSP porque redujo un tercio su votación respecto de 2009. ¿Por qué? Primero, porque en las regiones que no le eran afines escogió candidatos invitados que, en general, ni eran atractivos para los indecisos ni convencían a la propia militancia –Fernández y Justiniano en Santa Cruz, un ejemplo. Segundo, porque donde era seguro triunfador, muchos candidatos propios no respondían a las expectativas de la población: Patana en El Alto y Salguero en La Paz. Tercero: Porque en una elección regional priman los intereses locales más que los nacionales. Cuarto, y fundamental: Porque el mismo Presidente dio a estas elecciones el peso de un referéndum al proceso.


Pero el que más perdió –primera vez desde Cajías Kauffmann– fue el Órgano Electoral Plurinacional –aún para todos, incluidos ellos mismos, la CNE. Perdió credibilidad porque oposición y gobierno –extraña confluencia– la acusaron de permitir fraudes y de tergiversar resultados, aunque no se probó. Perdió poder porque muchas de sus sedes –nacional y departamentales– fueron bloqueadas y cuestionados sus autoridades y porque su presidente tuvo que ir a calmar tensiones y solucionar conflictos locales. Autoridad, credibilidad y autonomía imprescindibles de recuperar.


Así fue.

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