martes, 9 de octubre de 2018

Nuestro mar real, cercano y soberano



El 01 de octubre, la Corte Internacional de Justicia (órgano principal y no subordinado de las Naciones Unidas) rechazó la demanda boliviana sobre la obligación de Chile de negociar un acceso soberano para Bolivia al Pacífico. El fallo inapelable de la CIJ (no “informe”) excluye la vía multilateral pero, explícitamente, recomienda continuar el diálogo y negociaciones bilaterales, en buena vecindad, para abordar las situaciones de interés mutuo.

Más allá de la decisión en sí, demoledora para las amplias expectativas generadas en la población (algunas irreales como la de un inmediato regreso al mar) y que generó sentimientos de frustración por el fracaso de la demanda (es un yerro interesado argüir que es “primera vez que el mundo la conoce” porque ya se había discutido en 1920 en la Sociedad de Naciones y desde 1979 en la OEA, como reafirmó el presidente Morales el 02/10 en conferencia de prensa), ésta obligará al país a reformular su orientación marítima, sin descartar negociaciones con Chile para lograr beneficios mutuos, ya que el comercio boliviano es prioritario para la Región de Arica y Parinacota y el potencial cambio de puertos sería mediato.

Hoy Bolivia tiene, no solo la opción sino la realidad de exportar a través de nuestros puertos soberanos sobre la Hidrovía Paraná-Paraguay que, por acuerdo con Paraguay desde la Guerra del Chaco, le da acceso irrestricto al Atlántico, a la vez que utilizar las zonas libres desaprovechadas concedidas por Brasil (Paranaguá), Argentina (Rosario) y Uruguay (Montevideo y Nueva Palmira). Puerto Aguirre, la principal vía actual de exportación de soya, y Puerto Busch (ambos sobre la Hidrovía en el departamento de Santa Cruz) son las puertas de Bolivia al Atlántico; potenciar su aprovechamiento (sobre todo Puerto Busch, el más prometedor para desarrollar en corto tiempo) demandaría una inversión moderada (muchísimo menor que la imprescindible para el adecuado funcionamiento de Ilo) que pudiera provenir de la iniciativa privada local en la medida que el Estado brinde las condiciones legales para ello, potenciándose más en la posibilidad de interconectar las redes ferroviarias oriental y occidental, anhelo desde los 50 ahora facilitado por pertenecer un mismo grupo empresarial y una alternativa complementaria al Bioceánico. La cualidad marítima por el Oriente se reafirma por ser la principal región económica del país, la más expansiva y la mayor exportadora (descontando gas y minerales).

Hoy Bolivia tiene la posibilidad y la urgente necesidad de salir al Atlántico frente a las actuales opciones marítimas hacia el Pacífico por Chile: Arica (exportaciones generales), Iquique (importaciones) y Antofagasta (exportación de minerales, insustituible económicamente por su ubicación). Ilo 2 desde 2010 es opción pendiente de aprobación por el plenario del Congreso peruano (hoy en versión reducida); después de aprobarse, el puerto (que será sin soberanía) requerirá de milmillonarias inversiones durante un quinquenio o más para acondicionarlo adecuadamente.

En lo histórico, tras la Guerra del Pacífico la Guerra Federal movió el eje simbólico del poder desde Sucre a La Paz y el real desde la oligarquía de la plata a los nuevos “barones” del estaño y el comercio; la firma del Tratado de 1904 aseguraba su comercio exterior y la construcción chilena del ferrocarril Arica-La Paz confirmando el statu quo tras la guerra de 1879. Hoy, el eje exportador desplazado hacia el Oriente (agropecuario pero también de mineral del Mutún) modifican la realidad económica y, necesariamente, la geopolítica nacional. Obviarlo es suicida.

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