lunes, 8 de octubre de 2018

Extremos: ¿dictaduras o corrupción?



Para estas elecciones, Brasil se ha polarizado entre dos visiones populistas: de derecha “dura” representado por Jair Bolsonaro y de izquierda “Foro de São Paulo” con Fernando Haddad, los dos candidatos con mayor rechazo (42% y 37%, respectivamente). 

Ambos representarían la nostalgia de una ciudadanía golpeada por la crisis (después de un decrecimiento acumulado en dos años de 7,1%, en 2017 sólo creció 1,0% y éste será 1,6%), la inestabilidad política con descrédito de la politocracia (impeachment a Rousseff, Lava Jato, Lula en la cárcel) y la saudade por dos períodos históricos: Bolsonaro (entre López Obrador y Le Pen) aglutina el del desarrollismo de las dictaduras militares con  amplios crecimientos económicos («Brasil potência»: del 9,8% en 1968 al 14% en 1973) mientras Haddad lo es de la «herencia Lula»: «Brasil o melhor pais do mundo!» con crecimiento económico (7,5% en 2010 gracias a los recursos extraordinarios del súper ciclo de los commodities) y reducción significativa de la pobreza (por el uso no sostenible de esos mismos recursos), obviando que el primero fue el de los anos de chumbo de la peor represión y el segundo el de la institucionalización de la corrupción.    

Con el centro (Gomes, Alckmin y Silva) sin posibilidades para el ballotage, la batalla está entre Bolsonaro (38% de votos válidos, IBOPE 03/10) y Haddad (28%).

¿Peligra la democracia con Bolsonaro o Haddad? No lo creo: ni el seguro populismo de la derecha “dura” de uno o de la izquierda corrupta del otro podrían ser más fuertes que las instituciones democráticas del país ni las condiciones socioeconómicas y políticas del país y la región serían proclives a ello.


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